30.8.09

Lecturas agostiles (I)

Lectura finesa, las memorias de Pericay.

Al autor lo tenía poco ubicado, una columnas en el abc los sábados y poco más. Compré el libro en Blanquerna, coincidiendo con la final de la Liga de Campeones que, thanks David, pude ver allí en mayo. Supongo que acabó de decidirme el que el prólogo fuera de Juaristi, ya ven ustedes cuánta superficialidad. Creo que casi todas las vidas tienen mucho que contar, aunque casi nadie lo haga, por eso no me da miedo enfrentarme a unas memorias. Si están bien escritas, suelen ser deliciosas y lo llevan a uno “a vivir otras vidas, a probarme otros nombres”, como cantaba Sabina.

Las memorias de Pericay son magníficas. Del filólogo Pericay, habría que decir. De ascendencia gerundense, su abuelo fue asesinado en la guerra por las fuerzas del orden (¿?) republicanas por se católico y de derechas. Creció en el Liceo francés, catalanoparlante de manual, su vida siguió durante años el guión esperado: catalanista y progre, como tantos otros. La cobardía de no pensar diferente.

Hasta que un día se rebeló. Aquello no era normal. La agonía eterna de la patria. Algunos, normalmente los más lúcidos, cuando ven a la vieja pasar llorando, se preguntan si no será todo un cuento. El catalán nunca estará en condiciones de competir en igualdad con el castellano, porque el castellano, convertido en español, es hablado por cuatrocientos millones de personas y es una lengua de elevado prestigio internacional. Y es una lengua tan catalana como el catalán. Y cuando la gente puede hablarla, la habla. Es patética la pretensión nacionalista catalana de tachar de barbarismos a palabras como buscar o como barco, catalanas de pura cepa pero que son rechazadas por su cercanía con el castellano. Cómo no va a estar cerca del castellano, si son dos lenguas habladas en el mismo territorio y con un origen común. Pericay luchó primero por normalizar la situación del catalán; por dar rango normativo al catalán que la gente hablaba en la calle para no intentar así imponer un catalán medieval que parecía más puro, como intentó el Avui, pero que era un completo disparate filológico.

En cualquier caso, un buen día Pericay se hartó. Lo cuenta sin heroísmo, asumiendo su parte de culpa, su mirar hacia otro lado durante años. El libro es muy bueno lector, y se lo recomiendo, tanto si es usted catalán como si acaso no lo es. Escrito con gracia, se lee de un tirón. Y si además es usted “madrilenyu” le encantarán las últimas páginas. Cuando las leía, me parecía estar oyendo a Joao o a Jimena, los dos catalanes de Madrid que me quedan más a mano

PS: "Siempre produce cierta vergüenza tener que reconocer los propios errores. Sobre todo cuando claman al cielo. […] Esos años fueron fundamentales, y los que teníamos que plantar cara no lo hicimos. Ese es el tema. O huimos de la realidad o hicimos la vista gorda. O, lo que es peor, colaboramos, militamos en la causa nacional."
Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 154

27.8.09

A casa...

Madrugamos. Nos despedimos poco a poco de los Demidoff y de la Manor House. Como somos los prusianos del sur, preferimos llegar dos horas antes al aeropuerto que hacerlo un minuto después. Últimas compras: los regalices encargados por los Gallego. Paramos en un área de servicio en Heinola. No vamos especialmente alegres, es día de vuelta y hemos madrugado. Pedimos el café, Jimena y Ta-ka-tún su expreso y yo mi café (aquí el café equivale directamente al americano, así que me ahorro el adjetivo). Cuando Jimena va a pagar, la dependiente, asumiendo por nuestra conversación que somos españoles le pregunta si vemos Los Serrano, Jimena, cortés, le dice que ha visto que la dan en Finlandia y que sí, que a veces sí la veíamos (creo que nunca vimos ningún capítulo). La dependienta cierra nuestro viaje a Finlandia: “You remind me off Los Serrano. You speak so fast, you laugh so much and you are so happy… We are different, more quiet”.


Ya ven.

A veces pagar el 22% de IVA y tener un gran Estado de bienestar no garantiza la felicidad.

Feliz vuelta al trabajo

25.8.09

Séptimo día. 10 de agosto

La impronunciable Jyväskylä. Quizá aquí naciera Finlandia. Aquí se enseñó por primera vez la lengua finesa y aquí vivió gran parte de su vida Alvar Aalto, uno de los grandes arquitectos del XX. Es una ciudad pequeña. Quizá la más hermosa de todas. Las calles del centro parecen ya más nórdicas que soviéticas. Hay universitarios, por todos los lados. Aalto diseñó aquí la segunda fase del campus universitario, integrando magníficamente sus edificios con los del primitivo campus. La universidad, la gran creadora de las naciones. El resto de sus obras están muy diseminadas por la ciudad y no son fáciles de seguir. Un comercial de Amnistía Internacional. Mucho lanas. No se acaban los lanas en este país, como tampoco se acaban los gordos. Será por el frío, digo yo. Volvemos a casa. Se nos va Finlandia, se nos van los días de vacaciones. La vida es eso que pasa mientras haces otras cosas, me dijo una vez el mítico Llorenç mientras almorzábamos.

PS: "Divulgadas, retocadas y a menudo vulgarizadas, las ideas de Herder se introdujeron en el pensamiento radical europeo después de la revolución francesa. Por encima de todo, sirvieron para dar forma al programa político del nacionalismo. Los intelectuales europeos no albergaban ninguna duda sobre el punto donde terminaba el viaje con el alfabeto a cuestas. Un Volk que se educaba y era culturalmente consciente de sí iba derecho a la “nacionalidad”, cuya culminación era la fundación de un pueblo estado independiente. Empapados de este espíritu, Frantisek Palacky normalizó el idioma checo y reinventó la historia checa, Vuk Karadzic hundió las manos en el cofre de las palabras para formar un idioma “serbocroata” único y, a fines del siglo XIX, Douglas Hyde fundó la Liga Gaelica para “desanglificar” Irlanda"

Ascherson, N.: El mar negro. Cuna de civilización y barbarie. Barcelona, andanzas, 2001. Página 243.

23.8.09

Sexto día. 9 de agosto

Es domingo. Incluso en un país tan al norte. Así que nos quedamos en casa. Nuestro primer intento es con unas bicis. Nos acercamos al pueblo y luego volvemos. A tumbarnos al césped junto al lago. Una delicia. Voy rematando Gomorra. Me baño en el Saimaa y nado de un lado para otro. El agua está fantástica, bendito cambio climático. Algo de música, también, pero menos. Cuando Jimena deja libre el ipod, voy viendo, a ratos, una de las conferencias del ciclo de Carmen Iglesias. Magnífica, como siempre. Los antecedentes de la revolución del sesenta y ocho en nuestro país. Cuando llega la hora de comer, volvemos a la Manor House. Hoy toca comida Rusa. Irina, de San Petersburgo, es la cocinera. Un paté delicioso. El vino, de la ribera del duero. La tarde se nos escurre de entre las manos; primero un paseo a pie, luego en bote. Sí, en bote; tras algunas peripecias iniciales (bote con tapón, toma ya), salimos a pasear el Saimaa. Remé de pequeño, pero el remo se olvida, descubro a la segunda palada. Cerramos el día con piscina y sauna. Sauna y piscina. La dura vida, ya saben, del deportista de élite.

21.8.09

Quinto día. 8 de agosto

Volvemos a partir hacia el este. Hacia Imatra, localidad fronteriza en la Carelia. Pasado y presente. Pasado, los rápidos del Vuoksi, declarados zona protegida por el zar Nicolás I en 1842. El presente, la producción hidroeléctrica y las fábricas de papel. Nos perdemos. El modelo de población es similar al de los Estados Unidos; pequeño núcleo urbano y varias casas diseminadas. Paramos en un hotel a preguntar. Nos atiende Riita. Chapurrea español. También va a Fuengirola. Intrigado, pregunto: “Puede llover en Barcelona o puede estar nublado en Valencia –me dice en inglés–, pero en Fuengirola it´s always sunny". Misterio resuelto. Riita nos ayuda a interpretar el mapa local. La parte nueva de la ciudad está hecha de centros comerciales y de plazas que son como los no-lugares de Auge. La parte que rodea la presa, los rápidos y el Vallionhoteli (un magnífico edificio de piedra de principios del XX) es lo mejor de la ciudad. Aquí venían los nobles rusos a descansar. El zar construyó, para ellos y para sí mismo, el Parque de la Corona (Kruununpuisto) a ambos lados de los rápidos. Almorzamos en un parte excéntrica de la ciudad, cerca del puerto. En el primer café al que nos acercamos nos atienden dos gañanas con pocas ganas de trabajar. Así que nos vamos al hotel de cinco estrellas que está detrás. Comemos como un cura con dos parroquias, en la terraza del restaurante, por cuatro perras. A la vuelta visitamos la Iglesia de las Tres Cruces, de Aalto. La arquitectura que, dentro de dos o tres siglos, se conocerá como arquitectura del siglo XX. Hay una boda y no podemos entrar a verla por dentro. Seguimos nuestro camino. Mañana es domingo y no nos vamos a mover de Anttola. Hay que hacer bici, remo y paseo…


PS: "[…] con más culpabilidad, muchas personas de posturas liberales […] mostraron con total irresponsabilidad sus simpatías con los terroristas, hasta el punto de ayudarles y respaldarles, en vez de dar apoyo a los esfuerzos que el régimen trataba de llevar a cabo en pro de la reforma. Esto es especialmente cierto en el caso del Partido Cadete, liberal, que adoptó la dudosa doctrina de que no existía un solo enemigo a la izquierda, y cuyos miembros pasaron a ser los principales defensores del terror dentro de la opinión todavía respetable".

Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Página 88.

19.8.09

Cuarto día. Siete de agosto

Hoy vamos hacia el este. Savonlinna, literalmente, “el castillo de Savonia”. El castillo, quizá uno de los monumentos más representativos del país, fue construido en el siglo XV para defender la provincia de Savonia de los rusos. La ciudad en sí es un istmo desarrollado, imagino, por las cercanías del castillo.

Hay mercado, como en tantas otras ciudades. El problema es que aquí ya casi nada está en bilingüe sueco / finés y no somos capaces de ver de qué son los productos. Comparado con el finés, el sueco es una lengua amiga. Al menos es indoeuropea y eso amigo, da carácter. El finés es absolutamente ininteligible. Y, quizá como el vasco, una pasión inútil, propia de la modernidad. De hecho, de algunos puestos nos vamos frustrados porque el vendedor no habla inglés y es imposible comunicarse. Un café frente al lago. Siempre el Saimaa, en realidad. Nos acercamos al castillo. Tienen pocos complejos los fineses. Como el castillo de Olaf (Olavinlinna) estaba caído y es evidente que ya no iba a servirles contra los rusos, han montado en su patio de armas un istalache (ya sé que la palabra no viene en el diccionario, pero es mi modesta aportación, en nombre de todos los míos, a la lengua española) y allí se desarrolla durante el verano un festival de ópera. Paseamos por la fortaleza. El turismo es casi todo ruso o finés. Esta noche toca Romeo y Julieta. Miramos los precios. Un escándalo. Los precios. Un 22% de IVA en general. Toma modelo nórdico de los cojones. Almorzamos en Majakka, en la terraza, frente al puerto. Pescado abundante. Cuando llega la hora de coger el coche, vemos que nos han puesto lo que parece una multa por habernos pasado un minuto de la ORA. Nos mesamos los cabellos mientras maldecimos la puntualidad luterana y la ausencia de cortesía para con el visitante. Intentamos anular la multa, que está en finés, pero es imposible. Así que acudimos a la oficina de turismo a deshacer el entuerto. Nuestra sorpresa es morrocotuda. No es una multa. Son jóvenes miembros de una asociación que recorren la zona en patines y te añaden un papel de la ORA cuando ven que el tuyo va a caducar, para que no te multen. Esto sí es una forma eficaz de lucha contra el ogro filantrópico. Liberalismo a la finesa. No está todo perdido.

Cae la tarde y volvemos a casa por el este, dando la vuelta, por Punkaharju, pero es evidente que la mejor forma de verlo. Al llegar a Parikkala descendemos hacia el sur, dejando a nuestra izquierda y a menos de cinco quilómetros la frontera rusa. La Carelia arrebatada a los fineses. Más de cuatrocientos mil carelios abandonaron la zona cuando fue ocupada por los soviéticos. En Ruokolahti giramos hacia el oeste y enfilamos hacia Anttola. Un gin tonic en el puerto. La camarera irá en breve a Fuengirola. No es tarde cuando llegamos a casa y aún nos da tiempo de tomar un baño y echar una sauna en sus dos modalidades, mixta, con pudoroso bañador, y unisex, desnudo por completo. Salgo y entro, entro y salgo. La tensión es baja y, a diferencia de Oskar, no aguanto mucho tiempo en estos lugares…

PS: "Hoy el bajo bretón, el vasco, el gaélico mueren de cabaña en cabaña, a medida que mueren los cabreros y los labriegos. La lengua de los indígenas se extinguió en la provincia inglesa de Cornualles hacia el año 1676. Un pescador les decía a unos viajeros: “no conozco más que cuatro o cinco personas que hablen bretón, y son ancianas como yo, tienen de sesenta a ochenta años; ningún joven sabe ya una palabra de él”.

Chateaubriand, François de: Memorias de ultratumba (Libros I-XII). Tomo I. Página 316.

17.8.09

Tercer día. 6 de agosto

Madrugamos. Mucho. Helsinki queda a unas tres horas. No se puede correr. En general, la velocidad está limitada a ochenta por hora y hasta Lahti no cogemos la autovía (en el español peninsular las autovías se cogen, no se toman. Por algo construimos un Imperio). Llegamos a Helsinki. Aparcamos a diez metros de la plaza del Senado. Como si en Madrid aparcaras en la Puerta del Sol. Cuando los rusos se hicieron con el país trasladaron la capital a Helsinki desde Turku, para acercarla más a San Pertersburgo y alejar al Gran Ducado de la influencia sueca. Destruida por el fuego, la ciudad fue reconstruida siguiendo las instrucciones de Carl Engel, arquitecto tudesco que había participado en el desarrollo peterburgués. La plaza senatorial respira aire eslavo Las religiones convivían con naturalidad. Los fineses parecen abordar con naturalidad el pasado. La estatua del zar Alejandro II sigue colocada con naturalidad en medio de la plaza. La catedral luterana se come esta parte de la ciudad, majestuosa y azul. Por dentro, como los templos protestantes, es pobre. A poca distancia, ya en el islote de Katajanokka, la catedral ortodoxa, el mayor templo de esta fe en la Europa occidental, si es que estamos en Europa occidental. Cada uno con su Dios, y Dios con todos. Un par de restaurantes españoles. Pero nosotros no hemos venido a comer gazpacho. Todo es caro. El mercadillo frente al puerto. Almorzamos en Kappeli, hermoso quisco de vidrio y metal ubicado en la Esplanadi (la Santa Clara local), la calle señorial de Helsinki y luego un paseo hasta la estación de tren, obra de Aalto. De camino, el hotel donde se aloja Madonna y unos pocos cientos de fans. Pienso en el Kalevala, tan de mediados del XIX. Cuando había que inventarse naciones porque los Estados ya no soportaban la legitimidad divina. Y pienso también que la ciudad es joven, que hace sol y que hay unos euros en el bolsillo. Y en algún lugar, un viejo carcomido por el gin y la nostalgia volvería a sonreír: merecía la pena.

PS: “En estos pasajes sobre el pueblo (volk), Herder previó al menos tres elementos del nacionalismo romántico. El primero, la idea de que el Volk es dinámico y no estático, un organismo vivo sometido a leyes “naturales” de desarrollo. El segundo, el papel fundamental del idioma en este desarrollo, lo cual alejó a Herder del universalismo de la Ilustración y lo llevó hacia la exaltación de las diferencias y las particularidad locales. El tercero, el papel decisivo del intelectual en este proceso, en tanto que creador literario, historiador local y lexicógrafo y, con mucha frecuencia, en tanto que dirigente revolucionario en las barricadas”.

Ascherson, N.: El mar negro. Cuna de civilización y barbarie. Barcelona, andanzas, 2001. Páginas 242-243.

15.8.09

Segundo día. 5 de agosto (II)

Como es el primer día, nos acercamos a conocer Mikkeli, capital de la provincia, a poco más de media hora en coche. No hay grandes ciudades en Finlandia. La orografía y el tipo de poblamiento no lo permiten. Mikkeli es fea, parece más una ciudad del este que una ciudad nórdica. Hay mucho lanas, es una cosa que llama la atención; la estética del quinqui de izquierda aquí hace furor; muchos jóvenes lo llevan, atildando la ciudad con su imagen. La catedral es reciente, luterana y reciente. De mediados del XIX. Cuando Rusia se hizo con Finlandia, favoreció la identidad finesa como forma de alejar a los nativos de las influencias suecas que durante siglos habían perneado el carácter de los naturales de estas tierras. Muchas ciudades, como Mikkeli, son de entonces.
Todo cambió cuando Rusia se convirtió en la Unión Soviética. La guerra de agresión, tras el incidente de Mainila y la guerra de continuación. La torre de comunicaciones está dedicada a aquellos conflictos. Una joven nación que se resistía a morir bajo la garra soviética. Muchos de los comunistas fineses, quizá sabiendo lo que se les venía encima, optaron por la patria antes que por el socialismo. Almorzamos. Una cerveza extraña, casera y sin alcohol. Un pescado delicioso. El vino, monopolio estatal, es caro. En las cartas los vinos españoles tienen una presencia discreta, pero real, compitiendo con caldos chilenos, argentinos, sudafricanos y australianos. Nos acercamos al puerto. Hay un crucero que recorre una mínima parte del Saimaa. Allá vamos. Verde lujurioso. Azul pálido. Casi dos horas de navegación. Unos veinte grados. Se hace tarde. Volvemos a casa. Hoy vamos a cenar a Anttola. Un bar. Si esto fuera América, los parroquianos serían, en su gran mayoría, white trash. La trama urbana es extraña para un meridional como yo. Algo de carne por fin. Oscurece a eso de las once. Hay que dormir, mañana vamos a Helsinki.

PS: "Muchos líderes comunistas extranjeros estuvieron entre sus víctimas; Stalin asesinó a más jefes comunistas alemanes y polacos que Hitler".
Laqueur, W: Stalin. La estrategia del terror. Ediciones B, Barcelona, 2003. Página 79.

13.8.09

Segundo día. 5 de agosto (I)

Amanecemos pronto. Aquí se hace de día a las tres de la mañana y así no hay quien duerma. En los alrededores de la Casa hay una exposición de arte contemporáneo. Todo es silencio. Paseamos sin apenas hablar. Acaban de izar la bandera finesa.

Desayunamos. Uno ha de ser respetuoso con los lugares que visita, y más cuando come y duerme en ellos. Y una forma como otra cualquiera de ser respetuoso es conocer la historia de los que allí vivieron. La casa los Demidoff. Una familia ilustre. De rancio abolengo: llegaron a prestarle dinero al Zar. Cuando la cosa empezó a ponerse complicada, Aleksander Nikolaevitsch Lopuchin Demidoff compró la casa para que pudiera servir de refugio tanto a su familia como a la familia imperial. Iluso. En el esquema mental de aquellas gentes era inimaginable que esa plaga llamada comunismo actuara como actuó. Jamás les hubieran permitido estar cómodamente exiliados; el comunismo soviético era una ideología totalitaria, ya del siglo XX y no hacía prisioneros, ni siquiera entre su propio pueblo. Los Demidoff pudieron huir. Se refugiaron en Anttola, a menos de trescientos quilómetros de la capital Imperial, ahora rebautizada como Leningrado. En la zona aún se recuerda a la familia, y se recuerda su generosidad en los tiempos duros de la consolidación del naciente Estado finés. De hecho, Aleksander fue compañero y amigo del general Mannerheim, auténtico héroe de la resistencia finesa al comunismo y claro vencedor en la guerra librada para consolidar una cierta democracia en la joven República. Pero a los Demidoff la historia los dio de lado y se acabaron arruinando. La esposa de Alekasander, Natalia Dmitrjevna Demidoff, murió en la indigencia más absoluta en 1956, tras haberse trasladado a vivir de la caridad pública a la cercana Mikkeli. Nunca asumió el cambio que sufrió su familia cuando ella era una joven que había casado con un importante noble de la Corte. Los hijos del matrimonio se dispersaron; y aunque uno de ellos, Nikolai, se quedó en Finlandia, cambió el apellido a sus hijos, que pasaron a llamarse Tammipuu.

PS: "[...] el 15 de agosto [de 1933], en la Escuela de Verano de las Juventudes Socialistas, [Largo Caballero] fue aun más contundente: "Hoy estoy convencido de que realizar la obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible". Entre alusiones a la dictadura del proletariado y elogios a la Rusia soviética, sentenció que "después de la República no puede venir más que nuestro régimen".

Avilés Farré, Juan: La izquierda burguesa y la tragedia de la IIª República. Servicio de Documentación y Publicaciones de la Comunidad de Madrid, Madrid, 2006. Páginas 262-263

11.8.09

Inicio del viaje (4 de agosto)

Nos toca madrugar. El taxi viene a buscarnos a las tres y media de la mañana. Es argentino. Trabaja con su hermano, que también se vino. Volamos vía Amsterdam. El vuelo hasta las Provincias Unidas es tranquilo. Aburrido Schiphol. Todo en hora, son luteranos. Empiezo con Gomorra, de Saviano, vía Miquel Barceló. Llegamos a Helsinki. Hace sol. Coche de alquiler. Nos ponemos en marcha, aunque observamos sorprendidos que la autovía acaba en Lahti, el resto del viaje las vías son similares a las portuguesas, cada cuatro quilómetros hay doble carril para quitarte a los camiones de enmedio. Paramos a echar un café y, al salir, vemos que el coche no arranca, hay que joderse. Hay policía en el área de servicio. Esta será otra constante en el viaje, la policía sólo está en los bares. Amables, los polis lo arrancan. El truco está en que aquí hay que embragar el coche para poder arrancarlo. Seguimos el camino. El paisaje es el que nos acaompañará todo el viaje: árboles, lagos y sol, por este orden.
Nos desviamos en Mikkeli y enfilamos hacia Anttola, un pequeño pueblo a unos treinta quilómetros de la St. Michel sueca. Por fin, arribamos a nuestro destino. Anttolanhovi, situado a orillas del Saimaa. Nos recibe Leena. Habla un español pasable. Suele ir una vez al año a Fuengirola. Cuando vamos a la habitación a dejar las cosas pongo la tele. Es un vicio a ver cómo suena el idioma. Son las ocho, aquí es prime time. Yo esperando un programa sobre renos o sobre saunas y me sale Resines, manda cojones. Los Serrano, en español con subtítulos al fines en hora de máxima audiencia en la tele pública. Unas cervezas y a cenar, que estamos cansados. Cerveza casera, sin apenas alcohol y luego cena en el restaurante, salmón ahumado, simplemente delicioso.
No acaba de hacerse de noche. Un paseo por el entorno. Estamos en una casa Imperial. Ya les contaré la historia. De cuando en Rusia había nobles y tal, pero ahora son casi las once. Nos vamos a dormir. Estamos molidos.


PS: "En enero de 1938 […] la clase política [en el gobierno de Burgos] inició una carrera para tratar de situarse, con alguna excepción notable como la del conde de Rodezno […] Interrogado por un ex ministro liberal sobre quiénes ocuparían las diversas carteras en el supuesto de que Don Alfonso XIII recuperase el Trono, Rodezno respondió:

- Pues usted o ese otro señor; cualquiera. Eso es cosa de secretarios.

Su interlocutor, desconcertado, inquirió qué era lo que haría entonces el conde; su respuesta fue antológica:

- Ah, yo pasearé con el Rey y hablaremos de caza.

Citado por Borràs Betriu, Rafael: La guerra de los Planetas. Memorias de un editor. Ediciones B, Barcelona, 2005. Página 535

7.8.09

Por Suomi -parte previo-

Desocupado lector. Ya hemos estado en Helsinki, Mikkeli, Savonnlina...
A ver si recopilo las notas disperas y le voy contando...
País sorprendente. Como para casi todos los espanholes, Filandia era para mí las Cartas de Ángel Ganivet. Y las figuras más destacadas de su cultura, pues los clásicos: Aalto, Nurmi, Litmanen, Häkkinen y Räikkönen, siendo su obra más conocida, el Rally de los mil lagos.
Paz y silencio, vive Dios...
Pendiente aún Imatra y Laappenranta. Se admiten recomendaciones.
El Perdiu

3.8.09

El viajero

Llegamos a Barcelona. Festival perico. Paseo por el Borne. Mañana, con el alba, a Helsinki vía Amsterdam. Allí cogeremos un coche para dirigirnos hacia el este, cerca de la frontera rusa, a las cercanías de Mikkeli, donde echaremos la semana. Paseos, barcas y noches blancas. A mediados de mes, espero, partiremos para la Sanabria.
Lo más difícil, como siempre, ha sido elegir la lectura. Me había prometido llevarme Postguerra, de Judt, o La revolución rusa, de Figes. Al final, la maleta impuso su ley -el tamaño importa, claro que importa-. Así que me hice con Filología catalana. Memorias de un disidente, de Pericay, A sangre fría, regalo de Jimena, de Capote, y Desde el monte Santo, vía Miquel Barceló. Ya les iré contando. Por cierto que también me hice con el especial de la vanguardia sobre turquía. A ver si algún día tengo un rato y les hablo de la vanguardia...