Amanezco temprano. Hoy vuelvo a España. Paso la mañana de gestiones y como en un restaurante italiano. Aquí se puede comer bien, pero es caro. Literal. Casi cincuenta dólares de comida por algo que en España apenas llegaría a los 15 euros. Me acerco al aeropuerto en taxi. Mi conductor es haitiano. Ha perdido a su padre y a un hermano en la catástrofe que asoló su país en enero. Me compadezco, en sentido literal, de él. No me atrevo a coger el cambio, ocho dólares, cuando me lo ofrece una vez que hemos llegado al aeropuerto. Me extiende su mano, con la palma blanquecina, para despedirse de mí. Y recuerdo aquellos versos de Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios […]”.
Hago balance. Han sido unos días magníficos. Poca gente tan atenta como Mi General. Si normalmente los anglosajones son educados, en su caso se le suma una calidez muy española, que no ha perdido pese a los años yanquis y que recuperará cuando, en tres años, se aposente de nuevo en el norte. Hemos hablado mucho. Y reflexionado. Quizá sea verdad que, como querían de Pla, no haya amigos sino fragmentos de amistad. Con Mi General, gracias a dios, el fragmento es largo y provechoso. Y eso que hace veinte años pocos hubieran dado una peseta por el mantenimiento de la misma.
Nos despedimos ya en el aeropuerto. El avión sale con cierto retraso pero llegaremos en hora a Madrid. Intentaré dormir algo. Ya les contaré.
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ResponderEliminarMuy alagadores los comentarios, es indescriptible el placer de charlar tranquilamente, sin prisa, contrastando con cuando uno va España de vacaciones, siempre anda regateando con el inexorable tiempo para pasar mas tiempo del que tiene con los que quiere...
ResponderEliminarEspero que podamos de nuevo gozar de tu compañía en Chicago. Han sido duras las circunstancias, pero he disfrutado realmente de poder pasar mas tiempo juntos los últimos dos meses, como hacíamos antaño...
en españa no comes por 15 euros ni las sobras del perro
ResponderEliminarme gustan tus viajes, enhorabuena
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