Amigos
de ciencias, déjenme que les cuente un secreto. Los territorios, mucho más que
realidades físicas, son construcciones culturales. Todos. No existe Castilla,
como no existe Cataluña o España. No están ahí, colgadas en el vacío,
como el sol o la tierra. No. Están dentro de nosotros. En nuestras mentes. Por eso, cada
generación hace y deshace las fronteras. Hoy hace un día
fantástico de otoño
y nos hemos detenido en el límite provincial entre Ávila y Segovia. Amaneció
hace poco. Una
escapada. Un viaje para reconstruir mapas olvidados, esa zona de Castilla que no
tengo aún en la imaginación, porque siempre la he considerado como zona de
paso, a un sueño en forma de Portugal casi siempre. Voy de la mano de un guía, que en
palabras de Machado, podría definir como “en el buen sentido de la palabra,
bueno”. El otoño está en su cénit y los ocres dominan el paisaje. Un paisaje
más amplio que el que veo en la mi tierra cuando paseo, allá en el oeste. Hemos
pasado del cereal al vacuno y ya vemos a los lejos los terneros. Y al igual que
me pasó el otro día cuando paré en Rueda a eso de las nueve de la mañana de un
día laborable, me doy cuenta de que, también para mí, hubo otra España, como
hubo otra Castilla. Otra vida en la que haber sido
ganadero, o bodeguero. Pero sólo tenemos una vida y por eso, hemos de conformarnos con
asomarnos a atisbar lo que pudieron haber sido las otras, ¿verdad?
En cualquier caso, si algún día
me pierdo de verdad, búsquenme en algún campo castellano, charlando con aquel peatón celeste
al que se dirigía Claudio Rodríguez, aquel peatón “[…] que en el invierno / a las claras del alba
dejas tu casa y te echas / a andar, y en nuestro frío hallas abrigo eterno / y
en nuestra honda sequía la voz de las cosechas.”
Amigo de letras, ya sabe usted que le frío no existe, si no porque es calor robado al ambiente(en el buen sentido, no se altere el catalanerío llorica).
ResponderEliminarEn castilla, nos roabron algo mas que le calor, la vida en pedazos se fue tragar humo a Euskalherria y a ver desde lejos las playas en Cataluña, desde bien lejos.
Castilla la vieja, la vieja Castilla, el hermano mayor que defendió a tanto maricón lloreras es ahora tratada con ignominia. Esta tierra les construyó un espacio donde no se los comieran los lobos de su cobardía y ahora se lo pagan insultando su idioma y sus gentes.
Pero el camino es largo, y quizá nuestros amplios campos nos han dotado de paciencia, control y miras amplias.
Una larga frontera que defender, no un patio de colegio, nos ha proporcionado valor y compromiso.
Que sabrán lo que es ser castellano, que sabrán
Joao Pires