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27.11.21

Milosz, la patria y los campos

A Milosz los lituanos lo consideran polaco, aunque nació en la localidad lituana de Szetejnie y vivió gran parte de su juventud en Vilna. Él, en correspondencia, siempre se sintió hijo del Gran Ducado, y es que nació en un momento -inicios del XX- y en un territorio que casaba mal con la idead el Estado nación: se hablaban de manera habitual cuatro o cinco lenguas. Hace frío y me entretengo con sus textos, que siempre me han recordado tanto a la mi tierra: “Te damos las gracias en nuestro nombre y en el de nuestros antepasados / por los robles y por la áspera piel de su dignidad”. 

También me interesa su relación con Vilna, su ciudad - no ciudad. La vuelta a los lugares que ya no son tuyos: “Vivir no es decoroso / así lo dice quien vuelve después de muchos años  / a la ciudad de su juventud. No queda nadie / de lo que antes paseaban por estas calles…”

Vilna, la Jerusalén del Norte, que salió de la guerra con apenas una sinagoga en pie y sin judíos para habitarla.

No queda nadie

Aquella Europa en el horizonte. La mi tierra en la memoria.

16.7.20

Estados e Imperios: Rumanía, de nuevo (y III)

  
Remate sobre lo de Kaplan a vueltas con Rumanía como espejo de Europa. Insiste en que la identidad es demasiado variable para los nacionalismos primitivos del siglo XIX, porque el nacionalismo rehuye de la ambigüedad como alma que lleva el diablo. 

Otra reflexión interesante sobre Moldavia y Ucrania, que el autor considera que quedarán como dos Estados semifallidos en su condición de parachoques entre un mundo y otro.

Citas para terminar:
  • El pasado no se describe escribiendo sobre lo antiguo, sino sobre la nebulosa que existe entre uno mismo y el pasado” (Mircea Cartarescu)
  • El mundo moderno se enfrenta a su soledad y a sus responsabilidades sin el artificio de una dependencia protectora o la coherencia de una utopía ficticia"
  • Cuando las identidades se multiplican, las pasiones se dividen” como sostenía Michael Walzer.
  • "Cuando los hombres y mujeres dejaron de creer en Dios y, por lo tanto, en la inmortalidad individual, buscan un refugio en una identidad colectiva" (Milosz)

15.1.17

Los libros, por Milosz

Alertaban el otro día los editores sobre el estancamiento de la lectura, y yo recordaba un maravilloso poema de Milosz que le comparto, desocupado lector, desde otra bitácora sobre esos libros que seguirán en los estantes cuando ya no estemos...

Pero los libros seguirán en los estantes, seres auténticos
Que aparecieron una vez, frescos, todavía húmedos,
Como castañas brillantes bajo el árbol en otoño,
Y empezaron a vivir, tocados, acariciados,
A pesar del resplandor en el horizonte, de castillos saltando por los aires,
De las tribus en marcha, de los planetas en movimiento.
Somos, dijeron, incluso cuando les arrancaron las hojas
O cuando la llama ardiente lamía las letras.
Mucho más duraderos que nosotros, cuyo calor frágil
Se enfría junto con la memoria, se disipa, desaparece.
Me imagino la tierra cuando yo ya no esté
Y no pasará nada, ninguna pérdida, seguirá el mismo espectáculo,
Los vestidos de las mujeres, un jazmín húmedo, una canción en el valle.
Pero los libros seguirán en los estantes, de buena estirpe,
Nacidos de la gente, aunque también de la luz, de las alturas.

12.9.14

Leer a Milosz en La Raya

Ha sido un verano con algunos poemas de Milosz. A los poetas se llega en la madurez, eso creo que ahora al menos. El maravilloso poema La caída. Un poeta inquitante. Un hombre de frontera. Un hombre de La Raya, al otro lado de Europa. 

Alguien que nunca quiso hacer de la disidencia una profesión. 

Cuatro versos suyos para recordarnos lo que Eagleman necesita un libro maravilloso de trescientas páginas para explicarnos:


"El fin de la poesía es recordarnos / Cuán difícil es ser una sola persona, / Pues tenemos la casa abierta, no hay llaves en las puertas, / E invisibles huéspedes entran y salen a su gusto".

Milosz.

Uno de los nuestros.