8.9.12

Las mujeres y la gente peligrosa


Aquella gente peligrosa. Su relación con las mujeres. Estábamos en el XVIII. En mi pueblo, Blas Cantón levantaba una capilla y las mujeres pasaban de hijas a madres sin haber sido nunca personas del todo. No sabían escribir. No hacía falta; ¿para qué? Si hasta las herencias las hacían sus maridos o sus hijos. En el Salón de D´Holbach, entre tanto, se juntaban algunas personas que pensaban que una mujer era mucho más que una madre, o que una amante. Esa visión total de la mujer entendida como alguien dotado de autonomía propia y cuyo papel trasciende los roles asignados era algo revolucionario en la época. Para algunos de aquellos radicales, la mujer es alguien que nos acompaña en el camino de la vida. Es esa persona que nos ayuda a crecer. Esa persona sin la cual no somos nada.

Ahí está el caso de Denis. Diderot casó mal. Cosas de familia. No quería ser cura y al final tuvo que sentar la cabeza. Su mujer no lo entendió nunca: siempre entre libros, siempre hablando, siempre conversando. Por eso, buscó en otro lugar lo que un aburrido hogar burgués de rosario y procesión no le daba. Y lo encontró. Vaya que si lo encontró. Quizá la historia entre Diderot y Sophie Volland sea una de las historias más fascinantes del libro. Intuir, sólo intuir, la manera en la que un hombre culto y sensible del XVIII era capaz de ver en una mujer algo más que un cuerpo sobre el que gozar o un capricho que sostener. Encontró una compañera para un viaje largo y duro. Y conocemos sólo una parte de aquel viaje porque no todas las cartas que se cruzaron durante años, sobre todo los veranos, que pasaban separados, porque Diderot estaba casado y se iba con su familia, no todas esas cartas, digo, han llegado hasta nosotros. Algunas fueron purgadas por los descendientes, que las consideraban poco adecuadas a la dignidad de un amantísimo padre de familia.

Seguiremos conversando sobre el tema. Está amaneciendo y la visión a estas horas de “las montañas más frías de toda Castilla”, como se referían los jesuitas en el XVIII a esas montañas que separan la Alta Sanabria de la Sanabria central es una visión demasiado cautivadora como para seguir escribiendo…


PS: “Aun cuando gran parte de ese extenso y apasionado epistolario se haya sacrificado por mor del decoro, los cientos de cartas que han sobrevivido siguen brindando un retrato extraordinariamente vívido de un encuentro de dos cuerpos y dos mentes que se prolongó durante más de dos décadas. Pues, además de sus sentimientos, Diderot escribió, entre otras cosas, sobre libros que ambos estaban leyendo y prosiguió en las misivas conversaciones iniciadas en sus encuentros con Sophie


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