Algún
día, me retiraré a provincias a vivir. Así, con dos cojones.
Ese día,
acompañado por una hermosa mujer (el cholo Vallejo
hubiera escrito “de la cuál tengo ya el recuerdo”) abriré una librería.
Ya tengo el modelo. Se parecerá mucho a la Oletum de leyenda que
aparece de manera recurrente en mis sueños; un puerto para libros errantes desde el que ver el atardecer de mis días.
Será acaso algo más pequeña y por allá
pasarán, como en un sueño, todas las personas, vivas o no, con las que he
disfrutado en la vida hablando de libros. Allí veré comprar a mi querido
Juan de la Cuesta, aturullando con su verbo incansable al amigo Pita,
allí llegará cada tarde al maestro Esteban acompañado de Miqui el
libanés; compartiré tertulia con John the Minor y Jesus
Fuentes, mientras Oscarnello y el hijo de Antonio Redoli hojean libros de Magris de manera
furtiva. Tras el mostrador, como en la ferre del Mercado y mientras Montaigne dibuja con su dedo grande en aire, estaremos aquella mujer (de la cual, ya digo, tengo ya el recuerdo) y yo,
compartiendo la vida. Una vida ya madura. Hecha de verdades. Una vida sin dobleces. Por fin, una vida sin huidas. Tan cansado de empezar siempre de nuevo. Una vida sin
todas las mentiras que se arrastran en esas relaciones que siguen vivas por
inercia y que se construyen engaño tras engaño.
Algún
día me retiraré a provincias a vivir.
Y sólo una mujer vendrá conmigo. El resto serán sólo niebla, ausencia...
De estoy que hoy digo serán
testigos: “los días jueves y los huesos húmeros, / la soledad, la
lluvia, los caminos...”
y ese día, hermanu, si es que llega, le guiñaremos al pasado como el que lo intentó y a veces pudo... lo demás es tontería (e incluso muerte). Bonita página, muy bonita.
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