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3.8.12

De Estado y de territorios (y III)


Qué grande el estacazo (hubiera escrito estadullazo, ahora que estoy llegando a la Senabria, pero luego los de Lubián dirán que es que somos gallegos y hay debates que me dan una pereza bárbara…) que Sosa Wagner le mete al concepto de gobernanza en una de las primeras páginas del libro del Estado sin territorio del que he disfrutado estos días. No me resisto a copiar, de manera literal, un par de párrafos. Disfrútelos, desocupado lector:


“De ahí, que proceda denunciar la palabrería embaucadora y atosigante de los teóricos de la “gobernanza”. Pues lo que más sorprende de los escritos a ella dedicados, aparte de su extravagante lenguaje y su desembarazada sintaxis, es que intenta establecer unos nuevos modos de gestión de los intereses colectivos ignorando los problemas más manifiestos de nuestros sistemas democráticos, en especial, y por lo que nosotros afecta, del español. Mucha "red” y mucha “transparencia”, mucha “poliarquía deliberativa”, pero señalar con el dedo lo más visible de nuestra realidad, a saber, una democracia envilecida por unos partidos políticos que no pagan sus deudas a los bancos y han degenerado el sistema hasta llevarlo a intolerables prácticas de corrupción, esto parece que no está en la agenda de nuestros expertos en gobernanza.

Por ello, a nuestro entender, la gobernanza no añade nada a una meditación seria sobre una nueva manera de gobernar. Toma nota, eso sí, de la forma en que se desarrollan hoy las negociaciones y acuerdos que se traban para adoptar las decisiones colectivas. Pero de ahí, de levantar acta de un estado de cosas, a erigir una doctrina correctora, hay un salto para el que la gobernanza carece de la pértiga adecuada”.


Sosa Wagner, F.: El Estado sin territorio. Cuatro relatos de la España autonómica. Marcial Pons, Madrid, 2011. Página 38

2.8.12

De Estado y de territorios (II)


Hay relatos reveladores en el libro de Sosa Wagner en relación al Estado sin territorio. Cuando habla del agua, por ejemplo. Es desesperante ver como nuestros políticos no saben de nada y les da igual una posición que otra. Es la ventaja del analfabetismo funcional… uno no tiene ningún criterio y por eso  lo puede cambiar cuando quiera sin ningún problema.
Está el tema de los trasvases frente a las desaladoras. No tengo un criterio claro, la verdad, aunque a primera vista parece más lógico coger el agua de un sitio y llevarla a otro que esperar a que caiga al mar, desalarla y llevarla a otro sitio, pero no es ahí donde quiero ir. A lo largo de la durísima oposición que la izquierda dizque moderada le hizo al gobierno de Aznar, dos temas destacaron por encima del resto: la oposición a una guerra en la que España no participó y la oposición al Plan Hidrológico Nacional con la cosa esa de la nueva cultura del agua pagada con fondos públicos. El PHN contemplaba varios trasvases y así los peperos se convirtieron en trasvasistas y los sociatas en desaladoristas.  Es lo bueno de España: con saber a quien vota alguien ya sabes su postura con el conflicto de oriente próximo y su visión del medio ambiente de una tacada. El caso es que mientras estuvo en la oposición Aznar se oponía a los trasvases, y mientras estuvieron en el gobierno, los socialistas los apoyaban (Borrell y la solución al “desequilibrio hídrico”). Cuando cambiaron las tornas y unos llegaron al gobierno y otros a la oposición, cambiaron de discurso sin rubor. Sin ningún complejo. Esta es la clase política que tenemos. Y nadie se lo afeó, nadie les pidió explicaciones. Esta es la ciudadanía que tenemos. Os da igual ocho que ochenta. Y luego os quejáis.


PS: si usáramos más las hemerotecas para que nos tomaran menos por tontos…

1.8.12

De Estados y de territorios (I)


Relatos de la España boba que se despide, arruinada, a la espera de que nos inventemos entre todos un nuevo relato para seguir tirando tras el Rescate. El libro de Sosa Wagner y de Mercedes Fuertes. Primera lectura veraniega en sentido estricto: El Estado sin territorio.  Cuatro relatos para articular un discurso demoledor: la falta de autoridad del Estado en su propio territorio, una falta de autoridad que es en realidad una de las muestras más evidentes de esa refeudalización a la que nos enfrentamos desde hace décadas. Y de fondo, como no puede ser menos, el miedo a la modernidad, traducida en miedo a la tecnología, en pánico a lo nuclear, en desconfianza hacia el progreso El relato del miedo que tan incrustado tenemos todos en la cabeza.

Algunas de las historias que se cuentan en el libro son grotescas, como el relato de lo nuclear, con ese ministro, el tal Montilla, que firma el pistoletazo de salida para el almacén de residuos y luego, como presidente de la Gene, se opone a él. El relato de la conexión eléctrica entre Asturias y la meseta. Dos de los relatos (el agua y los bosques) narran la apropiación por parte de los feudos autonómicos de lo que es común. El desastre de compartimentar la gestión espacios naturales, como el de los picos de Europa, tras una nefasta sentencia del Constitucional. O la barbaridad de fragmentar la gestión de las cuencas hidrográficas, un modelo de gestión copiado en todo el  mundo. Detrás no hay nada. Hay solo afán de poder. No se gestiona mejor el Guadalquivir desde Sevilla o el Duero desde Valladolid. Es mentira. Como no es real que se gestione mejor un espacio natural desde las capitales regionales.
Los gobiernos autonómicos eran gobiernos de mentira, puestos en marcha para satisfacer lo que Ignatieff definió en su momento como “el narcisismo de la diferencia menor”. El problema, como queda claro en el libro, no es que fueran de mentira, o que fueran derrochadores (que en realidad no lo son tanto, pero ya hablaremos de eso…), el problema es la absoluta deslealtad con la que se han comportado respecto tanto del Estado como de resto de Comunidades.

Y sin lealtad no hay nada. Ni en política ni en ningún otro ámbito.


PD: por cierto, la bitácora de Sosa.