Es probable que hubiera cierta negligencia en las alcantarillas del Estado, pero de ahí a acusar al pesoe de estar detrás de todo hay un abismo que no debería haberse planteado en ningún momento. Tampoco tiene mucho sentido acusar a Acebes. Es estúpido pensar que un ministro tiene controlados a todos los confidentes de las fuerzas de seguridad
En cualquier caso, me interesa plantear otra cosa. Algo de lo que ya nadie habla, pero que todos tuvimos presentes en aquellas horas espantosas. Los terroristas nos hicieron entrar en un juego terrible, que demuestra la poca estima que los ciudadanos tienen por sus convicciones y por sus creencias. Un juego miserable, en el que entramos todos y sin el cual no puede explicarse la dinámica de los días que transcurrieron entre el once y el catorce de marzo. Era un juego con unas premisas vomitivas hasta el hastío y básicas hasta la náusea: si ha sido la eta, gana el pepé; sin han sido los moros, gana el pesoe. Era un juego repugnante. Si hubiera sido la eta, eso no convertía al pesoe en cómplice de nada. Si habían sido los moros, eso no convertía en culpable al pepé. Ese discurso cínico, miserable, de “nos hemos merecido el atentado”. Esas pancartas que demostraban la mezquindad de quien las llevaba de “aznar, las bombas que lanzas en irac estallan en Madrid”. Esa violación flagrante de la jornada de reflexión. Todo aquel comportamiento miserable, en fin, de quien cambió o estuvo dispuesto a cambiar de voto en función del autor del atentado.
Vote al pepé el catorce de marzo. Y fui a votar teniendo meridianamente claro que habían sido los moros, y que eta no tenía nada que ver. Un grupo terrorista no cambiará mi voto, porque mi voto es libre y surge de mi voluntad, no de la voluntad asesina de terceros.
Aquellos días terribles, además de un shock para la sociedad española, fueron una muestra clara del nivel de los medios de comunicación y de la altura moral de la clase política española.
PS: físicamente agotado