15.12.10

Llegar

Llegar. Cumplir un objetivo. No es sencillo. No sólo hay que valer. Hay que tener suerte. Y hay que tener cerca a quienes creen en ti. A quienes te apoyan. Porque no todo el mundo disfruta viéndote crecer: hay gente mezquina cerca de uno que se alegra viéndolo pequeño, sabiendo que nunca se irá porque no tiene dónde. No se dan cuenta de que la verdadera libertad es poder elegir. Y ser consciente de donde te quedas. Y estar donde quieres en libertad. Una sola vida. Las personas no somos, nunca, medios para otros. Un credo liberal. Algo ingenuo, si quiere, desocupado lector. Pero no perderlo jamás de vista: somos fines en nosotros mismos; por eso, no utilizar a nadie.

Llegar. Algunos llegan. Por azar. No duran mucho. Otros llegan por dinero. A veces duran y a veces no. Pero también llegan los buenos. Los que saben. Los que valen. Los que nos hacen mejores. Los que se esfuerzan. Los que tienen aún principios y valores. A ellos es a los que hay que tener cerca, lector. Gente de la que aprender. Gente a la que conocer. Gente con la que la vida de uno no quedará a medias.



PS: "Eso del afán de superación, de la dignificación personal a través del esfuerzo, de la vida planteada como una competición en la que lo más importante era poder echar la vista atrás y pensar, orgulloso, que lo que uno veía, por suerte, era agua pasada, todo eso que para papá era esencial no casaba en absoluto con el humus que la izquierda había ido produciendo desde los tiempos de la guerra fría. […]. En las filas de la izquierda, el modelo americano no provocaba más que odio […]. Sólo el pobre merecía respeto […]. Con una condición, eso sí: que no aspirara a dejar de serlo."

Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 295


2 comentarios:

Pablo Otero dijo...

Plas, plas, plas.

Anónimo dijo...

VIENA – La solidaridad es esencial para las sociedades democráticas; de lo contrario, se vienen abajo. No pueden funcionar cuando se supera cierto nivel de desconfianza mutua o la sensación por parte de algunos miembros de que otros los han abandonado.

Muchos consideran el desarrollo de una perspectiva individualista la mayor amenaza para la solidaridad hoy día, pero eso está íntimamente vinculado con una sensación cada vez más débil de identidad común.

No es casualidad, por ejemplo, que los Estados del bienestar más logrados surgieran en la étnicamente homogénea Escandinavia. Los ciudadanos de esos países tenían la sensación de que podían entender a sus vecinos y conciudadanos y que compartían con ellos un estrecho vínculo.