A
veces lee uno la columna. Así, con un
“la” en vez de “una”. Una buena columna es un texto que lleva al lector por donde
quiere, que juega con él en zig-zag hasta que termina de perderlo y de repente,
¡alehop! Le enseña la respuesta. A mí me enseñó Umbral
a leerlas. El columnista, cuando es bueno, tiene algo de flautista en Hamelín.
Atrae al lector, lo lleva, le enseña un par de cosas, se las esconde y, como en
los trucos de magia, hace que se quede con la boca abierta cuando termina.
Escribir una buena columna es dejar con cara de asombro a quion nos escucha al
otro lado del papel. Es hacer que se pregunte, ¿qué me está contando?, con mueca de asombro. Que el lector sienta
que le han susurrado algo mucho más importante de lo que cree haber leído.
La
semana pasada me enfrenté a una de estas columnas. Es difícil decirlo mejor en
menos palabras. Es complicado contar tanto sobre esta estafa de país de
profesionales del servicio público que nos han construido entre los partidos y
sus cuerpos funcionariales adscritos. Lleva por título “El
nuevo gerente” y está firmada, claro, por el maestro Arcadi Espada.
No
deje de leerla porque no tiene desperdicio. El penúltimo párrafo, ese que
empieza con “Por encima de todos ellos…”
es el torero en el albero
llevando al morlaco a su terreno, para entrar a matar, (hacía calor, eran las
cinco en punto de la tarde), con el último de los párrafos.
Una
columna real, no sólo verosímil.
Una
columna redonda. Al final, es el periodismo quien dará fe de todo esto. Quien
permitirá entender algo a nuestros nietos cuando nos pregunten, ¿qué os pasó?
PS:
de nuevo al oeste.
La descripción de lo que es una buena columna periodística me parece muy acertada. Y está dicha con indudable belleza.
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