Íbamos
al Parador de Lorca, decía, aunque sería más exacto decir que íbamos en realidad a ver a un
amigo. Así somos las personas que nos movemos, aún, con lógicas premodernas: las personas siempre antes que los lugares, el individuo siempre por encima de su identidad...
Un edificio magnífico este del Parador. Un recuerdo para el futuro de cuando fuimos un
país rico. Un país de tonto el que estudie, con lo que se gana en la obra.
El Parador se ubica en el recinto amurallado de lo que un día fue la alcazaba de Lurqa.
Integrado a la perfección en su entorno. Las obras de construcción, dilatadas
en el tiempo, sacaron a la luz los restos de la Sinagoga mejor conservada de
España, así como una parte de la vieja aljama lorquina. Emociona pasar por el
recinto. Suelos que no se habían vuelto a pisar desde el siglo XV. Suelos
originales. Una vez expulsos los judíos, nadie quedó a vivir allí, por miedo a ser
tenido por marrano, y un manto de tierra y de silencio cubrió aquella parte del
recinto. Y mientras paseo y le cuento a la ruinacha leyendas sobre lo que estamos viendo, pienso en mis queridos Lauru y Chisun. Habrá que venir algún día aquí, sólo por el placer de presentar nuestros respetos...
Almorzamos
tras recorrer el Parador de la mano de un cicerone tan profesional como generoso. Un sitio hermoso, donde refugiarnos de estos días de
incertidumbre convertida en miedo y que duran ya demasiado: una carta excelente, un buen servicio.
Un buen
almuerzo.
Un buen día.
Ni es virtual el pasado desenterrado, porque la documentación medieval no miente,ni es menos cierto el baldón de olvido y tierra con el que sepultaron los malsines aquella aljama... Sólo el nombre "per seculam" y aun, por si acaso, como apellido señero de uno de los grandes que por aquí pasaron y que aunque ejerciera de andaluz y defendiera a los gitanos, gitano no era... y por eso le mataron.
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