El pasado día 31 publicaba El Mundo un artículo titulado “Un valor político de la izquierda”, de una tal Carmen Montón, que parece ser diputada socialista por Valencia y coordinadora federal de algo así como Organización Sectorial y Participación Ciudadana del PSOE. El artículo, que puede verse reproducido aquí, es una buena mezcla del alegre matrimonio que la incultura y la superficialidad contrajeron con una parte importante de nuestra izquierda hace ya muchos años.
Ahí tienen a la diputada, treinta años y con el bachillerato terminado. Concejala desde los veintitrés. Sin titulación universitaria, en la mejor tradición de los Bachilleres Blanco o Montilla.
Principia invocando el derecho natural, lo cual ya es raro en alguien del PSOE, pero esas cosas las da la incultura. Luego atiza al pepé ( “Consenso de todos los grupos menos uno, el de siempre, el PP que se queda, una vez más, atrás en políticas de igualdad”), que es lo que hay que hacer en el pesoe de Blanco para hacer carrera, y luego lanza algunos ladrillazos que son dignos de análisis:
Narcisismo: “Con la ley de Igualdad nuestra aún joven democracia se pone a la cabeza de Europa y del mundo en la igualdad entre mujeres y hombres”. Todo lo que hace la izquierda tiene alcance mundial. Son los mejores. No como la provinciana derecha, que se conforma con ubicarnos entre los ocho grandes. Aquí se trata de burro grande, ande o no ande. El gran sueño de la izquierda. Acabar con los problemas a base de leyes. ¿Para cuándo una ley que prohíba el cáncer o los accidentes de tráfico? (Que tengan ojo, que ya el ministro Clos iba a cambiar el mundo desde Barcelona y ha acabado reclamado por un tribunal estadounidense).
Totalitarismo. “La ley plantea medidas y recursos para […] democratizar el espacio privado con medidas […]. Brutal, nuevamente el Estado invadiendo mi libertad como persona. ¿Qué cojones es eso de “democratizar el espacio privado”? ¿Tiene algo que decir el Estado sobre cómo nos organizamos Jimena y yo en casa? ¿Me van a meter en la cárcel si decido no planchar? ¿Enviarán un funcionario a casa para saber si, cuando tengamos niños, cambiamos equitativamente los pañales?
¿Conocerá la señora diputada el concepto de libertad negativa de Berlin?
¿Sabe de qué habla?
¿Es demasiado pedir que nuestros diputados lean algo, aunque sea un libro, en su vida?