31.8.06

Sábado, último día

No comprendo bien la fobia que le tienen en Europa a las persianas. A los que somos de sueño ligero, nos obliga a despertarnos con el alba. Vamos en un taxi hacia el Palacio del Parlamento. Todo el complejo es el sueño de un loco. El taxista echa de menos al régimen. Como el Palacio está aún cerrado, damos una vuelta por los alrededores y vemos un par de acampadas protestando contra la corrupción. El Palacio sólo se puede visitar en grupo, así que entramos con un grupo rumano, ya que a ellos se ha pegado un grupo de andaluzas que tienen guía local y nos lo va traduciendo.
Tras el terremoto de 1977, y después de haber viajado por Corea del Norte, al dictador le dio por construirse un gran palacio, frente a una gran avenida, para que el pueblo lo aclamara. Una parte del viejo Bucarest fue derruido para obedecer sus órdenes. El Palacio es el más grande de Europa. Tiene una alfombra que es la más larga del mundo. Una cortina que es la más grande del mundo… y así todo. El Palacio explica bien al dictador. Un salón de baile estilo Versalles construido en 1982. Hay que estar mal de la cabeza.
Nos asomamos al balcón desde el que nunca le aclamó nadie, ya que murió antes de verlo terminado. Una bandera de la OTAN acompaña a la rumana. La historia tiene estas cosas.
Tras alguna dificultad, encontramos el aeropuerto. Devolvemos el coche de alquiler y salimos para Madrid vía Múnich. Al otro lado del pasillo, para recordarnos que no hay países perfectos, se nos sienta un personaje repulsivo y gañán con una camiseta de araba euskaraz, el moviemiento nacionalista vasco que busca implantar artificialmente el eusquera en la provincia de Álava. El gañán tiene el pelo grasiento. A su lado, una rubia insolente, quizá su pareja. Se tiran todo el viaje dándole la tabarra a un alemán que va a Salamanca y que ha cometido el error de decirles que habla español. Todo a voces. Delante, dos maniquíes, una de ellas leyendo.
Llegamos a Madrid ya tarde, a eso de las once. Cogemos un taxi. El taxista es de San Martín de Terroso, en Sanabria.
La vida, ese bucle…

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