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5.3.20

Mitos

No tengo datos que lo corroboren, pero apostaría a que un gran porcentaje de la población occidental que ha oído hablar de las innumerables muestras de fanatismo español en América y de las barrabasadas de la Inquisición, no sabe quien fue Jan Pieterszoon. En nombre del enloquecido dios del calvinismo arrasó la primitiva Yakarta y organizó en 1621 la cruel matanza de las islas de Banda, donde murieron asesinados o de hambre miles de niños, mujeres y hombres. ¿Cuántas películas hay sobre el fanatismo religioso de los neerlandeses y su afán destructivo y colonialista? 

5.3.17

Los Ilustrados

Hace ya algunos años que me impactó Gente peligrosa, el deslumbrante relato que Bloom hacía de las personas que articular el discurso más radical de la Ilustración. Rebuscando, encontré por casa Encyclopédie, el estudio que dedica, más en detalle, al proceso de creación de la Enciclopedia. Lo llevo mediado ya y mantiene el ritmo muy bien. Ayuda a evitar tópicos en los que siempre cae la progresía española cuando se enfrente a la Enciclopedia: en la luminosa Francia a Diderot lo encarcelan sin acusación y para salir de la cárcel ha de prometer dejar de escribir; gran parte del hermoso París era un lodazal fétido, una parte de los artículos de la Enciclopeida están escritos de oídas... Ni la Francia de mediados del XVIII era todo luz ni aquí sólo había tinieblas...

No hay más que leer para dejar de tener certezas...

11.9.12

La gente peligrosa y la educación de la mujer...


Aquella gente peligrosa. El papel de las mujeres.  Si la educación en aquellos momentos era escasa y rígida, para las mujeres era inexistente: aprender a bordar las más pobres, algo de canto o algún idioma para las ricas. Pero la concepción era la misma en ambos casos: seres peligrosos a los que no formar porque, en el fondo, eran el diablo que hacía enloquecer al hombre. Para la gente peligrosa que protagoniza el libro, para aquellos radicales que perdieron la batalla de la Ilustración, la mujer era algo más. Mucho más. Era algo revolucionario. Aunque externamente permanecieron ligados a la moral de la época: esposas, amantes… iban buscando algo que los conecta con esa revolución del siglo XX que ha supuesto, en occidente, la visibilización de las mujeres.  Y es que tanto Diderot, con Sophie Volland, como Grimm, otro de los amigos peligrosos, eligieron como amantes a compañeras en el sentido último de la palabra: personas con las que compartir no sólo lecho, sino también inquietudes, miedos, temores, confidencias.

Eran gente peligrosa porque acabaron asumiendo, pese a su entorno, pese a su formación, que en la vida es mejor sumar que restar…


PS: "Si bien muchos contemporáneos pensaban que esta situación  [la falta de educación de la mujer] era aceptable a causa de la inferioridad intelectual de las niñas, Diderot, D´Holbach y Grimm opinaban que las diferencias en materia de logros entre hombres y mujeres eran el resultado de una educación deficiente e incluso represiva, de un vasto sistema montado para oprimir a las mujeres [...]" 
Blom, P.: Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea. Anagrama, Barcelona, 2012. Página 303

8.9.12

Las mujeres y la gente peligrosa


Aquella gente peligrosa. Su relación con las mujeres. Estábamos en el XVIII. En mi pueblo, Blas Cantón levantaba una capilla y las mujeres pasaban de hijas a madres sin haber sido nunca personas del todo. No sabían escribir. No hacía falta; ¿para qué? Si hasta las herencias las hacían sus maridos o sus hijos. En el Salón de D´Holbach, entre tanto, se juntaban algunas personas que pensaban que una mujer era mucho más que una madre, o que una amante. Esa visión total de la mujer entendida como alguien dotado de autonomía propia y cuyo papel trasciende los roles asignados era algo revolucionario en la época. Para algunos de aquellos radicales, la mujer es alguien que nos acompaña en el camino de la vida. Es esa persona que nos ayuda a crecer. Esa persona sin la cual no somos nada.

Ahí está el caso de Denis. Diderot casó mal. Cosas de familia. No quería ser cura y al final tuvo que sentar la cabeza. Su mujer no lo entendió nunca: siempre entre libros, siempre hablando, siempre conversando. Por eso, buscó en otro lugar lo que un aburrido hogar burgués de rosario y procesión no le daba. Y lo encontró. Vaya que si lo encontró. Quizá la historia entre Diderot y Sophie Volland sea una de las historias más fascinantes del libro. Intuir, sólo intuir, la manera en la que un hombre culto y sensible del XVIII era capaz de ver en una mujer algo más que un cuerpo sobre el que gozar o un capricho que sostener. Encontró una compañera para un viaje largo y duro. Y conocemos sólo una parte de aquel viaje porque no todas las cartas que se cruzaron durante años, sobre todo los veranos, que pasaban separados, porque Diderot estaba casado y se iba con su familia, no todas esas cartas, digo, han llegado hasta nosotros. Algunas fueron purgadas por los descendientes, que las consideraban poco adecuadas a la dignidad de un amantísimo padre de familia.

Seguiremos conversando sobre el tema. Está amaneciendo y la visión a estas horas de “las montañas más frías de toda Castilla”, como se referían los jesuitas en el XVIII a esas montañas que separan la Alta Sanabria de la Sanabria central es una visión demasiado cautivadora como para seguir escribiendo…


PS: “Aun cuando gran parte de ese extenso y apasionado epistolario se haya sacrificado por mor del decoro, los cientos de cartas que han sobrevivido siguen brindando un retrato extraordinariamente vívido de un encuentro de dos cuerpos y dos mentes que se prolongó durante más de dos décadas. Pues, además de sus sentimientos, Diderot escribió, entre otras cosas, sobre libros que ambos estaban leyendo y prosiguió en las misivas conversaciones iniciadas en sus encuentros con Sophie