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1.8.12

De Estados y de territorios (I)


Relatos de la España boba que se despide, arruinada, a la espera de que nos inventemos entre todos un nuevo relato para seguir tirando tras el Rescate. El libro de Sosa Wagner y de Mercedes Fuertes. Primera lectura veraniega en sentido estricto: El Estado sin territorio.  Cuatro relatos para articular un discurso demoledor: la falta de autoridad del Estado en su propio territorio, una falta de autoridad que es en realidad una de las muestras más evidentes de esa refeudalización a la que nos enfrentamos desde hace décadas. Y de fondo, como no puede ser menos, el miedo a la modernidad, traducida en miedo a la tecnología, en pánico a lo nuclear, en desconfianza hacia el progreso El relato del miedo que tan incrustado tenemos todos en la cabeza.

Algunas de las historias que se cuentan en el libro son grotescas, como el relato de lo nuclear, con ese ministro, el tal Montilla, que firma el pistoletazo de salida para el almacén de residuos y luego, como presidente de la Gene, se opone a él. El relato de la conexión eléctrica entre Asturias y la meseta. Dos de los relatos (el agua y los bosques) narran la apropiación por parte de los feudos autonómicos de lo que es común. El desastre de compartimentar la gestión espacios naturales, como el de los picos de Europa, tras una nefasta sentencia del Constitucional. O la barbaridad de fragmentar la gestión de las cuencas hidrográficas, un modelo de gestión copiado en todo el  mundo. Detrás no hay nada. Hay solo afán de poder. No se gestiona mejor el Guadalquivir desde Sevilla o el Duero desde Valladolid. Es mentira. Como no es real que se gestione mejor un espacio natural desde las capitales regionales.
Los gobiernos autonómicos eran gobiernos de mentira, puestos en marcha para satisfacer lo que Ignatieff definió en su momento como “el narcisismo de la diferencia menor”. El problema, como queda claro en el libro, no es que fueran de mentira, o que fueran derrochadores (que en realidad no lo son tanto, pero ya hablaremos de eso…), el problema es la absoluta deslealtad con la que se han comportado respecto tanto del Estado como de resto de Comunidades.

Y sin lealtad no hay nada. Ni en política ni en ningún otro ámbito.


PD: por cierto, la bitácora de Sosa.

4.7.08

Sigamos con Polonia y lo polaco. Una historia fascinante, la de Adampol, o Polonezköy, un pueblo polaco al este del Bósforo, en la Turquía asiática, fundado en el XIX con autorización de los sultanes para alojar a los veteranos de guerra polacos que habían combatido contra Rusia. Ya saben, los enemigos de mis enemigos son mis amigos. La Sublime Puerta era una construcción multirracial que exigía lealtad militar y obediencia civil, un Impero al que preocupaba menos cohesión étnica, lingüística o religiosa de sus súbditos. Y ahí están los miles de griegos, armenios o judíos que poblaban su territorio. Las fantasías de la identidad saltaron por los aires con la llegada del siglo XX y de la modernidad. Lo que va del Sultán a Atatürk no es sólo el cambio en positivo de una sociedad en lo que se refiere a la modernización; es también la expulsión del otro, del diferente, cuando uno pasa a definir su lealtad en términos étnicos, religiosos o idiomáticos.
Algo en realidad incomprensible para los españoles. Imagine, lector, que en la Mancha hubiera un pueblo francés. O que en Gerona hubiera un pueblo portugués. O uno sueco en Guipúzcoa.
Restos de un mundo que no fue, y que firmó su defunción en la Gran Guerra. Un mundo de imperios complejos y plurales que pudieron haber sido una alternativa al modelo nacional que se impuso después. Adampol es, en realidad, una reliquia de lo que todos pudimos haber sido.

PS: “En 1966, en los inicios de la Revolución cultural, las cosas más mundanas e inocuas (el maquillaje, los tacones, la ropa estampada, los pantalones ceñidos, los animales domésticos…) se consideraban burguesas, extranjeras y, por lo tanto, ideológicamente sospechosas; quienes se atrevían a usar algo de todo ello eran sometidos a un humillante escarnio público”. Lovell, Julia:
La Gran Muralla. China contar el mundo. Debate, Madrid, 2007. Página 331.

PD: Fin de semana toresano. Cantaba Barricada aquello de un ritual, camuflado de diversión […] una canción en el viejo coche, carretera veloz, a ninguna parte…