Se cierra al menos la primera etapa de un ciclo de dolor y duelo que se abrió poco después de Navidad. En tu iglesia querida papá, donde te casaste. Con todos los tuyos despidiéndote, como debía de ser siempre un funeral; con una misa cantada, como tanto te gustaban.
No te digo adiós porque no quiero y porque no puedo. Y porque sé que no te irás nunca mientras yo viva, te lo aseguro.
Ahora descansa papá, descansa...
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