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3.11.14

Kaplan y el monzón (III)

El Monzón de Robert Kaplan dedica unas palabras liminares al papel que los portugueses jugaron en el Índico. A mí se me hace complicado de imaginar, claro, porque para mí Portugal, y que me perdone mi hermanu Lauru, es La Raya y el mar es algo lejano, como lo es la infancia cuando uno ha doblado ya el cabo de la cuarentena... 

Los europeos, esto es, los portugueses, llegaron allí para comerciar. Y llegaron a un territorio, el área de influencia del pérsico, que posiblemente es la ruta martítima de comercio más antigua de la humanidad. Frente al modelo del desierto, que genera Estados inestables, señala Kaplan, el modelo de las ciudades marítimas. No hay civilización sin ciudades, como no la hay sin comercio. Esto lo aprendimos los senabreses hace siglos, cuando escapamos de tremendo Rodrigo y sus mesnadas para comerciar en las campas de Nuestra Señora del Puente. Vasco de Gama no descubrió Asia para los europeos, hizo algo mucho más relevante, descubrió un sistema de vientos que permitía llegar allí y que metió a Asia por vez primera en el tablero de juego europeo. Unos portugueses que hicieron con el Índico lo que Roma con el mediterráneo: darle una unidad en el imaginario colectivo. 

Por cierto que es curiosa la vida de Camoens, cuyas andanzas relata Kaplan: periférico, pobre y quizá rayano, como nuestro judío más universal. Y en ambos, esa sensación tan sensata, tan lúcida y tan triste de que el éxito y el fracaso no son, en el fondo, más que dos impostores.  

11.3.14

Dos puentes y una ciudad

El tajo se convierte en mar cuando se acerca a Lisboa. Atravesamos el Vasco de Gama. Un puente de cuando también los portugueses volvían a ser ricos y Europa giraba hacia el sur. Atravesar un río que está a punto de convertirse en mar. Cruzamos hasta Montijo, para volver a entrar en la ciudad, pasado Almada, por el 25 de abril, un puente salazarista al que se bautizó con la revuelta que acabó con su régimen. Ver Lisboa desde el oeste, de frente. Sin mirar al mar. Hay algo mágico en la luz de esta ciudad. Hay algo mágico en el oeste. Quizá porque, como asegura el Impresor Juan de la Cuesta, somos un pueblo siempre con el hatillo listo en la puerta y el camino enfilado hacia el poniente...

PS: Diez años hoy. Diez años ya. En la memoria.