Cruzamos
La Raya, digo. Hay
algo en los portugueses que muestra lo que un día fuimos los españoles. Gente
amable. Y gente hospitalaria. Hay familias que permanecen vinculadas más allá
de los países y de los años. La lógica del Estado nación, a dios gracias, no
logró acabar con todos los vínculos que había a ambos lados de las fronteras. Es
verdad que la modernidad no fue buena con esta tierra, pero a cambio nos
permitió seguir disfrutando de cosas que ya no quedan en otros lugares.
Mi familia
portuguesa, digo. Abrazos. Cómo habéis crecido. Un portuñol para
entendernos. Emilio ya nació en Portugal. Su madre fue senabresa. Toda su vida.
Su hijo no ha olvidado los orígenes. Tampoco sus hijos, que a estas alturas
deben de ser ya primos cuartos o quintos míos. Pero no nos importa. La familia,
como los amigos, es también, en el fondo, cuestión de elección. Pasada la
adolescencia, uno elige a los que quiere tener cerca. Se nos va el día
charlando y comiendo. Sobre Portugal, sobre España, sobre la familia. Hasta
Mourinho nos sale en la conversación.
Y mientras enfilamos la vergonzosa
carretera que une la frontera con La Villa pienso que, en el fondo, nos
reconocemos en el otro. Hablar con alguien de un país ajeno nos permite darnos cuenta
de, hasta qué punto, las identidades son nada más que construcciones culturales
efímeras. Caprichos del destino y frutos de la imaginación del hombre cuando éste
dejó de creer en Dios.
Buena tierra Portugal. No dejo de visitarla siempre que bajo a Huelva, aunque sea para dar un paseo y tomar una bica en Vila Real de António. De comprar alguno de sus productos. Muchas veces pienso, que es un gran desconocido para los españoles.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Un fuerte abrazo.
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