Acabada
la cuarta temporada del Ala Oeste.
Se
va animando la serie según avanzan las temporadas, con un Barlet más humano,
conflictos internacionales, desavenencias presidenciales… Desaparece el soso de
Seaborn de la escena y van ganando altura y solvencia tanto Lyman como el inquietante Ziegler. Es una serie
magnífica, muy recomendable para entender cómo funciona el sistema
político norteamericano: un sistema inviable y que tiende, de manera
sistemática, al Golpe de Estado, habida cuenta de la prevención que los padres
fundadores sentían por la democracia. En cualquier caso, como la voy
alternando primero con The Wire
y luego con Boardwalk
Empire, me sigue llamando la atención lo almibarado del guión y el formato
tan binario de la trama: unos demócratas inteligentes, solidarios, cultos,
llenos de matices, que han de lidiar con una oposición republicana zafia,
grosera analfabeta y monolítica.
¡Ay
nuestros socialdemócratas!, esos celosos guardianes del
monopolio de la compasión…
Pues a partir de la quinta temporada es cuando empieza lo mejor.
ResponderEliminarCon la salida de Sorkin (un demócrata un tanto pasado de rosca) de la serie también desaparece el buenismo de las tramas y ese formato binario.
Llega la realpolitik y se acabaron las soluciones fáciles a los problemas. Además los intereses y ambiciones personales pasan a primera línea.
Y por supuesto se acabó el retrato caricaturesco de los republicanos. De hecho, creo que muchos nos quedamos con las ganas de votar al candidato republicano a la presidencia que interpreta Alan Alda.
Lo malo es que luego despiertas, ves la relidad y la tropa que tenemos aquí, y te echas a llorar.