El
sábado hablaba con Mi Coronel del tren. Es hombre cabal y me planteaba
objeciones de libro a mi protesta contra el
cierre del ferrocarril que une la Puebla de Sanabria con Valladolid pasando por
Zamora: poco uso, escasa rentabilidad incluso social. Ayer almorzaba con el
amigo Kantor y, ante el
cocido barandalero, me hacía objeciones
similares: coste por viajero, la inutilidad de contabilizar el coste de una
infraestructura una vez que está hecha…
Ambos
tienen razón. Pero mi cabreo no viene por eso. Mi cabreo viene por la falta de
equidad. Por el desigual tratamiento. Si hay que medir el coste, que se mida. Pero
el de todos. Y todos los costes, no sólo el de la ratio ingresos viajero:
también la pérdida de puestos de trabajo que genera la competencia desleal y
subsidiada de la Alta Velocidad. Y es que uno levanta la vista y sólo alcanza a
ver desesperación. Pura y dura. Ya no son los más de mil ochocientos millones
de euros de desvío
en la obra del AVE a Barcelona (localidad unida con Madrid por un puente aéreo
que era un ejemplo para todo occidente), o las estaciones
fantasma por las que nunca pasa nadie. Son las autopistas
radiales. Claro que estaban infladas las cifras de la previsión de viajeros. Pero no
pasa nada. No se cumplen y que pague el contribuyente. Autopista mala. Banco
malo. Aeropuerto
malo. Ese capitalismo español. A veces, tengo la sensación de que aquí el único que se ha jugado su dinero para crear una empresa he sido yo.
Pero cuando llega la hora de cortar por lo
sano, el Estado sólo se atreve con los débiles. Con los que no se pueden
defender. Con los lugares periféricos, donde no queda ya ni la sombra de los
árboles bajo la que esperar el final. Lugares llenos de lluvia
amarilla, donde la ciudadanía va desapareciendo porque ese espacio de
solidaridad que nos dijeron que era el Estado nunca ha llegado a estar presente.
Y mientras razono las atinadas críticas de mis interlocutores, no dejo de
pensar en aquella coda con la que se cerraba una canción de los roqueros de
Salvatierra: “mala
es esta justicia, si por lo que a unos premia, a otros se los castiga”.
estaban infladas las cifras de la previsión de viajeros. Pero no pasa nada
ResponderEliminarHola Perdiu.
Leo su frase, y no puedo dejar de reflexionar sobre un artículo publicado en una revista de ingenieros de caminos ... ¿Cuántas veces los técnicos hemos sido responsables de inflar esas cifras?. ¿De pedir mula gorda ande o no ande?. Inversiones que sabíamos de más que jamás alcanzarían el retorno...
Entiendo la sensación de impotencia y el cabreo, pero cuantos amigos sanabreses tenemos que van a Sanabria en coche? Cuantos van en tren? En autobús? Quien se mueve por Sanabria sin coche, si quiere no quedarse sólo en su pueblo? Yo casi todos los que conozco van en autobús o en coche.
ResponderEliminarBilbao - Sanabria, cuando lo mire hace unos meses, contando el trasbordo creo que en Miranda, 11 horas. 4 y poco en coche, y creo que 6 en autobús....
Eso si, que se ha malgastado y se malgasta recursos en proyectos no relevantes parece que es algo de lo que se oye mucho. Y al final, pagan justos por pecadores.
Tono.