3.10.10

El teatro como lo universal (o reinventando Antígona)

Logramos ir a ver Incendies. Pocas entradas, porque apenas ha estado diez días en Madrid. En las Naves del Español, en el Matadero. El autor, Mouawad, es un libanés refugiado en el Canadá. “Tenéis que verla, es lo mejor que ha pasado por Madrid en el último año”. Allí fuimos. Qué decir.

Qué explicar que no empequeñezca lo que vimos.

Una mujer ha muerto. Deja a sus dos hijos unos misteriosos presentes, unos sobres; y a uno lo manda a la búsqueda de su padre y a otro a la de su hermano. Muchos misterios con la terrible guerra que asoló al Líbano como telón de fondo (ese autobús que era acribillado y que el autor vio, siendo un niño, desde la ventana de su casa). Pero no una historia local, una historia universal: la lucha de una mujer por vencer al destino; a medio camino entre Antígona y Edipo. La maldad de la que es posible el ser humano; las presiones sociales que pueden llevar a una mujer a renunciar al amor de su vida a cambio de la paz familiar, la búsqueda de un ser amado y perdido, la maternidad; el odio y el amor como dos caras de la misma máscara; tomar una decisión errónea sabiendo que ello traerá consecuencias de por vida. Unos hijos extraños que no entienden, tantos años después, el silencio de una madre. Esa relación que todos tenemos con nuestros padres: personas a las que vemos unidimensionales (padre o madre), sin entender que tienen y tuvieron una vida que sobrepasa con mucho ese rol de padre. Que también amaron, y fueron amados. Que también sufrieron y fueron traicionados. Que además de nuestros padres, también fueron hijos, hermanos, nietos, amantes...

Teatro en estado puro.

En francés, mirando los subtítulos, pero teatro en estado puro. Porque el teatro es universal.

Una obra magnífica con un final sobrecogedor.

Si vuelve, no se la pierda, desocupado lector. Aunque quizá sea ya tarde.


PD: Wajdi Mouawad escribió, al hilo de esta obra: "Somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada. El enlucido de nuestras fachadas es muy bonito pero ¿quién es ese loco presa del insomnio que, en el interior, pasa las horas dando vueltas, apagando y encendiendo las luces? Somos casas con infinitas habitaciones, pasillos, corredores sombríos que dan a escaleras que suben y bajan. Hay allí infinitos dédalos a los que conducen ascensores que dan a sótanos, verdaderos mundos insospechados, llenos de ira, de sensualidad, de sexualidad, de fluidos, de entorpecimientos, de balbuceos. Hay, allí, un montón de chimeneas sin deshollinar, un montón de pasadizos secretos, de habitaciones líquidas, orgánicas".


PS: Durante tres días de noviembre se representará en el Valle Inclán otra obra de Mouawad: Littoral. Habrá que ir a verla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo la fui a ver el sábado y me pareció extraordinaria. Una de esas obras que recordarás siempre. Todavía la tengo dando vueltas en mi cabeza por lo que no puedo hacer una síntesis mínimamente ordenada de la obra para los que no la han visto.

De los que fuimos a verla, cada uno se había quedado con una cosa diferente de la obra. Yo me quedé con esa terrible paradoja que hace que en circunstancias límite del amor pueda surgir el mal y del odio el bien.

En fin, extraordinaria. Lo mejor que he visto en los últimos años (y acostumbro a ir al teatro todos los meses).

Saludos.