26.10.10

Almuerzo con el pequeño Juan

Almuerzo con John the Minor. Y una larga sobremesa hablando de todo. Empezamos con el tema de su libro, a cuenta de la libertad de expresión y los choques de civilizaciones. Interesantes teorías. Cada vez lo veo más orteguiano. Quizá yo también esté entrando en una edad en la que o uno se hace orteguiano o es que no se ha enterado de nada. John abandonó la Administración mayor, tras varios años en la tele. A veces, cuando lo veo, pienso en mi amigo Rudulí, o en mi querida Hannah: gente capaz que no necesita ser funcionaria para ganarse la vida honrada y holgadamente. Ahora gana mucha pasta a su aire, y le va de miedo. Y yo que me alegro. Me hace algunas propuestas que puede que se plasmen o puede que no. Propuestas relevantes, de nivel nacional ya. A mí no me pasa, no me pasará, como a aquel Sergio del que me hablaron una vez: yo nunca llegaré si no tengo la compañía que necesito. Y que quiero. Las cosas son así. Y ya me voy conociendo. Recuerdo hace muchos años, quizá diez. Empezábamos a salir. Quizá llevábamos dos meses. A la par empezaba nuestro primer postgrado. Yo era profesor. Imagínese, lector, la ilusión: apenas hacía dos años que había terminado la carrera y empezaba como profesor. Estábamos en la esquina de Viriato con Santa Engracia. Parece que lo estoy viendo. Me acerqué a ella. Nos dimos un beso. Le enseñé el programa, con mi nombre por algún lado. Lo cogió. Ni lo miró, lo arrugó y lo tiró a la papelera. Tardé mucho en recuperarme de aquello. Cosas como esa no mejoran la autoestima, no. Por eso sé que necesito, quizá como todos, el aliento de algunas personas para seguir esa escalada que inicié hace años y que quizá ahora se detenga de nuevo. Ya veremos.

En cualquier caso, lo mejor del almuerzo llega al final. Nos intercambiamos libros; uno que él ha dirigido, uno en el que yo participé. Qué hermoso placer es abrir el libro escrito por un amigo. Pocas cosas lo superan. El problema es los leo y desde una perspectiva crítica. A ver si vuelvo a verlo y comentamos. ¿Soy la única persona en España que entendió la tesis de Fukuyama?

Vamos a ver si lo podemos presentar a lo largo del mes que viene. John me invitó además a subir a su mesa redonda mañana miércoles. No sé si me dará tiempo a prepararme algo. Y vuelvo a lo mismo. A veces la pregunta clave es para qué.


PS: No es una contractura, cagontó. A las nueve y media cita con el traumatólogo, a ver qué me recomienda.


PD: Gregorio Morán escribió una vez que, en una época determinada de la historia de España, Ortega era un frontón en el que todos hacían rebotar sus reflexiones.

1 comentario:

Hornuez dijo...

Perdiú, si como dices tú entiendes la tesis de Fukuyama, sabrás que todos los "para qués" se responden con "Reconocimiento". Los psicólogos lo llaman "necesidad narcisista"...

Ya verás, ya.