El
libro de Sebastian. Un mundo que se iba. Nada volvería a ser
igual. El autor medita, es un amigo sensato para estas horas de tribulación sin fin. Nos recuerda cosas que nunca debemos
olvidar: “La intolerancia de los visionarios es atroz. La había tomado como una
lacra judía pero me equivocaba. Es una lacra producto del fervor. […] Si les
dijera que yo también tengo mis fantasmas, no me creerían. La diferencia entre
nosotros reside solamente en que ellos estimulan sus propias fiebres, mientras
que yo vigilo las mías”.
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