10.9.12

Una visita


La siguiente parada en la ruta de acoplamiento a Madrid fue el Nacional del Prado. Dos exposiciones en una. El último Rafael. Aquel pintor al que se comió la historia a partir de mediados del XIX y cuyos últimos años son oscuros, pues muchas de sus obras no son suyas sino que lo son de su taller, con pequeñas aportaciones del maestro. Es revolucionaria la idea de un taller: un grupo de hombres que trabaja a los dictados del genio y que permite mantener una imagen de marca que cubra las demandas que el mercado plantea. Paseando por la exposición se nos cruzaban los médicis, ahora que ando liado con la Sangre de abril. Hay detalles en las obras, como esa mirada de Baltasar Castiglione, pero el gusto de Rafael se ha alejado demasiado del nuestro. Él, que fue el más grande, ya no es Caravaggio, ni Miguel Ángel, ni siquiera Leonardo. Quizá sea verdad que cada época relee la historia y relee el arte que otras generaciones le legaron. Y quizá no sea esta la época para apreciar a Rafael, el pintor que fue durante siglos la estrella del museo del Prado.
Cambian los tiempos y cambian los hombres…

PS: asumir la imperfección. Grande Gomá.

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