31.10.10

Diez minutos del jueves, aunque no sea 16 de junio de 1904

La tos, puta tos, acabar el proyecto. Ponte con el artículo, ¿par qué querrá el cliente un artículo que nadie va a leer?. Un café, ¿Has cerrado la cita?, ¿a qué hora vamos al MITYC?. La espalda, joder son las once ya casi, y no sé qué hacer. No sé, hay un problema con el procedimiento de Registro. Han quitado una autorización. Creo que la reunión es a la una y media Josemanuel. No hay perdidas de ningún número oculto. Ha vuelto el frío. ¿Una hernia discal? Ufff, eso es jodido chacho. La presentación en la Fundación es el jueves, por eso no puedo estar en Mérida ese día, joder te lo había dicho ya, no me cierres reuniones para el jueves, sólo martes y miércoles. Bajaré desde Sanabria, son casi cien quilómetros más, ya lo sé, pero me evito volver por Madrid. ¿Has acabado la parte de consultoría de la presentación? Es el área que quiero que lleves. La tos. La espalda. No lo tengo, lo siento, ahora me pongo. Sólo quiero cinco minutos de silencio. Hay que terminar de repasar medi, nos faltan cuatro años por descargar, no vamos a llegar a tiempo. ¿Has hablado con los de la empresa de Málaga?. ¿Por qué está triste? Los versos de Claudio Rodríguez, qué tiempos estos que las cosas puras ya no se celebran. Estoy esperando a los de las hormigas de Albacete, no sé si les va a parecer muy caro el presupuesto, pero es lo que hay. Otra vez el móvil, ahora el del curro, no hay llamadas perdidas de oculto. Tengo que decirle a Albert lo de que Incendies se ha hecho película y está concursando en la Semici. Ahora suena el teléfono. Es John, mierda. Vaya. No te preocupes, yo ya me imaginaba que iba a tener poco tiempo para hablar, en las mesas redondas siempre el que habla el último lo hace con poco tiempo, pero de verdad, ningún problema. Sigo detrás de que presentemos el libro en el Colegio. Te voy diciendo. Josemanuel, ¿has traído coche? La tos. La espalda.

Nadie lo ha leído, pero todos sabemos que el Ulises de Joyce es el libro que cambió la forma de escribir novela en el XX precisamente por reflejar que dentro de cada uno de nosotros habita el otro, y suyos son, como decía Juaristi, nuestros fantasmas más queridos.

29.10.10

Buenas historias en literatura ligera

Acabé La Ruptura. Me falla algo en el estilo de Koch; ya me pasó en su volumen sobre Münzemberg, magnífico pero mal escrito. Superficial. de periodista en el peor sentido de la palabra. Es verdad que quizá todo se deba a los temas que trata, pero no lo sé, hay algo que no termina de gustarme en su forma de escribir. Para el tema en sí, más interesante la obra de Martínez de Pisón. En este libro la figura de José Robles es sólo una excusa; de fondo, la relación entre el botarate de Hemingway y Dos Passos. Como aquel aceptó ser un tonto útil al servicio del comunismo internacional, y como el otro fue capaz de hacerse preguntas incómodas a raíz del asesinato de su amigo Robles en la cada vez más dominada por los soviéticos Valencia de 1937. De fondo, la política de la Unión Soviética en relación con los intelectuales. Y varios personajes siniestros: el terrible Álvarez del Vayo, ministro de exteriores dizque español y agente soviético hasta el final. El mismo que esta pandilla de analfabetos que dirige hoy el PSOE rehabilitó recientemente. Joris Yvens, un cineasta al servicio de la inteligencia soviética; Liston Oak y su tardía caída del caballo. Los generales que lucharon aquí en una guerra que su patrón no quería ganar y que no tardaron en ser devorados por el terror al que servían, como Kolstov o como Gorev. Y agitadores, en fin, como Otto Katz.
Una historia interesante, ya digo, pero contada de manera ligera. No mejora desde luego la mala imagen que siempre he tenido de Hemingway. Aunque me ha permitido conocer algo mejor a Dos Passos.


PS: "En 1995 se reveló públicamente que el FBI había recopilado en secreto telegramas en clave enviados desde el consulado soviético en Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial. El llamado “Proyecto Verona” no empezó a descifrar estos telegramas hasta 1946, cuando pudo disponer de recursos. Los mensajes no solo revelaban el grado de penetración de los espías soviéticos en el Proyecto Manhattan, sino también el reclutamiento de agentes de espionaje estadounidenses en las más altas esferas del gobierno. Nunca se pudo averiguar la identidad ni siquiera de la mitad de los nombres en clave soviéticos, pero se descubrió que entre ellos había 349 agentes norteamericanos trabajando para Stalin. [….] debido a la necesidad de mantener la confidencialidad de esta fuente, la existencia del Proyecto Verona se mantuvo en secreto y dicha evidencia no se utilizó nunca en procesos judiciales. Si se hubieran admitido los desciframientos, muchas de las disputas jurídicas y periodísticas acerca de la culpabilidad o la supuesta inocencia de figuras polémicas como Alger Hiss o Julius Rosenberg se habrían podido cortar como el nudo gordiano".
Tzouliadis, T.: Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin. Debate, Barcelona, 2009. Páginas 309 y 310

27.10.10

A vueltas con la tierra

Llegar al oeste en otoño, cuando oscurece. Saber que hay un amigo esperando para cenar. Un amigo y su familia. Qué pena llegar solo, cuando el fuego en la chopera estaba aún encendido. Que la cena sea, además, en el Parador. Una copa después. Hablando sobre la Castilla que se va, la que se muere, la que no volverá y la que recordaremos, nostalgia, dentro de cuarenta años, cuando ya no haya libros y el otoño sea sólo un programa de ordenador. Hablamos de la banalidad de la política. De cómo un país que nombra ministro a Pajín es porque ya no necesita a los ministros para nada. Hablamos también el presente de esta periferia de la periferia, en la que ya no hay nada que hacer, salvo emigrar. Hacemos un plan para su sábado. El Tejedelo. Un espacio mágico en el otoño sanabrés, ya con agua, no como en agosto. Almuerzo en el Empalme. Tarde por Escuredo, claro. El mejor sitio para ver amarillear los árboles en toda Sanabria. El domingo a por setas, en el barreriro, que con los años he descubierto, como tantas otras cosas, que estaba en Cubleiros.

Enseñar tu casa a unos amigos.

Pocas cosas más gratificantes.


PS: "Kyselak es uno de esos menospreciadores de masas, numerosos también hoy que, apretujados entre sí en el autobús atestado o en la autopista atascada, se consideran, cada uno de ellos, habitantes de sublimes soledades o de salones refinados y deprecian, cada uno de ellos, al vecino, sin saber que se les paga con la misma moneda, o bien le guiñan el ojo, para darle a entender que, en aquella multitud, sólo ello dos son almas elegidas e inteligentes, obligadas a compartir espacio con el rebaño".

Magris, Claudio: El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2000. Pág. 142

26.10.10

Almuerzo con el pequeño Juan

Almuerzo con John the Minor. Y una larga sobremesa hablando de todo. Empezamos con el tema de su libro, a cuenta de la libertad de expresión y los choques de civilizaciones. Interesantes teorías. Cada vez lo veo más orteguiano. Quizá yo también esté entrando en una edad en la que o uno se hace orteguiano o es que no se ha enterado de nada. John abandonó la Administración mayor, tras varios años en la tele. A veces, cuando lo veo, pienso en mi amigo Rudulí, o en mi querida Hannah: gente capaz que no necesita ser funcionaria para ganarse la vida honrada y holgadamente. Ahora gana mucha pasta a su aire, y le va de miedo. Y yo que me alegro. Me hace algunas propuestas que puede que se plasmen o puede que no. Propuestas relevantes, de nivel nacional ya. A mí no me pasa, no me pasará, como a aquel Sergio del que me hablaron una vez: yo nunca llegaré si no tengo la compañía que necesito. Y que quiero. Las cosas son así. Y ya me voy conociendo. Recuerdo hace muchos años, quizá diez. Empezábamos a salir. Quizá llevábamos dos meses. A la par empezaba nuestro primer postgrado. Yo era profesor. Imagínese, lector, la ilusión: apenas hacía dos años que había terminado la carrera y empezaba como profesor. Estábamos en la esquina de Viriato con Santa Engracia. Parece que lo estoy viendo. Me acerqué a ella. Nos dimos un beso. Le enseñé el programa, con mi nombre por algún lado. Lo cogió. Ni lo miró, lo arrugó y lo tiró a la papelera. Tardé mucho en recuperarme de aquello. Cosas como esa no mejoran la autoestima, no. Por eso sé que necesito, quizá como todos, el aliento de algunas personas para seguir esa escalada que inicié hace años y que quizá ahora se detenga de nuevo. Ya veremos.

En cualquier caso, lo mejor del almuerzo llega al final. Nos intercambiamos libros; uno que él ha dirigido, uno en el que yo participé. Qué hermoso placer es abrir el libro escrito por un amigo. Pocas cosas lo superan. El problema es los leo y desde una perspectiva crítica. A ver si vuelvo a verlo y comentamos. ¿Soy la única persona en España que entendió la tesis de Fukuyama?

Vamos a ver si lo podemos presentar a lo largo del mes que viene. John me invitó además a subir a su mesa redonda mañana miércoles. No sé si me dará tiempo a prepararme algo. Y vuelvo a lo mismo. A veces la pregunta clave es para qué.


PS: No es una contractura, cagontó. A las nueve y media cita con el traumatólogo, a ver qué me recomienda.


PD: Gregorio Morán escribió una vez que, en una época determinada de la historia de España, Ortega era un frontón en el que todos hacían rebotar sus reflexiones.

25.10.10

La Diada

Estuvimos en Alcañices. Celebrando la Diada. A veces me asustan este tipo de actos, y por eso me parapeto tras una cámara, para esconderme. Llegué con la fresca. Había niebla aún en los embalses. Qué hermoso trayecto por el occidente zamorano.

Varios reencuentros; un placer volver a ver a Don Manuel, que sólo hay uno en la provincia, una charla con Juan, siempre un placer. Nos gustó mucho tu artículo, ¿por qué no nos mandas más?. Hombre, cómo estás, ¿por qué no venís a verme un día y charlamos mientras almorzamos tranquilamente?. ¡Siempre nos vemos en la provincia, llámame por Madrid que tenemos que quedar!. Tengo a unos amigos alojados en una de tus casas en Puebla y están encantados, gracias, gracias; ¿Por qué no venís por Toro y veis cómo ha quedado la Plaza?. ¡Hombre amigo, qué tal!, a ver cuándo volvéis y tomamos un café por mi ciudad; ¿cómo van las cosas por la capital? será un placer alcalde. A ti ya te saludé, qué tal alcalde, bien, ahí seguimos, luchando…

El acto bien organizado. Alcañices. La Raya en estado puro. El tratado que dio forma a una de las fronteras más antiguas de Europa occidental. Una hermosa escultura de Coomonte, en un marco de soledad, el antiguo claustro de un convento. Los vientos que unen a las personas. Emoción entre los premiados. Buen discurso del sanabrés Antonio Cancelo. Lágrimas en la cara de Ángel Nieto. Inteligente discurso del presidente de la Diputación. Luego un paseo hasta el almuerzo. De camino, una conversación. No soy mal tipo, y me duele que alguien pueda pensar mal de mí. No es fácil nada de esto. No. Joder, pero para mí tampoco. A la mesa con los responsables de varias Casas de Zamora. Cada vida es una historia, igual que cada Casa. Casi quince mil zamoranos en la provincia de Pontevedra. Era el punto de salida para América. En Baracaldo. Les recordaba en la comida que fue el primer sitio al que emigro mi padre, con apenas veinte años, y que allí estuvo durante unos años, antes de ir a Madrid.

No hubo copa. Vuelta a la Sanabria, mientras oscurecía, por el oeste. Siempre hacia el oeste.


PS: "Los lazos que conectaban [al] [...] hombre medieval a su parroquia y gremio les daban seguridad y orientación. cuando en la época moderna esos lazos de tribu y gremio se rompen, la persona se individualiza, se enfrenta a una nueva etapa: enraizarse y meterse en la sociedad industrial por otros medios que los lazos tradicionales de la comunidad preindustrial. al ganar en individualismo se gana también en aislamiento, el cual genera un sentimiento de impotencia y ansiedad. si no sabe o no puede crearse otros lazos de integración y serenidad, el individuo caerá en la sumisión con tal de sentirse acompañado y pertenecer a un todo que le absorba".

Racionero, Luis: El progreso decadente. Repaso al siglo XX. Espasa, Madrid, 2000. Página 60

23.10.10

De la red social a la red

Estuvimos viendo, claro, La red social. No entiendo cómo la gente critica tanto a facebook, o al uso que algunos hacemos de él. Es un entretenimiento, sin más trascendencia. Como ver la tela, cantar, tocar la guitarra o pasear. Y si el entretenimiento te gusta, lo usas. ¿Qué problema hay? Será la tecnofobia, que no acaba de dejarnos en paz a los españoles. Las redes sociales cambiarán, están cambiando, nuestras vidas. Nuestra forma de comunicarnos. Nuestra forma de ignorar a alguien, nuestra forma de conquistarlo, nuestra forma de seguir a una persona con el rabillo del ojo. Facebook es sólo una herramienta, es cierto, pero las redes sociales, que siempre han estado ahí, son mucho más. Son una bendición para los que somos lo que los sociólogos llaman “promiscuos sociales”, gente que disfrutamos sabiendo de la gente y que somos capaces de mantener relaciones poco intensas con muchas personas.

La peli. Buena. Casi un thriller de espionaje industrial en la época de las punto com. Cómo una buena idea de negocio puede estar donde uno menos lo espere. Y lo friquis que son, en general, los informáticos. La peli tiene ritmo y está bien contada. Algunas cosas (la traición, la confianza, el sexo, la ambición) son tan antiguas como el hombre, y siempre nos acompañarán.

Una peli recomendable. No deje de verla, desocupado lector.


PD: Mi espalda y yo estamos a la Sanabria. Y en un rato, iremos a celebrar la Diada de la província, a Aliste. Ya les contaré.


PS: Ángel Guillén escribió en Revista de Libros: “La mayor parte de nosotros no somos conectores: tenemos un círculo de amigos restringido y notamos que no disponemos del tiempo ni de la energía para mantener contactos con mucha gente; contactos que, además, serían ocasionales y nos resultarían poco satisfactorios. Pero los conectores tienen una cualidad psicológica especial: son maestros en lo que el sociólogo Mark Granovetter llama «el nexo débil»: tienen muchos conocidos y no rehúyen, dada su idiosincrasia, las pequeñas obligaciones que supone mantener un nexo débil y esporádico con ellos, tales como felicitarles por su cumpleaños o enviarles una postal o correo electrónico por Navidad. Así consiguen mantener viva una copiosa agenda de relaciones, la mayoría de las cuales con un nivel de intensidad tan tenue que la casi totalidad de nosotros seríamos incapaces de asumir o de verles siquiera el sentido. Estos conectores son los que acortan de manera tan sorprendente los grados de separación entre uno mismo y otro ser humano arbitrariamente seleccionado de este planeta. Son personas que conocen a muchas otras personas (son los promiscuos sociales), y nosotros conocemos que las conocen, de modo que acudimos a ellos para, cuando nos hace falta, entrar en contacto con desconocidos que en un determinado momento presentimos que nos van a ser de utilidad".

22.10.10

Gente de otra pasta (III): Mi General

Sólo lleva en el planeta dos días más que yo, así que puedo presumir de conocerlo bien. Mi General. El hombre que cogió el primer avión para estar conmigo. Nuestras vidas se cruzaron ya casi de inicio. En El Mercado. En la ferre. Casi treinta primos, un negocio con cristalería, forja, azadones, cuatro piso y “ahí atrás”, el espacio en el que todos nos refugiábamos. No es fácil contar, a estas alturas, lo que para un niño significaba aquel mundo ya tan lejano. Un mundo en el que un pastor alemán, cómo olvidar al mauri, nos llevaba a los nietos más pequeños al río, sí sí, al río, a la peña, y luego nos devolvía sanos y salvos a casa. Nos hicimos amigos. Mucho. También estaba Oriñón, claro. Y las hogueras, y las chirlas. Y nuestras primeras discusiones sobre la muerte de Kennedy. Con apenas diez años. Vaya tela.

Nos fuimos haciendo mayores y nuestros mundos se fueron separando. Nuestros mayores dejaron de llevarse bien. Pero él y yo tuvimos tan pocas dudas que ni siquiera nos sentamos nunca a hablarlo. Con nosotros no podrían; ni los niños heredan los pecados de los padres ni han de compartir sus gustos, ni sus filias ni sus fobias. Hasta ahí podíamos llegar. Y esto con apenas doce o trece años. Así que nunca nos perdimos la pista, y esto nos permitió llegar juntos a la edad adulta. A la que yo entré con úlcera de estómago, por cierto, pero esa es otra historia. Se vino a Madrid, paso previo a su paso a los Estados Unidos. Nunca nos perdimos de vista. Nos vemos siempre que podemos. Allí volé, a su boda, tres semanas después del once ese. Con dos cojones. A ver si creían los moros que me iba yo a perder tamaño acontecimiento. Allí nació mi ahijado. Qué ilusión ser el padrino de su primogénito.

A Mi General y a mí, seguro, nos separan muchas cosas más de las que nos unen. Pero gracias a dios, las que unen son mucho más relevantes. Es cierto que nunca nos ponemos de acuerdo ni con el vino (él bebe esa agua de fresitas modelo Hello Kitty que dicen Rioja), ni con la política, ni con la comida, ni con la piratería, ni con la guerra de Iraq, ni con los seguros médicos, ni con el gobierno de España, ni con nada de nada. Pero tenemos algunas cosas claras. Y muy relevantes: no nos gusta gritar, ni que nos griten; buscamos siempre el consenso antes que la discusión; intentamos respetar a los demás; siempre pensamos que las demás personas, todas, son fines en sí mismas y no medios; y los dos pensamos que sólo la cultura, en sentido amplio, permite realizarse a las personas. Y los dos somos del Athletic, claro.

Así que he colgado, tras su último viaje, y tras el encuentro especial que tuvimos en el vasco al que me arrastró, un calendario en casa con el primero de septiembre de 2013 marcado. Ya cuento los días. Pocas cosas me hacen más feliz que imaginarme paseando con mi familia con la suya por la playa de Oriñón, algún día dentro de varios años. O recorriendo las siete calles en su compañía.

Hay personas a las que no pienso renunciar. Hay gente que ha nacido para luchar, ¿verdad Mi General?


PS: "De la cosmología newtoniana no solo se deriva la teoría que propició la industrialización, sino también el terror de Pascal ante el Universo vacío de sentido humano: ese "silencio eterno del espacio sideral", ajeno al hombre, vacío de inteligencia o espíritu".

Racionero, Luis: El progreso decadente. Repaso al siglo XX. Espasa, Madrid, 2000. Página 79

21.10.10

Cortesías

Es verdad que El Perdíu no se prodiga mucho fuera de esta bitácora, pero cuando la petición viene de un buen amigo que además ha sido compañero y compadre de este y otros negocios durante años, no puedo negarme. Una persona que me ha acompañado en varios trabajos y en varios entornos. Con la que me he cruzado en cantidad de trabajos y con la que estaba, codo con codo, cuando todo esto empezó, en un despacho de Badajoz viendo
Así que el post de hoy, de manera excepcional, se muda a otra bitácora. Que ustedes lo disfruten, pinchando aquí, claro.

20.10.10

Cine del de verdad, con Edith Piaf de fondo

Ya sé. Ya lo sé. Ya sé que la he visto con doce años de retraso. Ya sé que no tengo perdón, pero es que hay décadas que no está uno para nada. Ayer ví Salvar al soldado Ryan y creo que, efectivamente, no sólo es una de las mejores películas de la historia del cine sino que, además, cambia la forma de enfocar el cine bélico. Una historia bien contada. Redonda. El horror de una guerra. La locura de la violencia. La cobardía. El honor. El valor. Algunas escenas memorables: la espera de la última batalla, mientras suena Edith Piaf en el gramófono es, sencillamente, inolvidable. Y ya forma parte de mi memoria del cine. Algunas curiosidades, Ryan forma parte de la Easy Company, la misma sobre la que gira Hermanos de Sangre. Qué joven Matt Damon, por cierto.

Ellos nos salvaron. Desde luego, sin su ayuda los europeos no se hubiera desembarazado tan fácilmente ni de Hitler en primer instancia ni de Stalin en segunda. Muchos de ellos, además, dejaron su vida aquí por nuestra libertad. Cuando se instalaron en Francia y luego en Alemania, gracias a dios, no había medios como El Periódico de Cataluña o La Sexta que los hubiera llamado “ocupantes” a ellos y a los nazis “resistentes”. Toda esa basura intelectual quedaba para los, gracias a dios, minoritarios comunistas. La generalización de la bazofia ha venido después. Así nos va.

PS: “Toda expresión de apoyo a los intereses angloamericanos, en Francia o en el extranjero, fue estigmatizada de “colaboración”; Estados Unidos, de manera análoga, pasó a ser “el ocupante”. La campaña contra el Plan Marshall (ni mucho menos circunscrita al PCF) tomó como pretexto central la tesis de que el Plan era sólo la primera fase de una ocupación pacífica destinada a apoderarse de Francia

Citado por Judt, Tony: Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses, 1944-1956. Taurus, Madrid, 2007. 68

PS: Mi General en España. Siempre un placer. Y eso que sigo contracturado. Y tusivo

19.10.10

Una ciudad sobre la colina...

Terminé de ver John Adams, cortesía de James. Qué buena serie. Qué buena compañía la HBO, que todo lo que hace lo hace bien. Qué gran papel el del Paul Giamatti. De todos los padres de la nación americana, Adams era el más desconocido para mí. Ahora soy capaz de ponerles cara no sólo a él y al resto de líderes de la revolución americana, sino que además soy capaz de comprender algunos matices. La personalidad arrolladora y atractiva de Thomas Jefferson, de cuya pluma salió la esencia de la Declaración de Independencia, el respeto que inspiraba Washington, la hedonista y brillante personalidad de Franklin, el radicalismo de Hamilton

La historia de la independencia de las colonias británicas de la costa este del norte de América es una historia fascinante, no sólo porque fue una revolución triunfante en verdad, no como la francesa, sino porque muchos de nosotros venimos intelectualmente (al menos en parte) de ahí. Porque muchas de las cosas que nos han pasado vienen de ahí. La puesta en práctica de la teoría de los gobiernos limitados, la libertad como esencia, la búsqueda personal de la felicidad como un derecho inalienable… La historia, en suma, de una ciudad sobre la colina, a la que todos miran…

Una serie muy buena, en la línea de Roma, que complementa bien cualquier lectura o conocimiento de tipo medio que tangamos sobre la época, desde los primeros motines a finales de los sesenta en Boston, hasta la consolidación del nuevo Estado en el primer tercio del siglo. Cuando la vean, pensarán cómo yo, en aquellos versos de Shakespeare en Twelfth Night: “No temáis la grandeza”.


PS: Thomas Jefferson escribió una vez: “El Dios que nos dio la vida nos dio al mismo tiempo la libertad: puede que la violencia las destruya, pero no puede separarlas

18.10.10

No llegar nunca a cumplir sesenta y cinco años

Hoy hubiera cumplido sesenta y cinco años, me dijo mi madre poco antes de colgar, ayer. Hacía frío. Hay nombres que a uno lo acompañan toda la vida, aunque no llegaras a conocerlos jamás. Había nacido en 1945, y era el hermano que iba entre mi madre y Jesús. No llegó a cumplir los treinta años. Un estúpido accidente de circulación (¿hay alguno que no lo sea?) se lo llevó por delante en 1971. Apenas un par de meses antes de la boda de mis padres. Su recuerdo, imborrable, ha acompañado siempre a mi madre.

Uno no entiende, de pequeño, el dolor de perder a alguien. Ni lo que para una madre significa haber perdido a su hermano de manera trágica. A él siempre lo he sentido muy cerca. De pequeño todo el mundo me recordaba lo mucho que nos parecíamos, físicamente y en carácter. De mayor, también. No hará ni tres meses, saliendo de un funeral, una mujer se me acercó: “eres igual que tu tío Juli. Fuimos muy amigos. Siempre lo he recordado mucho”.

Ayer hubiera cumplido sesenta y cinco años. Todos los septiembres íbamos a misa, en el Mercado, “al cabo de año”. Recuerdo un día, yo debía tener unos diez años. Alguien entró en la ferre. Preguntó por él. Habían hecho juntos la mili en Palma y, de paso por Sanabria, su amigo quiso saludarlo. La abuela se echó a llorar. Tomaron café. Los veo aún a los dos allí, en la cocina que ahora se cae.

No lo conocí nunca. Creo que nos hubiéramos llevado bien. Y que me hubiera enseñado muchas cosas. Cuando conocí a Lorca en el bachillerato alcalaíno a veces pensaba en él leyendo el llanto por Ignacio Sánchez Mejías: “Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. / Los que doman caballos y dominan los ríos; / los hombres que les suena el esqueleto y cantan / con una boca llena de sol y pedernales. / Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra. / Delante de este cuerpo con las riendas quebradas. / Yo quiero que me enseñen dónde está la salida / para este capitán atado por la muerte”.

Y pienso también en ese fatalismo tan humano que resume el último verso del llanto: “También se muere el mar”.


Ayer hubiera cumplido sesenta y cinco años. Y, como leí algún día en algún sitio, cuando mi madre me lo dice, yo también pienso que las personas, algunas personas al menos, no se olvidan. Nunca. Sólo se aprende a vivir sin ellas.

17.10.10

El ¿gran? Vázquez

Si la infancia de un hombre es su patria, entre mis paisanos, sin duda, se cuentan las hermanas Gilda, Anacleto o el abuelo cebolleta. También, claro, Mortadelo y Filemón, y Zipi y Zape.

De los autores clásicos, a Escobar sí que lo tenía ubicado, e incluso escribí algo para nuestros viernes de Otoño sobre él cuando murió, a mediados de los noventa. A Ibáñez lo he seguido mucho, pero de Vázquez no sabía gran cosa de su vida hasta que nos acercamos a ver El gran Vázquez.

El resultado, por el lado humano, no puede ser más decepcionante. Un cara. Un geta. Si no hubiera sido buen dibujante, no hubiera pasado de ser un estafador de poca monta. Aquella España, que salía de una guerra y se nutría del trabajo callado, y duro, de muchos, también conoció gente que consideraba que las obligaciones son siempre de los otros y los derechos de uno mismo. La película es buena. Y agridulce. Porque uno no puede dejar de sentir cierta compasión por el gran Vázquez. Cómo tirar una vida a la basura. Cómo la potencia, sin control, no vale de nada. Cómo llega más lejos el que quiere que el que puede.

Hoy, sin duda, Vázquez, de seguir vivo, se contaría entre los de la ceja y sería calificado de hombre comprometido. Vivir para ver.

Recomendable, en cualquier caso, desocupado lector.


PD: Manolo García principiaba su canción “Prefiero el trapecio” así: "Con la hermanas Gilda duermo en una cama grande; / bailamos con las canciones del Sisa y el Peret. / En un edificio con ventanas sin cristales, / Carpanta y yo vivimos a base de latas de calamares”.

16.10.10

Papelillos... de seda

Aunque tengo abandonados, casi como postura ética, los papelillos, vuelvo a ellos de vez en cuando. Nos saludamos, encuentro alimentos para mis polluelos y vuelvo a mi territorio natural. De vez en cuando, son reencuentros fascinantes. Acabo de tener otro de ellos. Un libro que, se conoce, iba de boca a boca y yo sin enterarme.

Lo único que le pido ya, a estas alturas, a una novela, es que esté bien escrita. Y bien traducida, claro. Que me permita disfrutar con su lectura. Me ha pasado con la de Alessandro Baricco. Una historia que alguien te va contando despacio y en voz baja. Una época, la Francia de finales del reinado de Luis Napoleón, Emperador de los franceses. Un mundo, el de la burguesía emprendedora de provincias. Un mundo, cuando el oriente era aún el oriente y Japón y China apenas nombres lejanos.

Un hombre viaja a Japón durante varios años y siempre vuelve. Y siempre vuelve a irse. Una historia de amor. Y de deseo. De deseo carnal. Vivo. Frases secas, lapidarias. Cortas. Literatura. Un protagonista, Hervé Joncour, una de esas personas, dice el autor, que “prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla”. Como yo, probablemente, hace un par de años. Como Mi Coronel antaño. Como tantos otros.

Una novela sutil.

Un cuento en realidad.

Un dolor extraño.

Expresiones concisas; no se necesita mucho texto para dejar claras algunas cosas: “Tal vez sea que la vida a veces da tales vueltas que no queda ya absolutamente nada que decir”. Lapidario.

Bueno libro el de Seda. No deje de leerlo, desocupado lector. Para una vez que El Perdíu le recomienda un papelillo…


PS: Además, como escribe el poeta polaco Adam Zagajewski: “En ciudades extrañas / contemplamos las obras de viejos maestros / y, sin asombro, en añejos cuadros vemos / nuestros propios rostros. Habíamos existido / antes, e incluso conocíamos el sufrimiento, / nos faltaban tan sólo las palabras…”

Molina, Cesar Antonio: Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Destino, 2009. Página 475

15.10.10

Cinco cosas, en un viernes como este, con tan buena pinta

Uno. Pues a mí me parece mal, qué quieren que les diga. Lo de que silben a Zapatero, digo. Vale que los lanas no tengan educación y cuando están en la oposición estén todo el día en la calle insultando. Ni saben hacer otra cosa ni han creído nunca en la democracia. pero cuando un acto es institucional lo preside Su Majestad el Rey, los pitidos y los insultos sobran. A ver si aquí nadie va a saber diferenciar entre el Estado y el gobierno. Claro que, bien pensando, si ni siquiera el dizque gobierno es capaz de entender la diferencia, menos lo va a entender el pueblo llano.

Dos. Murió Manuel Alexandre, a quien conocí como el anticuario y a quien llegué, también a través de aquellos ladrones que se juntaban por las tardes en la oficina. Cuánto me hizo reír. Quizá no se pueda decir nada mejor de un cómico. Que la tierra, también a él, le sea leve

Tres. El artículo de una persona de la que, en general, tengo buena opinión. Que lo disfruten.

Cuatro. Qué hermosa es la prosa de Salazar Chapela. El hombre que cayó en el olvido porque, como escribió Espada, “decía la verdad”. Un viernes de cierta paz. Al fin. Todavía a estas alturas sigo disfrutando de mis regalos de cumpleaños.

Cinco. Mi General estará por aquí la semana que viene. Siempre es un placer. Y una gran noticia. ¡Buen viaje!



PS: "Yo, en cambio, conservaré el mío [un libro] hasta el día que me muera…, y moriré feliz sabiendo que lo dejo detrás para que algún otro lo aprecie. Pienso marcarlo a conciencia con suaves indicaciones a lápiz, para atraerá la atención de un amante de los libros aún por nacer sobre los mejores pasajes".

Hanff, Helene: 84 Charing Cross Road. [Carta del 12 de diciembre de 1952 de Helen Hanff a Frank Doel, Página 77

14.10.10

De nuevo hacia el oeste, los pequeños placeres de lo cotidiano

Estoy de viaje. Hacia el oeste. Sigo contracturado. Mi tos parece la de un fumador crónico. Pero está llegando el otoño. Y el otoño es una estación hermosa. Amarillean los árboles. Claudio Rodríguez me enseñó, nos enseñó, a mirar el cielo. Él cantaba mucho en esta estación: “Cuánto calor habré perdido” decía en uno de sus mejores poemas. Esta mañana, mientras me duchaba, pensaba en otros versos suyos: “Tras tanto tiempo sin amor, esta mañana / qué salvadora. Qué / luz tan íntima. Me entra y me da música / sin pausas / en el momento mismo en que te amo, / en que me entrego a ti con alegría”. A mí los amores me han nacido siempre en otoño, cuando se acerca ya el invierno. Seguro que es por algo. Quizá sea por la luz de cuando acaba el verano. La luz, en palabras del poeta “codiciosa, olvidadiza y cárdena” de noviembre. Esa luz que “nace entre piedras y las gasta”.

Saber que en otoño, cada mañana es la primera.

Un año antes de morir, el poeta checo Jaroslav Seifert publicó sus memorias con el inolvidable título de “Toda la belleza del mundo”. Es difícil expresar mejor lo que siento en algunos momentos.


PS: Pedro García Cuartango escribía ayer en El Mundo: “El calor del verano puede ser insoportable, la primavera crea expectativas desmesuradas y en invierno hace demasiado frío, pero el otoño es una estación abierta a los pequeños placeres de lo cotidiano”.

13.10.10

Levantar los ojos y escuchar al afligido

Días castellanos. Va entrando el otoño. Dejó de llover cuando llegamos y no llovió hasta que nos fuimos. A veces el tiempo nos respeta. Pasear. Una señora de unos sesenta años, en la puerta de su casa, me aborda y levanto la vista del libro, claro. Empieza a hablar: “hace un año ya y cada vez lo echo más de menos, se me cae la casa encima, no sé si hay que podar ahora, pero me entretiene, perdona que te interrumpa, ibas leyendo y yo aquí molestándote. No se preocupe, por dios, le dije". Hablamos un rato. Cuando me iba a ir apreté sus manos contra las mías. Manos ya envejecidas, unos setenta años. Es la vida, y hay que hacerse a ello. Lo sé, pero me cuesta, han sido tantos años. Ni aquí ni en Madrid estoy bien, no puedo dejar de pensar. Un marido muerto de cáncer, hace ya más de un año. Hazlo por tus hijas, y por tus nietos, es otra etapa que empieza ahora. La vida son etapas, pensaba mientras que la veía llorar furtivamente, y no darse cuenta de ello es no entender porqué ocurren las cosas que nos ocurren. Pensaba también en algún poema de Auden, que recitaba en silencio, como una letanía, mientras me alejaba.

En fin, que en el finde hubo ratos para todo. Para el silencio. Para pasear con Gonzalo, un niño que hace magia con un palo de roble mientras da de comer a un caballo. Para tomar una copa a orilla de la chimenea, para disfrutar de la hospitalidad de maese Joao en Escuredo. También para soñar, claro, para soñar sueños.....sueños, sueño....


PS: Auden escribió una vez: […] "el secreto que fue verdad de siempre / pero antes conocía una élite / y a todos ha obligado a aceptar / que la norma del hombre es soledad, / que cada uno hace su viaje a solas […]. WH Auden. Carta de Año Nuevo

PD: Contractura en el trapecio. Apenas puedo decir “no” con la cabeza. En fin

12.10.10

Historias hermosas

A veces las historias más hermosas son historias reales. En ocasiones, además, son historias desconocidas; leves rumores que sólo conocen los iniciados y que pasan desapercibidas para todos aquellos que no saben mirar con atención. Sin embargo en ocasiones, en contadas ocasiones, las historias ven la luz, para claridad de todos nosotros.

Una escritora neoyorquina de mediano éxito, Helene Hanff, comenzó un intercambio epistolar después de la Guerra Mundial con una librería londinense de viejo que se prolongó durante casi veinte años. La historia de Helene y su correspondencia con Frank Doel es una vibrante declaración de amor a los libros, a un mundo que ya desaparece, engullido por tanto iletrado con Ipad como hay por el mundo adelante. Se escribieron durante años y, aunque no llegaron a conocerse a jamás, sabían mucho el uno del otro. Los libros que a uno le gustan son un reverso de la personalidad que todos arrastramos, de igual manera que no apreciar los libros es ya una respuesta de cómo es alguien. De igual manera, en fin, que recomendar un libro es un delicado elogio hacia la persona elegida para que lo lea. Porque la lectura es, como el amor, un ejercicio íntimo para practicar con calma. Helene nunca viajó a Londres durante todos aquellos años, al Londres victoriano que siempre había soñado conocer, ella que se ganaba la vida escribiendo guiones para la televisión. Cuando todo acabó, decidió publicar un libro con algunas de aquellas cartas. Libro que se convirtió en un éxito mundial y que puso a la librería, Marks & Co, y a la calle en la que se encontraba ubicada, el 84 de Charing Cross Road, en el imaginario de todos los lectores del mundo. ¿Cómo ir a Londres, después de aquello, y no acercarse por Charing Cross?.

Mi primer contacto con estas cartas fue hace ya algunos años; una deliciosa obra de teatro que llevaba por título el del libro. La recuerdo aún hoy vivamente, y la recuerdo otoñal, cadenciosa, con la melancolía que nos atrapa, cuando de libros hablamos, a los que siempre hemos pensado que libresco no es ningún insulto. Hace poco mi querida Snows me prestó el libro. Se lee casi de una sentada. Y uno se imagina las voces de su protagonista, como yo las recuerdo en el teatro. Gracias a Dios, no he visto la película, y espero no verla nunca. Pocos placeres mayores que el de ver una obra de teatro y luego poder leer la novela que le dio vida.

Un libro para regalar, desocupado lector. Pero para regalar selectivamente, eso sí. No todo el mundo entiende el placer de tener un libro entre las manos. Y menos un libro como este, un libro escrito para leer en octubre en la Sanabria, mientras cae la luz del otoño sobre el valle, o en noviembre, cuando uno descubre que ha llegado a casa, o ya en diciembre en el Café Belén, un sábado cualquiera.

Los libros que sólo determinadas personas que pasan por nuestra vida nos pueden recomendar. Y que cuando uno los pierde, se da cuenta, sólo en ese momento, de que quizá nunca los olvidaremos. Ni a ellos ni a sus libros.



PS: “Le echo mucho de menos… La vida con él era tan interesante cuando él me explicaba sus cosas y trataba de introducirme en el mundo de los libros” (20 de enero de 1969, carta de Nora, la mujer de Frank Doel, a Helen Hanff). Hanff, H.: 84, Charing Cross Road. Anagrama, Barcelona, 2002. Página 116

11.10.10

Reflexiones un lunes de mercado, viendo a (algunos) turistas

Turistas como yo, quiero decir.
Siempre Magris. Claro.
No olvide este texto cuando viaje, desocupado lector. Nunca. Le hará disfrutar más del paisaje. Y de las gentes.



"Demuestra poseer la vulgaridad de esos turistas que desearían lugares incontaminados y creen que sólo los demás los contaminan. Kyselak se considera que es el único con sentimientos nobles, capaz de apreciar lo auténtico. Los demás son “semihombres”, masa estúpida y fea, de la que no sospecha que forma parte".

Magris, Claudio: El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2000. Pág. 143

10.10.10

El derecho a ser ignorantes (reflexiones de un domingo senabrés)

Llegué a este texto, como a tantos otros, a través de Arcadi Espada. Antes de la última mudanza todavía tenía el ejemplar de Letras Libres localizado en casa. Quizá se quedó allí y ya esté en la basura, que ya se sabe que hay gente para que la cultura es tortura y además ocupa espacio. Una reflexión de Hannah Arendt, de quién si no, sobre la terrorífica confusión entre hechos y opiniones que nos atrapa a todos como una red; ese estúpido derecho a la ignorancia, esa consideración, en fin, de que la democracia es un régimen de bobos en el cualquier puede decir lo que le parezca y todos tenemos la obligación de atenderle.

Le copio el texto de Arendt, sacado de su libro “Viaje a Alemania” de manera literal, desocupado lector. Como decía Espada, es importante aprenderse este párrafo de memoria antes de salir a la vida pública:


"Sin embargo, el aspecto probablemente más destacado, y también más terrible, de la huida de los alemanes ante la realidad sea la actitud de tratar los hechos como si fueran meras opiniones. Por ejemplo, a la pregunta de quién comenzó la guerra se da una sorprendente variedad de respuestas. En el sur de Alemania una mujer —por lo demás de inteligencia media— me contó que la guerra la habían empezado los rusos con un ataque relámpago a Danzig (este es sólo el más notable de los múltiples ejemplos). Pero la conversión de los hechos en opiniones no se limita únicamente a la cuestión de la guerra; se da en todos los ámbitos con el pretexto de que todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, una especie de gentlemen's agreement [pacto entre caballeros] según el cual todo el mundo tiene derecho a la ignorancia (tras lo que se oculta el supuesto implícito de que en realidad las opiniones no son ahora la cuestión). De hecho, este es un problema serio, no sólo porque de él se derive que las discusiones sean a menudo tan desesperanzadas (normalmente uno no va por ahí arrastrando siempre obras de consulta) sino, sobre todo, porque el alemán corriente cree con toda seriedad que esta competición general, este relativismo nihilista frente a los hechos, es la esencia de la democracia. De hecho se trata, naturalmente, de una herencia del régimen nazi".


Poco más que decir.


PS: "Entre las urgencias democráticas está la de acabar con el hombre corriente en la política. El pueblo no podrá resistir durante mucho tiempo la pavorosa imagen que le devuelve el espejo. Los millones de espejos, claro. La gran novedad de la generación you tube habría encantado a Durkheim y a los marxistas: por fin el pueblo ha tomado conciencia colectiva. Grave momento".

Espada, Arcadi: “El pueblo va a dimitir”, publicado en el diario El Mundo el 7 de octubre de 2010.

9.10.10

Reflexión bajo la lluvia por la Autovía del Noroeste

De camino a la Sanabria.

Ir a por cucurriles (macrolepiotas para los españoles en general), para hacerlos luego a la lumbre. Ir a pasear sobre el campo mojado, de camino al Peñón de la Palla, y bajar por Avedillo hasta Cobreros. Ir a respirar. Si ha llovido bastante, ir a apañar castañas. Porque en mi tierra las castañas no se recogen, se apañan, sacándolas delicadamente del pellizo que las envuelve. Si hay suerte, ver si las nogales (en mi pueblo las frutales son casi todas femeninas, fíjese qué cosa tan rara, desocupado lector) han dejado nueces por el camino, antes de que se las coman las ardillas. Ir a tomar un café al Doña Amelia, mientras llueve. Quizá un juego de mesa. Apañar también algunas manzanas, caídas ya, y unas pocas peras.

Es fascinante lo que un finde largo da para hacer en la Sanabria, con lluvia o sin ella.


El coche se va comiendo la nacional seis mientras recuerdo los versos que Claudio Rodríguez escribió sobre “Aquella tierra donde el sol madura”, que es como se refería a la mi tierra senabresa. Unos versos, lector, que comparto fugaz con usted llegando casi ya a la legendaria Malgrat: “[…] Quiero ver aquel terreno, / pisar la ruta inolvidable, oír / el canto de la luz aquella, ver / cómo el amor, las lluvias / tempranas hoy han hecho / estos lodos, vivir / esa desenvoltura de la brisa / que allí corre […]”.

8.10.10

Don Mario

Se rompió una tradición escandinava. La de no darle el Nobel a Vargas Llosa. Me alegro por él, tan peruano y tan universal. A Vargas Llosa llegué tarde; un autor iberoamericano que no es de izquierdas no podía tener buena prensa en España. Lo primero que leí de él fue La tía julia y el escribidor, hace muchos años, y más tarde la Conversación en la catedral, con zavalita preguntándose en qué momento se jodió el Perú. Luego lo he seguido más por sus apariciones públicas (¡qué buen presidente hubiera sido!) y por sus artículos de prensa, que por sus libros.

Posicionado con claridad en favor de la sociedad abierta, Vargas Llosa es la imagen de un clérigo que no traicionó sus ideales, por decirlo en palabras de Benda; un luchador por la libertad (ahí está la Fundación en la que colabora) que nunca se ha equivocado ni de enemigo ni de adversario. Un hombre que estuvo con Basta Ya cuando tantos y tantos miraban para otro lado. Uno de los que nunca caerá en la maldición que San Pablo deseaba para los que ven la injusticia y no se encienden ante ella.

Ya era hora, por fin, de que los académicos suecos premiaran a una figura como la suya, después de haber premiado a tanto payaso, a tanta medianía o a tantas figuras vacías pero políticamente correctas

Enhorabuena por lo tanto a todos los hablantes de la lengua castellana, homenajeada en la pluma del de Arequipa.

¡Enhorabuena Don Mario!


PS: "Este es un falso dilema. Se puede ser cosmopolita y a la vez localista, -como Dalí, que era profundamente ampurdanés-. Es más, creo que uno necesita enraizarse con su patria chica para navegar sensatamente en las aguas del “internet” cosmopolita. Provinciano es el que siendo de Madrid quiere parecer neoyorquino. Decía Oscar Wilde que nadie puede interesar a los demás si no es genuino" […].

Racionero, Luis: El progreso decadente. Repaso al siglo XX. Espasa, Madrid, 2000. Págs. 114-115

7.10.10

Intuyendo, a cuenta de la innovación

Es una oscura intuición. Que tengo desde hace años, y que a veces comparto con los amigos más íntimos: las cosas más importantes que nos ocurren son culturales o no son. En esta idea, como en tantas otras, me metió mi admirado John the Minor hace tiempo, cuando las tardes se nos iban almorzando cerca de Pirulí.

El otro día estuve en la presentación de un estudio que abunda en la idea. Una magnífica iniciativa de la buena gente de COTEC (trabajo oscuro del que algún día les hablaré, el de esta Fundación). Se presentaba en la Carlos de Amberes y allí fuimos, mi joven Mariùs y yo. El informe, “La cultura de la innovación de los jóvenes españoles en el marco europeo”, es un estudio realizado por el equipo de Víctor Pérez Díaz, uno de nuestros mejores sociólogos, y abunda en la idea de lo cultural como elemento clave para comprender porqué en algunos lugares triunfan las comunidades de innovación y en otros no. Porqué algunos países tiene éxito y son sociedades dinámicas e innovadoras y otras no. La idea que se investiga en el documento es que una serie de valores, convertidos en virtudes, influyen positivamente en el desarrollo de la capacidad de innovación de un país. Además, cuanto más se abren las personas a ámbitos de socialibilidad cada vez más amplios, más se desarrolla, igualmente la capacidad de innovación en una sociedad. Un texto bien escrito, bien argumentado, con esos términos como “narrativa” que tanto nos gustan a los que venimos de ese mundo.

Los resultados del libro, irrebatibles en términos estadísticos, son impresionantes: hay correlación entre la capacidad de innovación de una sociedad y elementos como los buenos resultados en matemáticas de sus jóvenes, las horas que los jóvenes dedican al estudio o a la lectura, las pocas horas que pasan delante del televisor o su práctica habitual de determinadas actividades artísticas (entre las que se incluye el teatro, la pintura, la escritura y no se incluye, desde luego, jugar al fútbol). Igualmente, la capacidad de innovar está relacionada con la apertura del horizonte vital de los jóvenes (conocimiento de idiomas, escasa fuerza de la identidad local, viajes realizados) y con un mayor interés por la cosa pública (interés por la política, por las asociaciones...).

No le diré dónde estamos los españoles en todas estas variables porque ya se lo imagina, desocupado lector.

Mire en derredor suyo. Y mire cuántos de los jóvenes que conocen estudian más de veinte horas a la semana, cuántos leen más de dos libros al año, cuántos están apuntados en escuelas de teatro (y compare este dato con cuantos juegan habitualmente al fútbol).

Así nos va

Así os va


PS: […] "la malevolencia de la aristocracia cortesana con respecto a Francisco Fernando hace patente la vulgaridad de todo grupo social que se considera una élite y cree excluir a los demás, cuando él es el que se encierra fuera del mundo, como el borracho del chiste" […]

Magris, Claudio: El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2000. Pág. 139