Treinta y ocho grados en la calle. Estoy almorzando en Mérida, la ciudad a la que Zamora debe su escudo. La Taberna de Sole. Siempre fui muy de allí donde fueres, haz lo que vieres. No ha ido mal el día. En lo laboral, digo. Ahora aprovecho para reflexionar. Gazpacho extremeño con virutas de jamón y manzana. Reflexiono: “dónde empieza y dónde acabará / el destino que nos une y que / nos separará”. Si hace un año alguien me hubiera dicho que iba a estar como estoy y donde estoy lo hubiera tachado de loco. No vivo en el mismo sitio, no vivo con la misma persona, apenas trabajo en lo mismo y algunas de las personas que hoy son relevantes en mi vida eran completas desconocidas. Tinto de la ribera del Guadiana, por favor. No, no me he caído de un guindo, me he caído de varios. Nada es para siempre y la fidelidad es un concepto premoderno que no casa bien con un mundo que sigue yendo a toda mecha, a toda mecha. Y he descubierto varias cosas; que soy humano, y no es la menor. Que las cosas me afectan. Que no soy capaz de dominar todo lo que siento. Que “las cosas importantes aquí / son las que están detrás de la piel”. Que el tiempo pasa. Que las cosas más salvajes que uno imagina a veces se hacen realidad. Que quien tienes en frente puede que esté pensando exactamente lo mismo que tú, aunque no se atreva a decirlo. Que Claudio Rodríguez y su búsqueda de la claridad es lo mejor que se ha escrito en castellano en el siglo XX. Bacalao a la salsa de gambas, gracias. Que no soy tan buena persona como pensaba. Que algo ha hecho click, joder, y no sé hasta dónde ha llegado la rotura. Que se vive mejor solo que en rutina, porque no es lo mismo estar alone que estar lonely (ya lo experimentarás, ya...). Que el que mucho abarca mucho miente. Que tengo en fin "un miedo terrible de ser un animal / de blanca nieve [...]". Mis guindos, tan queridos, de los que he caído: claro que todo lo sólido se desvanece en el aire, y no sólo lo social, también lo personal; hay gente que es egoísta, ya está; qué horrorosos son los domingos, por dios; a veces, ante el miedo, lo mejor es taparse la cara con las manos y pensar que lo que nos da miedo pasará, aunque no sea así. Nunca es así, de hecho. Café americano, por favor. No usar a nadie como un medio, todos somos fines en nosotros mismos. Descubriendo el sexo, ¿Será la búsqueda del tiempo perdido?. Que algunas parejas acaban bien y otras, ¡ay! duran toda la vida. Que quien se esconde detrás de los días (no lo olvides nunca, yo lo aprendí en Braziers pero tardé años en entenderlo) termina por ser descubierto. Que siempre quiero llevar razón (¿hay alguien que argumente pensando que no la tiene?). Que yo lo que amaba era un pájaro, aunque haya pájaros, ¡ay!, que vivan felices en cárceles de oro.
Que no sé bien, en fin, porqué sigo manteniendo esta bitácora si lo que escribo no vale para nada.
PS: "Aún no pongáis las manos junto al fuego. / Refresca ya, y las mías / están solas; y qué importa, si luego / vais a venir, que se me queden frías. / Entonces qué rescoldo, qué alto leño, / cuánto humo subirá, como si el sueño, / toda la vida se prendiera [...] ("Al fuego del hogar", del libro "Conjuros" (1958), de Claudio Rodríguez