13.7.10

La vida como representación

Fuimos al Español a ver El arte de la comedia. Albert se me está revelando como un reputado gourmet del teatro y me va invitando, de vez en cuando, a acompañarlo a sus excursiones vespertinas a los diferentes corrales de comedia que pueblan la Villa y Corte.

La obra es de Eduardo de Felippo, el autor de Filomena Martuano. Una reflexión sobre la vida de los cómicos, vagamente cercana al magnífico viaje a ninguna parte, y sobre la relación de estos con el poder. La obra va a más tras un inicio un tanto plomo y el final es, sencillamente, delicioso.

El teatro. La vida como máscara; un lugar donde esconderse o donde, por el contrario, mostrarse como uno es.

El teatro, algo que nunca debimos (el plural no es mayestático) abandonar. Porque es el teatro, y no los quinquis de los altermundistas, el que nos demuestra que, efectivamente, otro mundo es posible. Que otra vida es posible. Una vida en la que alguien te regala entradas para el teatro porque sabe que te gusta.

El teatro, la máquina de radiografías que nos muestra que, como dijo una vez el bardo de Avon, “todos estamos hechos de la misma materia que los sueños”.

Al teatro hay que volver. Ahora. Y siempre. También cuando ya nada de esto importe.


PS: "En semejante ambiente se fusiló sin alboroto a famosas figuras culturales. El escritor Isaac Babel fue detenido en su dacha. Su posterior juicio duró veinte minutos y se le fusiló a la mañana siguiente. El mundialmente famoso dramaturgo Vsevolod Meyerhold fue detenido y ejecutado en circunstancias similares […]. El poeta Osip Mandelstam sufrió una muerte ignominiosa en un campo de tránsito en el extremo oriental de Rusia. En una ocasión había bromeado: “Rusia es el único lugar donde la poesía es verdaderamente importante. Aquí matan a la gente por ella”.

Tzouliadis, T.: Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin. Debate, Barcelona, 2009. Página 105

No hay comentarios: