21.8.09

Quinto día. 8 de agosto

Volvemos a partir hacia el este. Hacia Imatra, localidad fronteriza en la Carelia. Pasado y presente. Pasado, los rápidos del Vuoksi, declarados zona protegida por el zar Nicolás I en 1842. El presente, la producción hidroeléctrica y las fábricas de papel. Nos perdemos. El modelo de población es similar al de los Estados Unidos; pequeño núcleo urbano y varias casas diseminadas. Paramos en un hotel a preguntar. Nos atiende Riita. Chapurrea español. También va a Fuengirola. Intrigado, pregunto: “Puede llover en Barcelona o puede estar nublado en Valencia –me dice en inglés–, pero en Fuengirola it´s always sunny". Misterio resuelto. Riita nos ayuda a interpretar el mapa local. La parte nueva de la ciudad está hecha de centros comerciales y de plazas que son como los no-lugares de Auge. La parte que rodea la presa, los rápidos y el Vallionhoteli (un magnífico edificio de piedra de principios del XX) es lo mejor de la ciudad. Aquí venían los nobles rusos a descansar. El zar construyó, para ellos y para sí mismo, el Parque de la Corona (Kruununpuisto) a ambos lados de los rápidos. Almorzamos en un parte excéntrica de la ciudad, cerca del puerto. En el primer café al que nos acercamos nos atienden dos gañanas con pocas ganas de trabajar. Así que nos vamos al hotel de cinco estrellas que está detrás. Comemos como un cura con dos parroquias, en la terraza del restaurante, por cuatro perras. A la vuelta visitamos la Iglesia de las Tres Cruces, de Aalto. La arquitectura que, dentro de dos o tres siglos, se conocerá como arquitectura del siglo XX. Hay una boda y no podemos entrar a verla por dentro. Seguimos nuestro camino. Mañana es domingo y no nos vamos a mover de Anttola. Hay que hacer bici, remo y paseo…


PS: "[…] con más culpabilidad, muchas personas de posturas liberales […] mostraron con total irresponsabilidad sus simpatías con los terroristas, hasta el punto de ayudarles y respaldarles, en vez de dar apoyo a los esfuerzos que el régimen trataba de llevar a cabo en pro de la reforma. Esto es especialmente cierto en el caso del Partido Cadete, liberal, que adoptó la dudosa doctrina de que no existía un solo enemigo a la izquierda, y cuyos miembros pasaron a ser los principales defensores del terror dentro de la opinión todavía respetable".

Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Página 88.

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