31.10.11

Otra muerte, bajo esos cielos.

Murió Juanmari Bandrés. Como hace años murió Mario Onaindía. Devoré las memorias de Onaindía un verano, hace ya muchos años. Narraban un viaje: un viaje que partía de la melancolía de la patria y terminaba en la asunción de la pluralidad. El viaje que permitió que algunos etarras del franquismo se transformaran en socialdemócratas convencidos. Entenderlos es quizá comprenderlos. Y hay que tener en cuenta, como quería Ortega, un cierto ethos generacional. Toda la morralla de los sesenta: marxismo, postmodernidad y bobadas sin fin. Algunos, los más lúcidos, despertaron a tiempo. Gentes como Onaindía y Bandrés. Entendieron que la política de la uniformidad es totalitaria; que las sociedades modernas o son complejas o no son nada y que nadie, nadie, puede imponer una visión unívoca de la vida a sus vecinos. Que la vida es compleja, como lo somos las personas. Fue un viaje largo. Y arduo. Boicoteado por los nacionalistas supuestamente incruentos. Ya saben, lo del árbol y las nueces de la gentuza de Arzallus. Pero llegó a buen puerto. Por el camino se hicieron personas. Una parte de lo mejor de la sociedad vasca, la que no se ha resignado estos años al delirio de la patria, viene de aquel mundo; de la izquierda antifranquista que entendió que luchar contra un dictador no daba patente de corso para instaurar otra dictadura. A algunos, como a Joseba Pagaza, los mataron los asesinos; otros, como Juaristi, tuvieron que irse. Algunos, como Onaindía o Bandrés dieron la batalla en la arena política hasta que la muerte en el caso de aquel o la enfermedad en la de este los dejó sin fuerzas.

Murió Juanmari Bandrés. Su patria es hoy un poco más libre. Y nosotros también.

Que la tierra le sea leve.


PS: Innerarity escribía el sábado en el fancine de prisa: “Una sociedad es democráticamente madura cuando ha asimilado la experiencia de que la política es siempre decepcionante y eso no le impide ser políticamente exigente. La política es inseparable de la disposición al compromiso, que es la capacidad de dar por bueno lo que no satisface completamente las propias aspiraciones. Está incapacitado para la política quien no tiene la capacidad de convivir con ese tipo de frustraciones y de respetar los propios límites”.

No hay comentarios: