Hijo, que nos ahogamos. Lo contaba ayer José, superviviente de la mayor catástrofe natural acaecida en la historia moderna de España. Fue en enero del cincuenta y nueve, y fue en Ribadelago. José tenía aquella trágica y heladora noche once años. Su madre los sacó a oscuras de la cama hijo, que nos ahogamos. Otros no tuvieron tanta suerte. Felipe, que también nos contó su caso, fue salvado por su madre de morir y dejado en manos de su padre ciego. Su madre murió. Criarse sin madre. No diré más.
Ahora, tantos años después llega el reconocimiento y quizá la verdad: unas obras mal hechas, y 144 muertos. Nadie cargó en realidad con la culpa; sin prensa libre no hay ciudadanía y esto lo saben todos los dictadores.
Emotivo acto en La Casa de Zamora que continuará la semana que viene. Los pelos, de punta; la carne, de gallina. Una frase, una vida: corre hijo, que nos ahogamos.
PS: Muchos de los fallos y errores que condujeron a la explosión del reactor de
Graham, Loren R.: El fantasma de ingeniero ejecutado. Por qué fracasó la industrialización soviética. Crítica, Barcelona, 2001. Página 140
¿Qué pasó en los últimos incendios por nuestras tierras?
ResponderEliminarRecientemente en Tarragona fallecieron cinco bomberos.
La culpa: del viento.
¿Será el fantasma de los bomberos abrasados?
Amigo Perdiu, Zamora es la esencia silenciosa (y silenciada) de lo que le sucede a una sociedad ignorada por quienes dicen reprensatarla. Nunca pudieron con ella (ni los romanos, que se lo pregunten a Viriato), pues si bien su feroz individualismo a las clases políticas les ha servido para ignorarles (ni siquiera como los de Teruel, los paisanos se reunen para gritar que “Zamora existe”), a cambio tampoco han podido adoctrinarles cual colectivo rebaño.
ResponderEliminarEse es su sino...
Pablo el herrero