Deshumanizamos a la víctima cuando no nos gusta lo que era. No ponemos su nombre ni en el título ni en el subtítulo, y dedicamos el primer párrafo a la madre de un asesino que "sigue confiando en su inocencia" y que nos confiese, qué enternecedor, que su hijo está "asustado". El asesino, no la víctima.
Lo llaman periodismo y no lo es.