Fue un acto hermoso. De reivindicación de la sociedad civil. Un acto al que fui con gusto porque, por encima de cualquier otra cosa, me considero liberal. Y bastante alérgico a la lógica política. Así que basta con que al que manda algo no le guste para que allí me presente.
Lo de menos era el libro. El primer presidente de la Junta, el zamorano Demetrio Madrid, presentaba su libro de casi memorias en el Círculo de las Bellas Artes, en un acto brillantemente organizado por mis amigos de La Casa de Zamora. Al autor lo presentaba mi amigo Jesús, así que mi asistencia a la cita en la tanto socialista había era obligada.
Hubo rumores en los bosques zamoranos. Creo que es una buena señal. Cuando el día de la provincia, los socialistas metieron la pata no yendo porque pensaron que era un acto del pepé, y ahora la han metido los peperos no yendo pensando que era un acto del pesoe. Eso demuestra que mis amigos de La Casa lo están haciendo bien y están construyendo sociedad civil, quién lo diría, desde la dura meseta castellana.
Fue un gusto oír al autor. Buen verbo. Buen discurso. Un hombre maltratado por la política y que, me consta, ahora se gana su sueldo como consejero en el Consultivo. Estuvo también Óscar López, al que vi serio y razonable, aunque volviera a enarbolar la memez de las comarcas como solución a los problemas. Veremos a ver, que a la región le va viniendo bien un cambio.
La región. Aquella región que hubo que formar a toda prisa cuando España se deshilachaba entre los complejos de la derecha y la vergonzosa dejación de España que practicaba, con la fortaleza que da el analfabetismo, la izquierda de nuestro país.
Una región, la mía. Y nada de dos en una. Lo siento por los leonesistas, a los que respeto en lo personal pero a los que desprecio intelectualmente. Yo ni soy ni me siento leonés. Soy castellano. De la Sanabria, de Zamora, pero castellano. Y no tengo ningún interés, lo confieso, en que nadie me enseñe leonés, ni siquiera el entrañable pachueco del que me hablaban de adolescente a la lumbre de la casa del alfayate. Queda ya para la historia y para los filólogos, no para el presente ni para el futuro.
A otros con las melancolías asesinas que yo, gracias a dios, vivo en Madrid.
Y no me interesa de dónde viene la gente, sino a dónde va.
Y no me interesa lo que hablaban sus bisabuelos, sino lo que cada uno de ellos habla.
Esto es lo que hay.
PS: Pero Madrid, para los catalanes, es sobre todo una ciudad abierta. […] La comparación con Barcelona resulta inevitable. Madrid es una ciudad sin ideología, lo que no pasa con Barcelona. Quizá todo se reduzca, en el fondo, a un problema de dimensiones. Físicas y morales. Madrid es una gran metrópolis; Barcelona aspira a serlo. […] Pero no lo consigue. Le falta aire, abertura de compás. Quiere y teme. Madrid no. Madrid no ha tenido nunca ese problema. […] en parte porque ha sido gobernada sin trabas ni dicterios ideológicos. Liberalmente. Un invento como el Fórum, fruto de los delirios buenistas de la izquierda catalana […] habría sido impensable en Madrid. Madrid, en contra de lo que creen tantos catalanes, no ha querido nunca salvar al mundo.
Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 374
PD: “Aquí estoy otra vez mirándote / aquí estoy otra vez mirándote” (Barricada, En la equina del zorro, claro)