31.10.11

Otra muerte, bajo esos cielos.

Murió Juanmari Bandrés. Como hace años murió Mario Onaindía. Devoré las memorias de Onaindía un verano, hace ya muchos años. Narraban un viaje: un viaje que partía de la melancolía de la patria y terminaba en la asunción de la pluralidad. El viaje que permitió que algunos etarras del franquismo se transformaran en socialdemócratas convencidos. Entenderlos es quizá comprenderlos. Y hay que tener en cuenta, como quería Ortega, un cierto ethos generacional. Toda la morralla de los sesenta: marxismo, postmodernidad y bobadas sin fin. Algunos, los más lúcidos, despertaron a tiempo. Gentes como Onaindía y Bandrés. Entendieron que la política de la uniformidad es totalitaria; que las sociedades modernas o son complejas o no son nada y que nadie, nadie, puede imponer una visión unívoca de la vida a sus vecinos. Que la vida es compleja, como lo somos las personas. Fue un viaje largo. Y arduo. Boicoteado por los nacionalistas supuestamente incruentos. Ya saben, lo del árbol y las nueces de la gentuza de Arzallus. Pero llegó a buen puerto. Por el camino se hicieron personas. Una parte de lo mejor de la sociedad vasca, la que no se ha resignado estos años al delirio de la patria, viene de aquel mundo; de la izquierda antifranquista que entendió que luchar contra un dictador no daba patente de corso para instaurar otra dictadura. A algunos, como a Joseba Pagaza, los mataron los asesinos; otros, como Juaristi, tuvieron que irse. Algunos, como Onaindía o Bandrés dieron la batalla en la arena política hasta que la muerte en el caso de aquel o la enfermedad en la de este los dejó sin fuerzas.

Murió Juanmari Bandrés. Su patria es hoy un poco más libre. Y nosotros también.

Que la tierra le sea leve.


PS: Innerarity escribía el sábado en el fancine de prisa: “Una sociedad es democráticamente madura cuando ha asimilado la experiencia de que la política es siempre decepcionante y eso no le impide ser políticamente exigente. La política es inseparable de la disposición al compromiso, que es la capacidad de dar por bueno lo que no satisface completamente las propias aspiraciones. Está incapacitado para la política quien no tiene la capacidad de convivir con ese tipo de frustraciones y de respetar los propios límites”.

30.10.11

La paz no es lo más importante

Es evidente que no me entristece el comunicado de la banda terrorista. Pero de ahí a alegrarme, o a hacerme llorar de emoción, va un trecho enorme que imagino que sólo un socialdemócrata puede saltar sin mayor problema. No era el fin de los asesinatos lo que buscábamos. Era la derrota de la banda. Nadie puede, que se lo digan a los mejicanos, plantearle un pulso al Estado de derecho y esperar ganar o acabar en tablas. No. Si el objetivo era que dejaran de matar, bastaba con haber aceptado la alternativa KAS hace treinta años. Nos hubiéramos ahorrado mucho sufrimiento. Todos.

Así que qué quieren que les diga. Me parece bien que dejen de matar. Claro que es mejor que no maten. Pero que entreguen las armas y que cumplan con sus penas. Y que no intenten reescribir ahora la historia. Son, y fueron, unos asesinos en nombre de la patria. Asesinos nacionalistas, quizá un oxímoron. Lo que llega ahora, está claro, es una nueva correlación de fuerzas entre los nacionalistas. Querellas familiares que me son ajenas. Como me es ajeno el 15M, ese Tea Party de la izquierda española.

De nuevo en el mismo barco que Aramburu, que Savater, que Juaristi, que el meu amic Roger o que Espada. Buenas compañías para tiempos tenebrosos.



PS: Gracias a la intervención de Gerhard Schröder, al [ex-terrorista] Mahler se le permitió reanudar en 1988 sus actividades comerciales. Al cabo de una década volvió a tener actividad política. Volvió a sus raíces. En 2000 se alistó en el NPD, de extrema derecha. Su gestión finalmente incitó a sus colegas a expulsarlo de la asociación de abogados, en una respuesta curiosamente dúplice ante la criminalidad de signo comunista y la delincuencia de signo nazi que caracteriza a la izquierda en general.

Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Pág. 351.

29.10.11

Nuestras Edades

Fuimos a Las Edades. Junto con la Fundación del Patrimonio, quizá dos de las mejores ideas de las últimas décadas en la mi región. En Castilla, el turismo será cultural o no será. Un viaje bien organizado. Un viaje al pasado. Pero también al presente. Le faltaba algo a Las Edades las otras veces que he ido. Y era su relación con el presente. La Pasión de Cristo vista desde el arte. La Sagrada Cena de Venancio Blanco. De fondo, ese acierto de la Catedral de Burgos, de confrontar sus tesoros con el arte contemporáneo. Esta vez ha llegado. Y el resultado es espectacular. De verdad. Espectacular. El Ecce Homo. Empezamos en Rioseco, la cuna de los Almirantes de Castilla y luego nos fuimos a la Medina del Campo. Entre medias, un viaje delicioso hacia el arte. Los paños de pureza del barroco. La visión del Cristo atado a la columna, de Ducete, con el retablo al fondo, enmarcado la muerte y gloria del hijo de Dios, igual que el de Juan de Juni. El Grito de Luciano Díaz Castilla. La espectacular Corona de Coomonte, hecha de arados. La fe en Castilla, tan ligada a la tierra, a la simiente. Un arado que se clava en el Cristo como se hunde en la tierra o como el amante entra en la mujer amada. Entre medias, un almuerzo luminoso, colegial. Con alguna metáfora de realidades como golpes secos de nieve en la cara, que te devuelven a la vida. Delhy Tejero, siempre tan temerosa, tan atormentada y tan insegura, como todas las mujeres hermosas que nacen en esta tierra. El Cristo de Victorio Macho, un palentino de Toledo que también me descubrió Jesús. Y a la tarde un paseo por la ciudad. La obra de Lobo.

Hubo un mundo y una época que se gobernaron desde aquí. Cuando allá estaba el Canal de Castilla y aquí, en la Medina, la plaza era un zoco de mercadores. Echamos a los mercaderes y nos quedamos con la pobreza.

Esta es Castilla, me dijo hace siete siglos Alfonso Fernández Coronel antes de morir, la que hace a los hombres y los gasta. Esa manera de mirar.

No dejen de verla.

28.10.11

Autores y obras: el bien y el mal

Hubo polémica en Francia a cuenta del aniversario de Céline. La hubo en España, a otro nivel, claro, a cuenta de Agustín de Foxá, aquel hombre que decía: Soy aristócrata, soy conde, soy rico, soy embajador, soy gordo, y todavía me preguntan por qué soy de derechas.

La obra y el autor.

La posibilidad o imposibilidad ontológica de separar una cosa de la otra.

A mí, la verdad, no me ha dado nunca mayor problema. Debe ser por mi transversalidad. Fui capaz de leer en la carrera, recuerdas Hornuez, el protocolo de los sabios de Sión, morralla de la policía zarista y que todos los idiotas antisemitas se siguen tragando. Adoro la obra de Vallejo, un comunista de cuando ser comunista era ser un lacayo de Stalin, y no he dejado de leer nunca a García Márquez por más que me parezca un cretino integral. He disfrutado mucho, y ahí estaba mi obsesión beirutí dando vueltas a la noria, con algunas canciones de Kortatu. Y siempre he tenido muy claro qué eran los hermanos Muguruza y el carácter repugnante, criminal y asesino de algunos de sus letristas. Y de algunas de sus letras.

PS: hoy, a la Senabria. Como por aquellos sitios tan sano aire no hay...

27.10.11

La cegadora luz de lo evidente

Tiene gracia comprobar, de vez en cuando, cómo funcionan los servicios de atención al ciudadano de las diferentes Administraciones Públicas. En general son todos flojos: mal diseñados y peor ejecutados, se limitan a buscar en Internet lo que uno les ha preguntado, sin pensar que ya lo has mirado tú antes y, como no lo has encontrado, por esos los llamas.

De vez en cuando, empero, hay alguna excepción. Llamé al servicio de atención al ciudadano del gobierno vasco, buscando un documento. Sorprendente. En la primera llamada el tipo localizó en menos de cinco minutos quien podía tenerlo y me intentó pasar, pero el tipo no estaba… llame el lunes y pregunte de nuevo, me dijo amablemente antes de colgar. Lo hice, pensando que iba tener que repetir toda la consulta. Nada más lejos de la realidad. Cuando llamé, estaba anotada mi consulta, y me acabaron pasando con el tipo, un amable funcionario guipuzcoano que quedó en remitirme el documento lo antes posible.

Es curioso porque la moraleja de esta anécdota, si es que la tiene, es que las cosas pueden hacerse bien. Como hubiera dicho Dilbert, que me vigila cuando llego a casa cada noche, a veces me deslumbra “la cegadora luz de lo evidente”.

26.10.11

En la calle se oyen demasiados llantos...

Fuimos al cine. A ver cine español, qué cosas. No habrá paz para los malvados. Una cita bíblica en el título y un buen tráiler nos atrajeron. La película es correcta. Lenta, pero correcta. Un papelón el de Coronado, que se va rehabilitando para el cine tras el buen papel que hizo, también, en aquella lucha a la que todos estábamos invitados. De fondo, lo que no queremos ver cuando pensamos en la policía; confidentes, yonquis, putas, tramas oscuras, descoordinación, celos, encubrimientos. A lo lejos, un Madrid industrial, lleno de periferia, sin concesiones para la alegría. Aquellos policías. Aquellas gentes como José Manuel del Regato, como Fouché, el genio tenebroso: siempre más cerca del mal que del bien; testigos de la historia dispuestos a matar para no morir, sin juicio moral ni sobre las víctimas ni sobre los verdugos. Supervivientes en el sentido más animal de la palabra.

Cine.

Ya lo cantaba Fito, la vida “no es como en las pelis / del chico americano / donde el guapo es el bueno / y los malos son muy malos… / en la calle se oyen / demasiados llantos…"

25.10.11

Cerrando el viaje a Beirut

La noria. El Rock the Casbah. Los Clash. Los fedayines. La línea verde...

Todo estaba en aquella canción: Ehun Ginen, de música inquietante y letra desasosegada que Kortatu lanzó en 1990 dentro del disco Kolpez Kolpe.


Beyrouth sartaldea / Uraren ordez hautsa / Eta bost mila izar / Gehiago gauez… / Norien alboan.

Damasko irratian rock the casbah / Fedayinen auzunean ramadán / Garorik gabeko basamortuak / Inguratzen du / Sortaldeko beyrouth / Hondarrezko gartzelan / Itzalik gabe pasiatzen dira / Maiteminduak / Norien alboan…

Barraka itxiek / Ezinaren mugak laztantzen dituzte. /Zelako krisi / Halako bizi / Beyrouthen ez da inor bizi! / 100 ginen / 22 / Orain bakarrik gaude 2 / Zelako krisi / Halako bizi / Ezin gaitezke superbizi! / 100 ginen / 22 / Orain bakarrik gaude 2 / Zu ta ni, zu ta ni, zu ta ni, ninininini!”


Una cierta traducción al castellano sería (thanks txikitin):

Beirut oeste / Polvo en vez de agua/Y cinco mil estrellas / De noche, más… / Junto a las norias.

En Radio Damasco, Rock the casbah / en el barrio de los fedayines ramadán / el desierto sin helechos / rodea / Beirut oeste / en la cárcel de arena / se pasean sin sombra / los amantes / junto a las norias…

Las barracas cerradas / acarician las fronteras de lo imposible / A tal crisis / tal vida / En Beirut no vive nadie! / éramos cien / veintidós / ahora sólo somos dos / A tal crisis / tal vida / ¡no podemos sobrevivir! / éramos cien / veintidós / ahora sólo estamos 2 / Tú y yo, tú y yo, tú y yo, yo yo yo yo

La noria.

Mis canciones de verano.

24.10.11

De vuelta a casa

Cena en el chef. Comida cristiana en un barrio cristiano. Los libaneses cristianos imaginan que descienden de los fenicios. La imaginación como aliada de la identidad, una vez más. A la mañana siguiente, de vuelta a España, vía París. En el aeropuerto, vuelven a buscarme un sello israelí en el Pasaporte. El policía, amable, me pregunta por el motivo de mi estancia en Líbano. Me pregunta si he ido a Israel y luego se despide en castellano. Me siento junto a unos turcos. El papel de Turquía en la región es quizá lo más novedoso de los últimos años. Los islamistas moderados de Erdogan quieren volver a jugar un papel importante en lo que fue el viejo Imperio Otomano. Supongo que es inevitable, pero supongo, también, que se equivocan: el futuro de Turquía está más cerca de Attatürk que de los Pachás. Su papel ha de jugarse en Europa, no en Siria. La tentación de jugar a ser el amo de la zona, a desplazar a Siria, a erigirse en líder musulmán es demasiado potente. Siria. Una dictadura laica. Un vecino cómodo para Israel durante estos años. Los hombres que pusieron paz a sangre y fuego en el Líbano cuando acabó la guerra. Veremos a ver lo que nos depara el futuro.

El avión despega. Mi compañera de asiento es una mujer libanesa, de la edad de mi madre, que va a Escocia a ver a su hija, casada allí. Es un país hermoso, me dice mirando por la ventanilla mientras nos alejamos de Beirut. Sonrío, abro el libro y empiezo a leer…


Ps: Este mito interesado [el de la agresión cruzado-sionista contra el mundo árabe] guardaba ecos de la aún más extendida premisa de la pureza moral de los oprimidos, una fuente de violencia fanática desde tiempos inmemoriales en toda una variedad de culturas y tradiciones, espirituales y seculares.

Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Pág. 447.

22.10.11

En Sidón

Amanece el martes y nos vamos a por un taxi. Es complejo: el taxi lo cogemos en zona cristiana y Sidón es musulmana. Dani, el taxista, nos llevará hasta Sidón, esperará por nosotros y nos traerá de vuelta a Beirut. Habla buen inglés, cosa no tan habitual entre los cristianos de aquí. El caos del tráfico. “hace apenas seis meses que pusieron semáforos en Beirut, pero nadie los respeta”, me dice tras saltarse dos seguidos. Hablamos del tráfico. ¿Es así en España? Me pregunta. Le hablo del transporte público en Madrid. Sonríe irónico: “oh, aquí el metro y el autobús lo hemos visto muchas veces… por televisión”.

Vamos llegando al sur. Pasamos por el aeropuerto, dominado por Hizbulá. La carretera recorre la costa. Suciedad. Mucha suciedad. Residuos. Una diferencia con el primer mundo: los espacios públicos están limpios. Por eso el 15M nos acerca a Méjico y nos aleja de Europa. El tráfico mejora conforme vamos hacia el sur; banderolas de Hizbulá por las calles. Nos acercamos por fin a nuestra ciudad. El castillo Cruzado de Sidón: los restos de una hermosa fortaleza anclada en el mar: una metáfora de la presencia cristiana en estas tierras a lo largo del último milenio: siempre con un pie en el mar, por si hay que irse. Hace calor. Mucho calor.

Nos internamos en el zoco. Un zoco árabe, en todo su esplendor: pescado, carne, fruta. Mucha fruta. Desorden. Caos. Suciedad. Uno intenta venir con unos ojos que no sean los del turista, pero es difícil. Moscas. Y calor. Muchas mujeres con velo. Entramos en una tienda. Moderna. Bien acondicionada. Algunos recuerdos hechos a mano. La dependiente va sin velo. Habla buen inglés. En la confidencia del cliente que ya ha comprado algunos recuerdos, no me duran los enfados, le pregunto, cuando nos ofrece café, si hay cerveza. Eso sería un escándalo aquí, me dice sonriendo. La identidad como una cárcel. La religión como un mecanismo de control. Seguimos paseando. Una iglesia ortodoxa griega. Recoleta, escondida. Hermosa. Apenas quedan aquí treinta familias ortodoxas. Es la parte más limpia de la ciudad. Y más cuidada. Las cosas son como son. Un palacio de la época otomana. El influjo turco, de nuevo, aquí, a ver si tengo un rato y hablo de él. Un estandarte de la Monarquía católica; no resisto y me hago una foto con él. ¿qué habrá venido a hacer aquí?. Seguimos paseando ya acabamos en el Museo del Jabón. Esta fue zona jabonera. Un edificio cuidado. Como muchos otros museos en la zona, son privados, en este caso de la fundación Audi. El proceso artesanal del jabón. Y veo a mi abuelo en la cuadra de su casa, con un barreño grande, enseñándome a mover la sosa con la que hacía jabón. Y ese olor que aún recuerdo. Voy leyendo el proceso, y viendo como se hacía el jabón y voy viendo mi infancia. Como en todos los museos, la salida es por la tienda de regalos. Algunos recuerdos, claro.

Almorzamos junto al Puerto. No nos atrevemos con el pescado. Algo de Humus. El viaje de vuelta es tranquilo. Algo de charla intrascendente con Dani: tiene dos hijos, uno es del tal Madrid y el otro del Barsa. Qué cosas. Se sigue mucho el fútbol, pero el deporte favorito aquí es el baloncesto. Hacen un buen papel en el Campeonato de Asia. Vemos algún estadio de fútbol: “una parte del dinero se lo quedan los políticos, por eso faltan las gradas”. La corrupción, tan universal como el hombre. Lo tranquilizo: en España esto también pasa.

Llegamos a Beirut y nos despedimos. Un buen hombre. Esta noche, para despedir la ciudad, cenaremos en El Chef.

PS: en el Génesis está escrito: “Canaán fue padre de Sidón, su primogénito, y de Het; también de los jebuseos, de los amorreos, de los guirgasitas, de los jivitas, de los arqueos, de los sineos, de los arvaditas, de los semaritas y de los jamateos. Más tarde se expandieron los clanes de los cananeos, y sus fronteras llegaron desde Sidón hasta Gaza por el camino de Guerar; y hasta Lesa, yendo hacia Sodoma, Gomorra, Admá y Seboím

21.10.11

Tardes de cena y tópicos en Beirut

Lo local y lo global. Almorzamos comida árabe y cruzamos la calle para tomar un café en un Starbucks. Hay que reponer fuerzas. La roca de las palomas es hermosa. Una solitaria bandera libanesa ondea en lo alto, como si la roca, solitaria, hostil, fuera de alguien más allá de ser del mar. Volvemos al centro. Hace calor. Mucho calor. Un paseo por Saifi, la zona de compras de moda en Beirut, obra también de Solidere. Algo así como las Rozas village pero con más glamour. Se nos va la tarde y acabamos yendo a cenar a un bar español. Cosas que pasan. Lo vimos cuando abría y le prometimos a Paul, el dueño, que pasaríamos. Estuvo años viviendo en Barcelona, y ahora ha vuelto a su casa. Cenamos con parte de la colonia española aquí. Los grandes relatos: amor, traiciones, deseos, son universales y acompañan al hombre desde que un simio descubrió que el dedo prensil le permitía fabricar armas. Buenas tapas y a un precio razonable. Vino de Antonio Banderas, para seguir con los tópicos. Varios digestivos en el Electro Mecanique, servidos por un chiita que seguro que ha bailado alguna vez el Rock the Casbah de los Clash, nos hacen pasar por las fases clásicas de exaltación de la amistad, cantos regionales y ataques al clero. Sin salir de Gemmayzeh, nos vamos a Name this bar. Tras otro digestivo, y antes de que sea demasiado tarde nos vamos a dormir. Mañana nos espera el sur.

PS: Demuestra poseer la vulgaridad de esos turistas que desearían lugares incontaminados y creen que sólo los demás los contaminan. Kyselak se considera que es el único con sentimientos nobles, capaz de apreciar lo auténtico. Los demás son “semihombres”, masa estúpida y fea, de la que no sospecha que forma parte.

Magris, Claudio: El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2000. Pág. 143

20.10.11

Quince años ya...

Era hija del ti Miguleán. Cuando nació, a principios del siglo XX, las mujeres eran poco relevantes. Tan poco relevantes, que ni siquiera fue inscrita en el Registro Civil del Ayuntamiento. Su madre murió pronto, cuando ella era aún una niña. Su padre, ya lo conté, marchó a Madrid. Las dejó a ella, que apenas tenía trece años, y a sus hermanas a cargo de vecinos y parientes, y antes pudo escribir en un papel que las hacía sus herederas por si le pasaba algo. Se hizo mujer. Y se prometió con su primo. El prometido marchó a África. A la maldita guerra de África. Volvió. Ella lo esperó. “Era tan buen mozo” me contaba a mediados de los años noventa, mientras charlábamos en la Pradera, al serano en la tarde. Se casaron. Tuvieron tres hijos. En la guerra civil, mataron a su cuñado. Uno de los hijos murió de niño. Los otros dos emigraron. Lejos. Ella y su marido se quedaron en la Sanabria. Era su tierra. Sus hijos volvieron. Todos los años. Llegaron los nietos. Yo la conocí ya mayor, claro, era mi abuela. La recuerdo bondadosa, con esa sonrisa que sólo ahora soy capaz de entender que algunas mujeres tienen y que les acompaña de por vida.

Nunca aprendió a leer. Ni a escribir. No lo necesitó. Era bondadosa. Cuando frisaba los noventa años, su nieto pequeño le preguntaba por su vida, qué cosas, debía pensar, este niño, con sus gafas y su universidad. Siempre sonreía. Me contaba que tocaba la pandereta de pequeña. Y que le gustaba mucho bailar. Una mujer sanabresa bailando: la imagino y me pasan por la cabeza sanabresas de varias épocas, bailando en una kermés en 1910 o en una fiesta en 2018, qué más da.

Se hizo mayor. Poco a poco. Sin dramas. Con dignidad. La última vez que la vi dormía, cansadita como estaba, en la escañeta de su cocina. Fue una premonición. Imaginé que quizá no volvería a verla despierta.

Murió hoy hace quince años. Y la traigo de vuelta porque la recuerdo con una sonrisa bondadosa en los labios. Martín Amis me contó una vez que, con independencia del cielo o del infierno, cuando mueren, los hombres van al corazón de las personas que los recuerdan. Y ahí sigue mi abuela, quince años después.

Una línea verde y un hotel

Un café y una muffin cerca del Instituto. Solidere ha convertido la calle en un rincón de cualquier ciudad del mundo y los desayunos son todos estándar. Solidere como sinónimo del futuro del Líbano. A la calle sólo puede accederse andando. Normal, la tentación del coche bomba es muy grande. En la plaza está el Parlamento libanés. Un poco más arriba, la presidencia; un serrallo de Estambul, como me apunta oportuno Maic. Nos ponemos en marcha en nuestro deambular. Al poco de andar, buscando Hamra, nos damos de bruces con el Holiday Inn. Un hotel que forma parte de la leyenda de la guerra. Uno de los escenarios clave de la “batalla de los hoteles”, cuando ambos bandos buscaron los edificios más altos de la ciudad para hostigar al enemigo desde ellos. Más de mil personas fueron asesinadas desde sus plantas. Refugio de francotiradores y pegado a la línea verde beirutí que marcó el destino de los vecinos de la ciudad, cuando terminó la guerra se encontraron cientos de cadáveres dentro. No ha sido reconstruido y ofrece un aspecto fantasmagórico. A su lado, uno de los hoteles más lujosos de oriente próximo. Esto es Beirut. Lo nuevo y lo viejo superpuesto, sin más complejos.

Seguimos avanzando, a veces en paralelo a la Línea Verde, y acabamos desembocando en la Universidad Americana. Un remanso de paz en medio del caos de Beirut oeste. La lógica wasp en medio de una Casbah. Creada por misioneros protestantes en el XIX, ocupa una importante parcela de la ciudad, junto al mar. Es uno de los pocos sitios donde los jóvenes de todas las confesiones se juntan. Nos dejan entrar, dejando los pasaportes. Un paseo por el campus y visita, obligada, al museo arqueológico de la Universidad, donde se exponen retazos de la historia de este lugar en el mundo que es, también, la historia de todos nosotros.

Abandonamos la Universidad y acabamos en Hamra. Hace calor. Un calor húmedo, que se pega en los huesos. Ese calor que me hizo olvidar muy pronto el mediterráneo. Llegamos a la Corniche y desde allí volvemos a ver la Noria. La obsesiva noria de los fedayines.

Va siendo la hora de comer y estamos cerca de la roca de las palomas, así que hacemos un alto en el camino. A la tarde, nos espera Saifi, de vuelta al centro comercial de la ciudad.



PS: Simplemente imagine cuatro círculos de tamaño cada vez menor incluidos unos dentro de los otros. El mayor es el de los mil quinientos millones de musulmanes del mundo, divididos en suníes, chiíes y cientos de otras sectas como los sufíes […]. La observancia puede ser tan casual como lo es […] la práctica religiosa entre los judíos, los budistas, los cristianos […]. Los islamistas son el siguiente círculo más pequeño, esto es, la gente que quiere que los Estados introduzcan la ley islámica […]. El tercer círculo son los salafistas, o seguidores de los sabios fundadores que rodeaban a Mahoma. Éstos quieren establecer estados islámicos de un tipo extremadamente puritano. […] La mayoría de los yihadistas son salafistas, pero no todos los salafistas son yihadistas, es decir, personas que intentan que se produzca una violenta transformación de las sociedades en estados islámicos.

Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Pág. 456.

19.10.11

Nascer aquí (esta tarde Torga traspasa La Raya)

Un proyecto hermoso. Los escritores de La Raya. Los escritores del Duero. Para quien ande hoy por Zamora, en la Rei Afonso Henriques se inicia el ciclo O Douro nos Caminhos da Literatura, proyecto puesto en marcha para promover la divulgación de la vida y obra de varios escritores durienses y su relación con el paisaje natural y humano de la Región. Escritores minoritarios a este lado de la frontera. Escritores desconocidos para todos nosotros. Acaso sólo Miguel Torga tiene algún público, escaso, entre nosotros. Pero quién ha oído hablar aquí de João de Araújo Correia, de Trindade Coelho, de Domingos Monteiro, o de Aquilino Ribeiro.
El ciclo se abre con Torga, con quién si no. El hombre que venía aquí a obedecer órdenes. El hombre, me lo sugirió el nieto de Angelote, que se puso Miguel en homenaje a Unamuno y que se hartó de ver judíos durante sus años de médico al otro lado de la frontera. El hombre que nos explicó a todos la creación del mundo, una tarde luminosa de abril, y Vila Nova, también, resplandecía.

No se lo pierdan, si andan hoy por la ciudad del Romancero. Unos cuarenta y cinco minutos de documental. Entrada gratuita. A las 20.30 horas
Un aperitivo pinchando aquí.
De nada

PS: Miguel Torga escribió una vez: “Nascer e ficar aquí / Onde os pés sentem firmeza

18.10.11

El Beirut de SOLIDERE

Amanezco en lunes y voy dando un paseo hasta el centro de la ciudad. No sé si la expresión es correcta, porque no tengo claro que Beirut tenga centro. Lo tuvo. La plaza de los mártires, nombrada así en honor a los patriotas libaneses muertos por losotomanos durante la Gran Guerra, pero se trata de una Plaza que fue destruida por la guerra. En toda esta zona, donde se ubicaba el parlamento libanés, o la residencia del Primer Ministro, quedaba poco en pie tras la guerra. Y ahí nació SOLIDERE. Un invento de Hariri que ha puesto en pie de nuevo toda esta zona de la ciudad. El mecanismo era simple: se compraba a los antiguos propietarios y se les hacía accionistas de la sociedad. Con todo el terreno, más el capital saudí, se fue reconstruyendo la zona. Ha quedado igual que estaba, pero en vez de viviendas y pequeños comercios, lo que hay es oficinas, tiendas y lo que podríamos llamar el downtown de la ciudad. De camino, la Mezquita Mohammad al-Amin, levantada por Hariri a principios de siglo, a imitación de la Gran Mezquita de Estambul. Al lado de la Mezquita está la tumba de Hariri, asesinado probablemente por los sirios en 2005 y cuya muerte desencadenó la Revolución de los Cedros contra la presencia siria en el país. Hariri era un hombre saudí y ser saudí aquí es ser antisirio. Así de sencillas son las cosas. De fondo, sunitas contra chiitas. Más que una tumba, hay una jaima como retratos suyos y con flores. Un tribunal internacional investigó su muerte y el jefe de la inteligencia siria en Líbano se suicidó de manera oportuna antes de que hiciera públicas sus conclusiones. Hariri sigue marcando hoy, años después, la vida política del país: a raíz de su muerte se constituyó la Alianza 14 de marzo y su hijo Saad ha sido primer ministro hasta principios de este año.

Solidere no pudo comprarlo todo. Cerca de la Plaza de los Mártires se ve aún la mitad de un viejo cine destruido por la guerra cuyo propietario no ha querido vender. En la plaza de San Jorge, donde Hariri fue asesinado hay, ironías del destino, un gran mensaje en la fachada del hotel que grita “STOP Solidere”, ya que sus propietarios se consideran acosados por la empresa para que vendan.

Al fin, llego a mi destino. Una cafetería cerquita de la Plaza de L´Etoile, a pocos metros del Cervantes. Vamos a desayunar algo antes de salir a ver la parte musulmana de la ciudad. Beirut nos aguarda.


PS: “De las seis mil bajas árabes que hubo durante la Revuelta, sólo mil quinientas fueron asesinadas por los británicos o por la Haganah; el resto fueron asesinados por otros árabes”.

Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Págs 137 y 138.

Nuestra sangre, helada

Se habían cumplido ya dos años del brutal asesinato de su hijo Joseba. Un militante socialista. Luego llegó la indignidad de quienes, como nunca han tenido ideología, no les ha importado arrimarse a cualquier sombra. La madre, valiente, se dirigió a aquel López, dirigente máximo de los socialistas en mayo de 2005 con una carta abierta. La carta, entre otras cosas, decía:

Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!, Patxi. ¡Qué solos estamos los que no hemos cerrado los ojos!"

Seis años después de aquella carta, el Partido de Joseba se ha sumado a la Farsa de San Sebastián. Han ido a sentarse de la mano de los corifeos de los asesinos. De los que opinan que aquí hubo una guerra y que no ha de haber vencedores ni vencidos.

Me repugnan. Profundamente.

Las víctimas, lo único digno de todo esto, han ido a darles ejemplares del libro vidas rotas. Para que se enteren de que aquí unos morían y otros mataban.

Los socialistas vascos. Pilar Ruiz Albisu lo adivinó claramente. Y nuestra sangre, helada.

17.10.11

Hacia el norte, donde todo esto nació

Amanece Beirut. Ayer fuimos hacia el este pero hoy tocar ir al norte. La complicada salida de la ciudad. Los coches. Los anuncios invadiendo la carretera. El caos del tráfico. El dinero saudí, que todo lo riega y que es, a día de hoy, el mejor seguro contra una nueva guerra. Los controles del ejército. Constantes. Nuestro destino es Batroun. El casco está bien cuidado. Una ciudad llena de cristianos. Impresiona, para alguien como yo, entrar a una Iglesia y ver las inscripciones en árabe. Analfabetos como somos todos, confundimos árabe con musulmán, cuando la nación del mundo con mayor número de musulmanes no es ni siquiera árabe. Aquí ha habido cristianos árabes desde hace siglos. Van disminuyendo: occidente los desprecia o los ignora y nadie, me temo, volverá a dar la cara por ellos. Una iglesia maronita. Con un atrio que da al mar. Un espectáculo maravilloso a media mañana. Encontramos también una iglesia ortodoxa. Entro, como siempre, derecho al iconostasio. Esa parte mágica de estas iglesias, la representación simbólica de la separación entre el cielo y la tierra. Es la única pieza que busco cada vez que, como en aquel Monasterio Serbio, entro a una Iglesia ortodoxa.

Se acerca la hora del almuerzo y caminamos hacia Chez Magoui, un chiringuito al pie de un saliente sobre el mar. Uno elije el pescado y, mientras se lo hacen a la brasa, baja a pegarse un baño. De fondo, el mar. Ese tono azul que solo da el mar. Se nos va la comida, decadentes, y a los postres nos saluda una libanesa que vivió en Chile. La voz alta y las sonrisas delatan a los españoles cuando comen por el mundo alante...

El día empieza a caer cuando ponemos rumbo a Biblos. Esto sí que son palabras mayores. Aquí nació el alfabeto. Como suena. Unos doce siglos antes de Cristo. Lo crearon los fenicios. Los comerciantes. Los avances en el mundo los trae el comercio; ni clérigos ni funcionarios han aportado nada nunca. Había que comerciar, y había que dejar por escrito los tratos. Y los pictogramas ya no valían, porque no sirven para representar conceptos abstractos. Eso que hemos experimentado tantas veces cuando jugamos al Pictionary. Estar en la cuna de todo esto. La ciudad que dio su nombre a los libros. La que quizá sea la ciudad más antigua del mundo que sigue habitada hoy en día.

Paseamos y salimos al espigón del puerto. Un coqueto rincón que fue refugio de la élite cultural europea cuando esto era la Suiza del próximo oriente. La casa del mejicano Pepe, donde tantas estrellas vinieron a almorzar. Un zoco limpio rodeado de un caos de tráfico. En una iglesia ortodoxa celebran una boda. Qué iguales son los ritos en el mediterráneo. Las flores. El color blanco. Las prisas

Volvemos por la carretera de la cosa y nos atrapa el atasco de un domingo tarde en Beirut. Nos vamos a cenar al faro, en Beirut oeste. En la zona chií. En la Corniche, una de las zonas más hermosas de Beirut, rompiendo frente al mar. Al fondo, la noria. Junto a la noria. Probamos el narguile, con sabor a manzana y voy mirando a mi alrededor. La carta sin cerdo, como en toda la zona musulmán. La mujer chií parece más liberada que la suní. Lo que une a todas las mujeres aquí es su obsesión por las cejas: unas cejas robustas, negras y potentes: cuando no las tienen, se las pintan. Aquí parece como si la moda se hubiera detenido al principio de la guerra, en los setenta: el pelo, las hombreras, los ojos, parecen sacados de mi infancia.

Se nos ha hecho tarde ya y es hora de volver. Mañana nos espera Hamra.


PS: “Se prohibía el cerdo porque era peligroso cuando se lo ingería mal cocido, pues tenía parásitos

Johson, P.: La historia de los judíos. Vergara, Barcelona, 2004. Página 53

16.10.11

Rock the Casbah en Ermeil

Llegamos, cansados, de Baalbek. A la vuelta intentamos ver Ksara, una bodega. El vino fenicio fue mítico en la antigüedad, pero ha quedado reducido a casi nada. No lo logramos. El horario es europeo y aquí cierra todo pronto. Beirut es quizá la ciudad con más ambiente nocturno de la región. Una ducha y a pasear la ciudad. Una ciudad que sigue divida con aquella línea verde de la guerra. Aquella línea con la que la gente de mi generación empezó a conocer esta parte del mundo: A un lado, el legendario Beirut oeste, el Beirut sartaldea de Kortatu. Hamra. El terror musulmán. El oriente. Al este, la Falange. El terror cristiano. Paseando por el barrio, al final entramos a cenar en Couqley, un elegante restaurante francés ubicado en Beirut este. El Líbano existe por Francia, igual que Portugal existe por Inglaterra. El sueño cruzado de asegurar un lugar para los cristianos cerca de tierra santa. La élite es francófona, y esto genera problemas a la hora de normalizar la convivencia, porque la élite musulmana, para marcar distancias, es angloparlante. Su único idioma común es el árabe, lo que genera diglosia, a lo que se suma el que el árabe sea un idioma complejo: no se habla como se escribe y la unidad de la lengua está perdida. Alguien lo comenta con pena y yo no puedo dejar de pensar que me da igual. Las lenguas son herramientas que evolucionan: nosotros también hablamos un latín corrupto y no ha pasado nada por ello. No le debemos nada a la lengua en la que hablamos, como no le debemos nada al aire que respiramos. Couqley es un restaurante recoleto y tranquilo ubicado en Gemmayze. Probamos al final vino local. Poca cosa. Al acabar, nos vamos a tomar una copa a una terraza, sin salir de Ermeil. Todo un golpe de Estado, mirando la autopista e intuyendo al fondo el mar. No suena el Rock The Casbah de los Clash pero el ambiente lo pide a gritos. Poco a poco, se nos va la hora entre gintonics mientras hacemos los planes para mañana domingo. El pegajoso calor de las ciudades del mediterráneo.

Yo siempre fui un hombre de tierra adentro.

PS: “Al contemplarlo desde la perspectiva del siglo XXI, vemos el judaísmo como la religión más conservadora. Pero en sus orígenes fue la más revolucionaria. El monoteísmo ético inició el proceso en virtud del cual se llegó a la destrucción de la cosmovisión de la Antigüedad”.
Johnson, Paul: La historia de los judíos. Vergara, Barcelona, 2004. Página 56.

15.10.11

Baalbek: no temáis la grandeza...

Baalbek, como tanto otros lugares en esta tierra, fue muchas cosas. Fue Heliopolis para Alejandro el Grande, ya saben, el hombre que estaba casado con Roxana, la chavala de Police. Un punto de paso para el oriente. Un lugar desde el que dominar un valle. Luego fue una ciudad romana, cuyos restos pueden visitarse. Luego fue bizantina, musulmana… Al llegar el XIX, fue un campo de pruebas donde dar a conocer la grandeza de Alemania. Un país que había llegado tarde a todos los repartos. Fueron alemanes los arqueólogos que, a finales del XIX, pusieron en valor todo esto. Aquí vino el Kaiser Guillermo, a observar las ruinas. Aquel Guillermo que se refería a Dios como “un antiguo aliado de Nuestra Casa”. Avanzamos por la ciudad vieja antes de ir a ver las ruinas. El zoco, la carne expuesta, los pescados. Y los dulces. Esa obsesión árabe por los dulces. Las mujeres son heterogéneas: parece que los chiíes, pese a la imagen de Jomeini que tenemos en occidente, son más relajados con la imagen externa de la mujer. Pese a todo, la obsesión de las religiones con la mujer. La obsesión por controlar sus vidas. De confundir de manera interesada lo moral con lo penal. Ni un solo niqab, desde luego ni un burka; varias van con velo, es verdad, pero también muchas van vestidas a la occidental. Almorzamos, ventajas de viajar con quien conoce el terreno, en un bar del casco viejo. Somos los únicos turistas en él. Ajami se llama. Humus, fantástico, y cordero. Más algo de tomate. Venden cerveza. Tras el te, salimos a ver las ruinas. De camino, nos quieren vender unas camisetas de Hizbulá: la izquierda antisistema, tan atenta siempre al márquetin. Que se note que estamos en su feudo.

De pronto, nos damos de frente con los restos de lo que aquí hubo. Impresiona. No creo que ni siquiera en Italia queden monumentos así. La proporcionalidad. Las columnas y sus capiteles. Fustes de más de dos metros de diámetro. El templo de Júpiter. A todo puede accederse, las medidas de seguridad son mínimas y no tardará en matarse algún turista por aquí. El sobrecogedor Templo de Baco está casi entero, únicamente ha perdido la cubierta. Paseamos por el recinto. Al lado, los restos de otro templo. En el artesonados, enormes estrellas de David. No se cansa uno de mirar, de ver, de pensar. De sentir. Cuántas cosas por compartir. Va cayendo la tarde. Entramos en uno de los museos, que muestra el proceso de enterramientos en la zona a través de los tiempos. El guarda nos acompaña y nos explica. Todo lo ha pagado Alemania, y los carteles están primero en aquella lengua de pastores (¿verdad Hornuez?) que inventó Lutero para extender su Reforma de la Iglesia.
Antes de volver a Beirut paramos en el Palmira. Un hotel decadente. Lo que me gustan esto sitios. Aquí se alojó el Kaiser. Aquí venía la bohemia francesa durante los años cincuenta y sesenta. El tiempo se ha detenido en este hotel, mientras se pone el sol en el resto del país. Es hora de volver a Beirut.

PS: "La German Kultur, a los ojos de los alemanes, era la heredera de Grecia y Roma, y ellos se consideraban a sí mismos como el más culto de los pueblos modernos” Tuchman, B.: La torre del orgullo. 1890-1914: una semblanza del mundo antes de la Primera Guerra Mundial. Península, Barcelona, 2007. Página 303.

13.10.11

El sábado, de camino al valle de la Bekaá

Amanece Beirut. Amanece pronto, entre la luz y el ruido de los coches. Estamos en Rmeil. Cerca de la sede de Kataeb. Un barrio cristiano, donde se aloja gran parte de la colonia española. El país se nos hace extraño a los occidentales porque nosotros perdimos, con la caída de los Habsburgo, la oportunidad de ver países hechos por encima de las identidades nacionales. Democracia consociacional nos enseñaban en la carrera. Democracia de ovejas, en realidad. El jefe de Estado ha de ser un cristiano maronita, el presidente del parlamento un chíiita y el jefe de gobierno un sunita. Igual que cuando se fue Montilla y Zapatero dijo que en Industria iba a ir “un catalán”. Qué más da cómo sean. No hay partidos que atraviesen las confesiones: se supone que los cristianos votan cristiano, los sunitas votan suní y los chiitas votan chií. El problema es que la situación demográfica ha ido cambiando: los maronitas preparados emigran, y los chiitas crecen. Así que los cristianos hace mucho que son ya menos de la mitad del país. Y su futuro aquí es oscuro.

Abandonamos el apartamento. Apenas hay nombres de calles puestas, la gente se guía por barrios y por edificios emblemáticos. El tráfico es caótico, como uno lo imagina en las ciudades de Asia. Tomamos el coche de alquiler y nos dirigimos hacia el este. Beirut está encajonada en una península entre el mar y el Monte Líbano. Según abandonamos la ciudad vamos viendo el Mediterráneo en perspectiva y los centenares de casas desparramadas por la montaña. El atasco es épico: “todo el mundo en Beirut tiene una casa por aquí y se va los sábados por la mañana”, me comenta Mim mientras vamos dejando atrás la ciudad. La carretera está toda en obras. “Este puente que están terminando lo vuela siempre Israel cada vez que ataca el país”, me señala Maic mientras conduce. En breve llegamos al alto que separa esta parte del país del valle de la Bekaá. Otro sitio de resonancias míticas. El granero de Roma. La huerta del próximo oriente. Y desde hace unos años, un campo de cultivo de droga dominado por Hizbulá, que tiene aquí uno de sus feudos. El viaje es largo, a medias por las obras y a medias por los constantes controles del ejército libanés. La frontera siria queda cerca y las fronteras en esta parte del mundo son lugares complicados. Atravesamos varios pueblos, muchos de ellos con iglesias cristianas. La mezcla como realidad. Impacta ver una cruz con letras árabes. Pero es que los antepasados de las personas que se imaginan a sí mismas cristianas estaban aquí mucho antes de los antepasados de las personas que se imaginan a sí mismas musulmanas. Para el Islam, Jesucristo era un profeta y un hombre santo; para los cristianos del siglo VII, el islam era una herejía del cristianismo que había ayudado a poner fin a la idolatría en Arabia. Qué cosas.

Por fin, llegamos a nuestro destino. La Imperial Heliópolis. Pocas cosas impactan más en un país que ya es de por sí un impacto constante. Más allá, el Antilíbano y detrás ya Siria…

12.10.11

Llegar al Líbano vía Roma, toda una metáfora...

Va atardeciendo porque viajamos hacia el este. La escala en Roma me junta con unos viajeros chicharreros. Todos vamos al Líbano, aunque su viaje está organizado por agencia y el mío no. Como el vuelo a Beirut va con algo de retraso, nos da tiempo a charlar. No son pareja, pero viajen juntos. Él es un enamorado de la cultura árabe, ella lo sigue con cierta desgana. Repasamos viajes realizados y nos recomendamos destinos. Coincidimos en el placer de viajar. De conocer. De comprender.

Llego a Beirut y es noche cerrada. El aeropuerto, dominado por los chiitas de Hizbulá, lleva el nombre del líder sunita Rafic Hariri. En el control del pasaporte la única preocupación del policía es buscar si mi documento lleva algún sello de Israel. Palabras de cortesía en ese inglés universal que hablamos todos lo que no lo tenemos de lengua materna. De camino a la ciudad, ubicada al norte, varios controles de policía, que nos dejan pasar sin problemas. Una constante en la ciudad: la obsesiva presencia del ejército libanés. Casi en cada esquina. De manera literal. Los soldados, en sus puestos de vigilancia, se llegan a confundir con el paisaje.

Estoy en el Líbano. En el Próximo Oriente. En la Tierra Santa. Un país inventado por Francia para dar una patria a los cristianos de Oriente. Así de sencillo. La Francia republicana y laica, me comenta Maic de camino a casa, se inventó este país y siempre lo ha considerado suyo. Varias sectas y múltiples identidades para un territorio poco más grande que la provincia de Zamora. De un lado, los maronitas, cristianos bien avenidos con Roma. Gente de las montañas. Árabes, aunque ellos se imaginen a sí mismos como fenicios. Seguidores de San Marón. Llevan aquí decenas de siglos. Fueron los grandes protegidos por Francia. Dos partidos, uno histórico, la Kataeb, la Falange libanesa, y otro una escisión, primero de las Fuerzas Libanesas, y luego del Movimiento Patriótico del general Aoun. Algunos cristianos más, básicamente armenios y ortodoxos, componen el paisaje de la cruz en el país. Enfrente, los musulmanes sunitas, la versión ortodoxa del islam, apoyados por Arabia Saudí, los musulmanes chiitas, una secta herética para los sunitas, patrocinados por Irac y Siria, y por si faltara poco, los drusos, una herejía fascinante que conecta el islam con las religiones previas al Libro que se desarrollaron en el Creciente Fértil.

Hace calor. Son casi las tres de la mañana. Cerca de mi habitación, la sede local de la Falange. Nos vamos a dormir. Mañana hay que madrugar. Alejandro Magno y Roma nos esperan… Como dijo el estadista de los Balcanes, quizá el problema de esta tierra es que también produce más historia de la que puede digerir…