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30.8.15

Recapitulación estival

Lecturas de verano, cuando aún están mediadas las vacaciones y enfocamos ya Portugal. Veranos ibéricos. Enfilando el final de Cero, cero, cero, el último libro de Roberto Saviano, a vueltas con la cocaina. Escalofriante, igual que aquel Gomorra de otro verano lejano. Le estoy dando una oportunidad a Algo va mal, de Judt. Muy por debajo, me parece, de otros libros suyos. Pero aún así, el autor merece un voto de confianza. Los Ensayos de Montaigne, debajo de la nogal, aquí frente al mar, y siempre lúcidos. Iniciada también una interpretación de la historia de Portugal recomendada por el gran Moreta. Me dejé a Federico Sánchez en Sanabria, para que lo disfrute mi padre y tengo también conmigo a Epicuro.

Hay que viajar siempre en buena compañía. 

24.8.14

Incógnitos fascinantes (I)

El fascinante libro Incógnito, de David Eagleman. Toda una revelación. Y una lectura obligatoria para cualquier persona culta. Ahí va el concepto de "reserva cognitiva". Atentos, cito de la página 157 de la versión de Anagrama:

"Se ha descubierto que mucha gente, al hacerle la autopsia, muestra la devastación nerviosa de la enfermedad de Alzheimer, pero en vida no había mostrado ningún síntoma. ¿Cómo es posible? Resulta que esas personas siguieron manteniendo ocupado su cerebro hasta una edad avanzada permaneciendo activos en sus carreras, haciendo crucigramas o llevando a cabo otras actividades que conservaban su población nerviosa en plena forma. Y al permanecer mentalmente vigorosos construyeron lo que los neuropsicólogos denominan reserva cognitiva. No es que la gente cognitivamente en forma no padezca Alzheimer, es que sus cerebros cuentan con una protección contra los síntomas"

15.8.14

Lecturas agostiles (I)

Ando con varias cosas a la vez. A ver si puedo irlas comentado. 

El narrador grave que imagina siempre Antonio Muñoz Molina me acompaña esta vez hablándome de Todo lo que era sólido: sólo el título ya merece una lectura. A mayores, estoy también con a fascinante historia de un manuscrito hallado por Poggio Bracciolini en 1417 en el oscuro monasterio de Fulda y que dio lugar a El giro, de Stephen Greenblat. Me puse también con El pacto de los asesinos, un papelillo de Max Gallo, novelando la vida de esa mujer fascinante que fue Margarete Buber-Neumann.

 Y por último, mediado ya el magnífico libro Incógnito, de David Eagleman. cómo funciona el cerebro y qué cosas sabemos de él. Sencillamente magnífico. 

24.9.12

La religión y la gente peligrosa...


Aquella gente peligrosa. Su visión sobre la religión. Cada día que pasa soy más agnóstico: no tengo capacidad ni para afirmar ni para negar la existencia de un Dios. Respeto a todos los creyentes. A veces los envidio. A veces no puedo evitar pensar en ellos de manera algo condescendiente. Los respeto porque en general me respetan y cada tengo más claro aquello que repetía la abuela de Maalouf: una casa sin ninguna religión es una desgracia, como también lo es una casa con demasiada religión.

La gente peligrosa dio un paso que yo quizá no daré nunca: vengo del mundo que vengo y hay cosas que no puedo violentar sin violentarme a mí mismo. Es lo que hay. Ellos pasaron de la duda a la negación. A la negación radical. Tampoco mi mundo, gracias a Dios, es el suyo. Vivir en un entorno dominado por la superstición y la ignorancia es una invitación para enfrentarse a él de manera radical.

Pero de fondo, al final del todo, hay muchas cosas de interés en sus reflexiones: el valor de la religión como mecanismo de control social. La forma de violentar la conciencia y los actos de alguien que se cree vigilado por fuerzas que todo lo ven... 

Al final, aquel cinismo de Voltaire cuando decía que “quiero que mi abogado, mi sastre, mis criados, e incluso mi esposa crean en Dios; pienso que de esa manera me robarán menos y me podrán menos los cuernos”.

Esa sensación, tantas veces experimentada de que, en el fondo, de obispo pa´rriba

14.9.12

El cuerpo humano y aquella gente peligrosa


Aquella gente peligrosa. Su lucha por la reivindicación de lo humano. Y dentro de lo humano, lo más humano: el cuerpo. Un cuerpo al que la tradición, la moral, la escolástica, llevaba siglos considerando como “un recipiente de deseos pecaminosos” o un “pozo de enfermedades”. Defender una concepción ilustrada del cuerpo humano. Defender la búsqueda de la felicidad, también a través del cuerpo, como una aspiración no sólo legítima sino necesaria. El libro hace un magnífico repaso de esta tradición olvidada, sepultada por tantos siglos de oscuridad y miedo. Un repaso que se inicia con Epicuro y Lucrecio y que tiene uno de sus máximos exponentes en Montaigne. Aquel Epicuro, desacreditado por sus enemigos y que pensaba que el objetivo vital es una moderación inteligente de las pasiones, liberando al espíritu y al cuerpo de cualquier atisbo de esclavitud, o aquel Lucrecio que reivindicó a los dioses como una metáfora de la serenidad, tras darse cuenta de que lo único que vemos en el cielo al alzar la vista es lo que nos imaginamos. Aquel Montaigne, en fin, un Villanueva aragonés, que hizo de la reflexión una forma de vida

Asumir que el deseo forma parte de la vida… que los sueños oscuros e irracionales están tan dentro de nosotros como nuestra sonrisa y nuestra educación.

Asumir la imperfección para ser felices con ella. Esa búsqueda de la felicidad que impregna un texto que se firmó en julio de 1776 y que se aseguraba que We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness.



PS: “Para Diderot, el enfoque reduccionista de la naturaleza humana que aplicaron muchos pensadores a lo largo de la historia era profundamente ingenuo. […] En última instancia, los seres humanos siempre estarán a merced de su propio carácter, de su capacidad y de sus impulsos, que la razón puede manejar, pero que siempre serán el factor primero y más importante de nuestra vida. La razón puede distinguirnos de otros animales, pero solo el deseo nos hace humanos”

Blom, P.: Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea. Anagrama, Barcelona, 2012. Página 332

11.9.12

La gente peligrosa y la educación de la mujer...


Aquella gente peligrosa. El papel de las mujeres.  Si la educación en aquellos momentos era escasa y rígida, para las mujeres era inexistente: aprender a bordar las más pobres, algo de canto o algún idioma para las ricas. Pero la concepción era la misma en ambos casos: seres peligrosos a los que no formar porque, en el fondo, eran el diablo que hacía enloquecer al hombre. Para la gente peligrosa que protagoniza el libro, para aquellos radicales que perdieron la batalla de la Ilustración, la mujer era algo más. Mucho más. Era algo revolucionario. Aunque externamente permanecieron ligados a la moral de la época: esposas, amantes… iban buscando algo que los conecta con esa revolución del siglo XX que ha supuesto, en occidente, la visibilización de las mujeres.  Y es que tanto Diderot, con Sophie Volland, como Grimm, otro de los amigos peligrosos, eligieron como amantes a compañeras en el sentido último de la palabra: personas con las que compartir no sólo lecho, sino también inquietudes, miedos, temores, confidencias.

Eran gente peligrosa porque acabaron asumiendo, pese a su entorno, pese a su formación, que en la vida es mejor sumar que restar…


PS: "Si bien muchos contemporáneos pensaban que esta situación  [la falta de educación de la mujer] era aceptable a causa de la inferioridad intelectual de las niñas, Diderot, D´Holbach y Grimm opinaban que las diferencias en materia de logros entre hombres y mujeres eran el resultado de una educación deficiente e incluso represiva, de un vasto sistema montado para oprimir a las mujeres [...]" 
Blom, P.: Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea. Anagrama, Barcelona, 2012. Página 303

8.9.12

Las mujeres y la gente peligrosa


Aquella gente peligrosa. Su relación con las mujeres. Estábamos en el XVIII. En mi pueblo, Blas Cantón levantaba una capilla y las mujeres pasaban de hijas a madres sin haber sido nunca personas del todo. No sabían escribir. No hacía falta; ¿para qué? Si hasta las herencias las hacían sus maridos o sus hijos. En el Salón de D´Holbach, entre tanto, se juntaban algunas personas que pensaban que una mujer era mucho más que una madre, o que una amante. Esa visión total de la mujer entendida como alguien dotado de autonomía propia y cuyo papel trasciende los roles asignados era algo revolucionario en la época. Para algunos de aquellos radicales, la mujer es alguien que nos acompaña en el camino de la vida. Es esa persona que nos ayuda a crecer. Esa persona sin la cual no somos nada.

Ahí está el caso de Denis. Diderot casó mal. Cosas de familia. No quería ser cura y al final tuvo que sentar la cabeza. Su mujer no lo entendió nunca: siempre entre libros, siempre hablando, siempre conversando. Por eso, buscó en otro lugar lo que un aburrido hogar burgués de rosario y procesión no le daba. Y lo encontró. Vaya que si lo encontró. Quizá la historia entre Diderot y Sophie Volland sea una de las historias más fascinantes del libro. Intuir, sólo intuir, la manera en la que un hombre culto y sensible del XVIII era capaz de ver en una mujer algo más que un cuerpo sobre el que gozar o un capricho que sostener. Encontró una compañera para un viaje largo y duro. Y conocemos sólo una parte de aquel viaje porque no todas las cartas que se cruzaron durante años, sobre todo los veranos, que pasaban separados, porque Diderot estaba casado y se iba con su familia, no todas esas cartas, digo, han llegado hasta nosotros. Algunas fueron purgadas por los descendientes, que las consideraban poco adecuadas a la dignidad de un amantísimo padre de familia.

Seguiremos conversando sobre el tema. Está amaneciendo y la visión a estas horas de “las montañas más frías de toda Castilla”, como se referían los jesuitas en el XVIII a esas montañas que separan la Alta Sanabria de la Sanabria central es una visión demasiado cautivadora como para seguir escribiendo…


PS: “Aun cuando gran parte de ese extenso y apasionado epistolario se haya sacrificado por mor del decoro, los cientos de cartas que han sobrevivido siguen brindando un retrato extraordinariamente vívido de un encuentro de dos cuerpos y dos mentes que se prolongó durante más de dos décadas. Pues, además de sus sentimientos, Diderot escribió, entre otras cosas, sobre libros que ambos estaban leyendo y prosiguió en las misivas conversaciones iniciadas en sus encuentros con Sophie


6.9.12

Aquella gente peligrosa... hablemos


La segunda lectura veraniega fue también un festín. Otro de esos libros que me jode no llegar nunca a escribir y que me jode tener que acabar. Qué bien escrito, qué instructivo y qué ameno. Al autor Philip Blomm le tenía ganas desde hace tiempo y no me defraudó nada. Me refiero al libro sobre la Gente peligrosa de los salones parisinos de la segunda mitad del XVIII. Un libro fascinante, sobre el Salón que montó D´Holbach en el París de los años centrales del Siglo de las Luces, un salón animado por Diderot y en el que, al fin, somos capaces de ponerles cara a todos: del narcisista Voltaire al resentido de Rousseau. Era evidente que alguien que inventó el concepto de voluntad general no podía ser buen tipo. Menudo psicópata. Hágase con el libro desocupado lector, porque tenemos que hablar de él. Pero hágase ya mismo con la obra, porque si sigue esta bitácora con regularidad, estoy seguro que usted también tiene algo que decir sobre aquel Salón. A favor o en contra, pero seguro que tiene algo que comentar. Así que no sé a qué espera… ¿me he equivocado alguna vez con mis recomendaciones?

Hablaremos de él. Largo y tendido.


PS: Diderot nos recuerda en el libro que Séneca escribió una vez que “Una parte de la vida la dedicamos a hacer las cosas mal; la mayor parte, a no hacer nada, y casi toda la vida a hacer algo que no es lo que debiéramos hacer”.

1.9.12

Cuando el imperio fuiste(s) tu, o un Planeta en digital

Acabé mi primer libro en formato digital. Leído en el Tagus que me llegó cortesía del Pivi. Una entretenida novelita, que ganó el tal Planeta, sobre la vida de Pedro I de Brasil, el primer monarca de un país americano. Un hombre pasional que se comió la vida a bocados  y que nunca entendió que las razones del corazón no son las razones del Estado.

Su infancia, en el salvaje Brasil de principios del XIX, la bondad de su padre y el carácter marrullero de su madre. Los celos de su hermano Miguel, que tanta relevancia tendrían a lo largo del XIX portugués. Y de fondo, la pasión. No tanto con Leopoldina, su mujer, con la que se casó por razones de Estado, sino sobre todo con Domitila de Castro. Una pasión que superó amenazas, distancias, desencuentros y olvidos. Porque hay cosas que se quedan para siempre en el corazón. Esas cosas que, cuando uno las ha probado, lo transforman ya para siempre. Quizá es la parte más lograda de la novela, entender de qué manera la mente de Pedro vivía escindida entre sus obligaciones como padre, esposo y Rey, y las necesidades que le planteaba su corazón. La búsqueda de la libertad para intentar explicarse la vida que uno lleva.

Y al final, claro, el exilio. Era difícil ser Rey en la América colonial en la que se iban imponiendo, con sus sombras, las Luces. Y la vuelta a una península que en el fondo no era suya. Un país dominado por los curas y la pobreza, un país que no lo entendía,  pero por el que acabó entregando su vida.
Un buen papelillo, ideal para entrar en el mundo de los libros electrónicos.

Y el placer de encontrarse con Manolo al final, en los agradecimientos.

25.8.12

Mihail Sebastian. El final del viaje, un hombre del danubio


Hay, en mi vida intelectual, una línea de pensamiento que recorre el Danubio, desde Donaueschingen, hasta su desembocadura. A mí, que nací en la periferia de un país periférico; a mí, que tengo a los míos enterrados en una frontera pobre, plagada de heterónimos y de silencios; a mí, digo, la vida me reservó un destino intelectual que me llevó por un río en el que he navegado varias veces, y siempre de las mejores manos: el viaje empezó hace años con Magris,  siguió con Kaplan, abordó a Canetti y llega ahora hasta Sebastian. No se puede viajar en mejor compañía un verano tan  confuso como este.

Un saludo, desocupado lector.


PS: “Pero tampoco dejaré de ser nunca un hombre del Danubio. Y eso también es un hecho. Que me lo reconozcan o me lo nieguen, no cuenta. Es cosa exclusiva de quien lo haga”.
Sebastian, M.: Desde hace dos mil años. Aleteia, Valencia, 2011. Página 247. 

3.8.12

De Estado y de territorios (y III)


Qué grande el estacazo (hubiera escrito estadullazo, ahora que estoy llegando a la Senabria, pero luego los de Lubián dirán que es que somos gallegos y hay debates que me dan una pereza bárbara…) que Sosa Wagner le mete al concepto de gobernanza en una de las primeras páginas del libro del Estado sin territorio del que he disfrutado estos días. No me resisto a copiar, de manera literal, un par de párrafos. Disfrútelos, desocupado lector:


“De ahí, que proceda denunciar la palabrería embaucadora y atosigante de los teóricos de la “gobernanza”. Pues lo que más sorprende de los escritos a ella dedicados, aparte de su extravagante lenguaje y su desembarazada sintaxis, es que intenta establecer unos nuevos modos de gestión de los intereses colectivos ignorando los problemas más manifiestos de nuestros sistemas democráticos, en especial, y por lo que nosotros afecta, del español. Mucha "red” y mucha “transparencia”, mucha “poliarquía deliberativa”, pero señalar con el dedo lo más visible de nuestra realidad, a saber, una democracia envilecida por unos partidos políticos que no pagan sus deudas a los bancos y han degenerado el sistema hasta llevarlo a intolerables prácticas de corrupción, esto parece que no está en la agenda de nuestros expertos en gobernanza.

Por ello, a nuestro entender, la gobernanza no añade nada a una meditación seria sobre una nueva manera de gobernar. Toma nota, eso sí, de la forma en que se desarrollan hoy las negociaciones y acuerdos que se traban para adoptar las decisiones colectivas. Pero de ahí, de levantar acta de un estado de cosas, a erigir una doctrina correctora, hay un salto para el que la gobernanza carece de la pértiga adecuada”.


Sosa Wagner, F.: El Estado sin territorio. Cuatro relatos de la España autonómica. Marcial Pons, Madrid, 2011. Página 38

2.8.12

De Estado y de territorios (II)


Hay relatos reveladores en el libro de Sosa Wagner en relación al Estado sin territorio. Cuando habla del agua, por ejemplo. Es desesperante ver como nuestros políticos no saben de nada y les da igual una posición que otra. Es la ventaja del analfabetismo funcional… uno no tiene ningún criterio y por eso  lo puede cambiar cuando quiera sin ningún problema.
Está el tema de los trasvases frente a las desaladoras. No tengo un criterio claro, la verdad, aunque a primera vista parece más lógico coger el agua de un sitio y llevarla a otro que esperar a que caiga al mar, desalarla y llevarla a otro sitio, pero no es ahí donde quiero ir. A lo largo de la durísima oposición que la izquierda dizque moderada le hizo al gobierno de Aznar, dos temas destacaron por encima del resto: la oposición a una guerra en la que España no participó y la oposición al Plan Hidrológico Nacional con la cosa esa de la nueva cultura del agua pagada con fondos públicos. El PHN contemplaba varios trasvases y así los peperos se convirtieron en trasvasistas y los sociatas en desaladoristas.  Es lo bueno de España: con saber a quien vota alguien ya sabes su postura con el conflicto de oriente próximo y su visión del medio ambiente de una tacada. El caso es que mientras estuvo en la oposición Aznar se oponía a los trasvases, y mientras estuvieron en el gobierno, los socialistas los apoyaban (Borrell y la solución al “desequilibrio hídrico”). Cuando cambiaron las tornas y unos llegaron al gobierno y otros a la oposición, cambiaron de discurso sin rubor. Sin ningún complejo. Esta es la clase política que tenemos. Y nadie se lo afeó, nadie les pidió explicaciones. Esta es la ciudadanía que tenemos. Os da igual ocho que ochenta. Y luego os quejáis.


PS: si usáramos más las hemerotecas para que nos tomaran menos por tontos…

1.8.12

De Estados y de territorios (I)


Relatos de la España boba que se despide, arruinada, a la espera de que nos inventemos entre todos un nuevo relato para seguir tirando tras el Rescate. El libro de Sosa Wagner y de Mercedes Fuertes. Primera lectura veraniega en sentido estricto: El Estado sin territorio.  Cuatro relatos para articular un discurso demoledor: la falta de autoridad del Estado en su propio territorio, una falta de autoridad que es en realidad una de las muestras más evidentes de esa refeudalización a la que nos enfrentamos desde hace décadas. Y de fondo, como no puede ser menos, el miedo a la modernidad, traducida en miedo a la tecnología, en pánico a lo nuclear, en desconfianza hacia el progreso El relato del miedo que tan incrustado tenemos todos en la cabeza.

Algunas de las historias que se cuentan en el libro son grotescas, como el relato de lo nuclear, con ese ministro, el tal Montilla, que firma el pistoletazo de salida para el almacén de residuos y luego, como presidente de la Gene, se opone a él. El relato de la conexión eléctrica entre Asturias y la meseta. Dos de los relatos (el agua y los bosques) narran la apropiación por parte de los feudos autonómicos de lo que es común. El desastre de compartimentar la gestión espacios naturales, como el de los picos de Europa, tras una nefasta sentencia del Constitucional. O la barbaridad de fragmentar la gestión de las cuencas hidrográficas, un modelo de gestión copiado en todo el  mundo. Detrás no hay nada. Hay solo afán de poder. No se gestiona mejor el Guadalquivir desde Sevilla o el Duero desde Valladolid. Es mentira. Como no es real que se gestione mejor un espacio natural desde las capitales regionales.
Los gobiernos autonómicos eran gobiernos de mentira, puestos en marcha para satisfacer lo que Ignatieff definió en su momento como “el narcisismo de la diferencia menor”. El problema, como queda claro en el libro, no es que fueran de mentira, o que fueran derrochadores (que en realidad no lo son tanto, pero ya hablaremos de eso…), el problema es la absoluta deslealtad con la que se han comportado respecto tanto del Estado como de resto de Comunidades.

Y sin lealtad no hay nada. Ni en política ni en ningún otro ámbito.


PD: por cierto, la bitácora de Sosa.

12.8.10

Avance de programación

Primer avance de ocio veraniego. Floja la Breve historia de Inglaterra, de Chesterton. Demasiada paradoja acaba aburriendo a un lector diletante como yo. No consigo seguir el ritmo del Vértigo, de Sebald. Bueno el de las armas, los gérmenes y el acero de Diamond, y bastante original el de los alemanes y su papel en el holocausto. He vuelto a Borges. Siempre hay que volver. Estoy con Ficciones. Un libro, otra vez, deslumbrante. Entre lo que voy leyendo de Jesús y lo que me voy encontrando por ahí, todo me recuerda a Borges. Quizá mi vida sea también un relato de Borges, no lo sé…

Estuve viendo Duplicity, de Tony Gilroy. Buena trama, bueno ritmo y un final muy logrado. Cine para disfrutar. Empiezo a ver Hermanos de Sangre. Promete. James me pone los dientes largos con la vida de John Adams, otro prodigio de la HBO, en este caso sobre la independencia de lo que hoy son los Estados Unidos. La veré.

Una reflexión final; por primera vez en mi vida, me da cierto reparo leer por mi pueblo, lleno ahora de gente. Quizá me voy haciendo mayor. Quizá me he rendido. Aunque siempre me ha disgustado la acumulación de personas, ahora noto que pueden conmigo. Salgo a leer hacia Cobreros, que hay menos gente y apenas me cruzo con nadie.

Por la noche he hecho de caballito con Elicia y la he subido hasta su habitación. Antes me ha estado peinando “en la peluquería” y luego me ha dado un masaje en el cuello. A cambio, su tío el pesado no para de decirle que “los libros son tus amigos y tienes que cuidarlos”.

Sigue haciendo calor para ser agosto sanabrés.


PS: Pero las masas rara vez habían deseado la libertad: [según Herzen] “Son indiferentes a la libertad individual, a la libertad de expresión. Las masas aman la autoridad. Siguen cegadas por el arrogante brillo del poder; las ofenden quienes permanecen solos. Por igualdad entienden igualdad de opresión”.

Molina, Cesar Antonio: Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Destino, 2009. Página 343

30.7.10

Lecturitas... de verano...

Volvía andando a casa y, esta vez sí, me acerqué a la biblioteca de Buenavista. Es una biblioteca municipal, ubicada en lo que debió de ser una antigua casa razonablemente solariega. Entro. Las bibliotecarias son todo amabilidad. Es pequeña y está bastante compacta. Ya se sabe que para Gallardón y los socialistas del pepé, la cultura o está en el sur o ha de ser muy cara, así que si uno busca una biblioteca espaciosa en el norte de Madrid, no la hay. Hay poco fondo de los temas que me interesan. Me entretengo paseando por los estantes. Tenía un carnet lejano, de cuando vivía en Hortaleza, hace ya tanto tiempo. Fui una sola vez y me asustó el estado, lamentable, de la biblioteca. No sé cómo la gente del sur no vota en masa a Gallardón y todavía entiendo menos cómo los del norte lo siguen votando.

Recorro los estantes de la biblioteca poco a poco, como Borges me enseñó a hacerlo, dejándome llevar por cada una de las estanterías hexagonales que la forman y que son, quién lo duda, parte de esa gran biblioteca de Babel que es el universo. Al final, me decanto por cuatro ejemplares. Siempre me pasa lo mismo; soy un ansioso de las bibliotecas y no puedo resistir. Tengo ya otros tres o cuatro esperando en casa para este verano, pero no puedo resisitirme:

A ver si mañana tengo un rato y les cuento los que ya tenía en casa. ¿Cuántos leeré? Menos de los que me llevo, no les quepa duda…


PS: […] "unas memorables palabras del judío alemán Heine: “Allí donde ardan los libros, acabará por arder el pueblo.

Molina, Cesar Antonio: Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Destino, 2009. Página 227


PD: no paro. Ayer relajado café con D. Manuel. Hoy, despedida a Miguelito, que se nos va el tío a trabajar a la Sanabria. Mañana, almuerzo con Asier, a quien he de convencer de que sea ahora él quien vea los océanos azules. El problema no es cuando no ves a alguien, el problema es cuando alguien decide por ti a quién puedes ver y a quién no. Una semana, nada menos. ¿El principio del fin? Espero que no…

8.9.09

Lecturas agostiles (IV)

Mi generación, como le ha pasado a las últimas cinco o seis generaciones de españoles, creció a la vida con una concepción jeremiaca de la historia de España. Todo salía mal. Éramos un país por hacer, cainita, estúpido y cruel. Ya tengo escrito por ahí que la ILE contribuyó mucho a generar esta narrativa, que con tanta alegría como incultura siguen por ahí pregonando los eruditos a la violeta que pueblan nuestra vida intelectual.

Luego uno va leyendo y va viendo que las cosas, en general son más complejas. Cuando uno se da de bruces, además, con alguien como Carmen Iglesias, los topicazos no tardan en salir corriendo uno detrás de otro. La recuerdo de la Facultad; fue una delicia tener con ella, en aquel seminario, aquella asignatura llamada “Estado y Sociedad en el Antiguo Régimen”, cuando uno sabía aún ni qué era el Estado ni que era exactamente esa cosa llamada sociedad.

El caso es que Dña. Carmen ha publicado recientemente una recopilación de diversos ensayos relativos a la historia de España y esta ha sido una de mis grandes lecturas en verano.
No siempre lo peor es cierto es, sencillamente, impresionante.

Conocimiento, objetividad y rigor. Nada más alejado de la morralla historiográfica tan habitual en nuestros lares, donde habitualmente nadie conjuga las tres variables. Muchas de las cosas que trata tuve la suerte de oírselas contar en directo, bien en la Facultad, bien en alguna conferencia: la imagen de España desde fuera, tan importante para conocer la imagen que los españoles tenemos de nosotros mismos; la forma de gobernar un imperio mundial con muy pocos funcionarios; el origen de la imagen oriental de España, el modelo educativo en el XVIII, el papel de las mujeres en la Ilustración, el Conde de Aranda, la familia en el Antiguo Régimen, la independencia de América, el drama de los afrancesados (todavía hay descerebrados que hablan de aquello como una guerra civil), Menéndez Pelayo y su lucha contra los heterodoxos, la cultura del XIX, la crisis finisecular…
Muchas conclusiones, que nos les voy a contar porque el libro hay que leérselo. Pero parece claro que la Monarquía se convirtió en una potencia mundial en un momento en el que los ataques a los poderosos empezaron a tener relevancia mundial gracias a la imprenta, que la imagen que el XVIII francés creó de España era una imagen profundamente interesada en términos políticos, que nuestra Ilustración no fue ningún desastre (a no ser que lo fueran todas excepto la francesa), que nuestro analfabetismo estaba al mismo nivel que resto de países europeos y que lo que nos destroza de verdad son seis años de guerra contra el francés en nuestro suelo, situación que no sufrió ningún otro país europeo…
En fin, un libro contra tópicos, muy útil para tener siempre a mano. Y eso por no hablar de los apéndices. El que trata sobre Marsilio de Padua es, sencillamente, delicioso.

Ni leyenda negra, ni leyenda rosa. Sólo la historia, por favor. Nuestra historia, lo siento esencialistas y lo siento teóricos del fracaso, es muy similar a la del resto de Europa. Pero similar de cojones, vamos. No dejen de leerlo, por favor.

PS: "[…] ese hombre del Lazarillo –comentaba unos meses antes de su muerte, refiriéndose a su recién publicada obra monumental sobre la picaresca-, que sale de casa rugiéndole las tripas, pero que se limpia ostentosamente con un palillo de dientes; pues bien, esta figura la he encontrado en un poema francés de la misma época. Y hace cuatro años –seguía Maravall- hubo en La Sorbona un coloquio organizado por hispanistas cuyo tema era la marginación y la exclusión en la España del siglo XVI. Yo sabía que ellos iban a plantear este fenómeno como típicamente español, y por ello me divertí preparando una colección de citas de escritores franceses del siglo XVI sobre exclusión y marginados, en los que no quedaban dudas sobre la miseria y la marginación en su propio país. Uno de ello contaba que en las calles de Lyon, durante la noche, no se oía más que “¡Ay que me muero de hambre” […] Y las mujeres iban arrastrándose famélicas y en pleno invierno echaban a sus hijos encima de la nieve, sin tener un solo mendrugo, sin disponer en los pechos ni siquiera de una gota de leche; eso se dice en un documento de la época […]. Se trata de aspectos que dependen de situaciones históricas y que cambian cuando cambian éstas".
Iglesias, Carmen: No siempre lo peor es cierto. Estudios sobre historia de España. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2009. Página 31.
PS: esta tarde otra vez al Nacional del Prado. Siempre es un placer.

2.9.09

Lecturas agostiles (III)

Ya sabe el desocupado lector de esta columna lo que me cuesta leer novelas. Son algo menor; papelillos podría llamarles de manera despectiva. El entretenimiento de los vagos, si me apuran; la novela es al ensayo un poco lo que el folio holandés al folio normal, como decía Ramón de España: un entretenimiento que hace pensar a los escritores haraganes que escriben como fieras. Además, no es sencillo encontrar buena novela; de hecho creo que la última decente que he leído ha sido La piel fría, hace ya un par de años.
El caso es que Jimena llevaba tiempo recomendándome A sangre fría, de Truman Capote. Al final la metí a última hora en la maleta antes de partir para Finlandia. La novela, o lo que sea, es sencillamente magnífica. Todo un descubrimiento. Qué bien escrita. Y qué entretenida. El brutal asesinato acaecido en 1959 en Holcomb sirve al autor para trazar un magnífico relato / retrato sobre los asesinados, los Clutter, y los asesinos, dos psicópatas apellidados Smith y Hickock. Las dos caras no sólo del sueño americano, sino también del ser humano: la ética del trabajo frente a la ética del quinqui, tan celebrada por cierto por nuestras autoridades. Ustedes no dejen de leerla y yo no dejaré de revisar algunos de mis tópicos sobre la novela y sobre los novelistas norteamericanos; siempre he sido bastante despectivo con ellos, la típica postura, imagino, de erudito a la violeta.

Es lo malo de leer, que se te joden las certezas.

PS: […] "no cuesta mucho deducir de todo ello que el hombre dejaría de leer novelas con cuarenta años recién cumplidos. Es decir, como manda la tradición. La buena".
Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 40