Todos lo hemos pensado al ver el maravilloso cuadro de Velázquez, y ya pasó en 1840, como nos recordaba el otro día Jordá en una cita en la Tercera de ABC al hilo de Bob Dylan: Pero, ¿dónde está el cuadro?
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31.3.25
26.9.19
Miradas afines
Espectacular la exposición sobre Velázquez, Rembrandt y Vermeer en el Ncional del Prado. Pertenecían a un mundo común, la europa de su época, aunque los nacionalismos de los siglos posteriores nos hayan convencido de que representaban genios nacionales y no sé cuántas pamplinas más. Quedan pocos días, por favor, no se la pierdan:
7.3.17
El rey de los pintores
Empecé con Velázquez desaparecido, aunque no me gusta el título. Será por esnobismo, pero odio este rollo de epatar al potencial lector sugiriendo cosas que no son. El libro no es una novela histórica como parece sugerirse en el título, es un muy hermoso ensayo sobre la enigmática figura de Velázquez, sobre su pintura y sobre las obsesiones de John Snare, un hombre que tuvo la (mala) suerte de dar con un Velázquez en la Inglaterra victoriana. Una buena reflexión sobre el mundo del arte cuando no había fotografías ni desde luego Internet, y sobre como nuestra forma de ver el arte está marcada por el entorno que nos rodea.
Un buen libro.
Un buen libro.
24.8.16
Delicias veraniegas
Aprovechando el verano, me he puesto con el delicioso Velázquez, la Monarquía e Italia, del maestro Díez del Corral, en edición original de Espasa Calpe en 1978. Le tenía ya ganas al texto, un conjunto de ensayos breves sobre los tres temas que no me está defraudando. De fondo, la idea de que la Monarquía Hispánica fue una construcción prenacional y desde luego supranacional. No en vano, sus fuerzas armadas eran conocidas en Flandes como el Ejército Católico, y no el ejército español. Un ejército en el que, como recuerda el maestro, se hablaban 13 idiomas diferentes cuando el sitio de Breda, y cuyo mando supremo en aquel sitio recayó en un italiano..
7.11.13
Don Diego y Su Majestad (cuenta lo que fuimos...)
Fuimos al Nacional del Prado. Un sitio al que volver. En la primera cita, y en la cuarta, y en la octava, y en la novena... Allí fuimos. A ver una exposición llena de magia. Cualquiera en la que el protagonista sea Don Diego, ya saben, aquel descendiente de judíos expulsos por la Senabria, lo es. La familia de Felipe IV y un pintor que ha vuelto de Italia, instalado ya en la madurez. Un genio deslumbrante. Y la pintura como una muestra de la alta política: hay que casar a la niña. La Monarquía Hispánica aún en su esplendor. Cuenta lo que fuimos, le dice Sebastián Copons, un veterano arcabucero aragonés a un joven Íñigo Balboa sobre las campas de Rocroi. Era mayo y estábamos en 1643. Pero aún quedaban años. Décadas. De dominio sobre el mundo conocido.
Una exposición breve y recoleta, que se complementa luego con la visita a las salas del Museo donde se exhibe la obra de Velázquez. Esa sala 12 con el Conde Duque vigilándonos desde que entramos, y con Don Diego mirándonos mientras nos pinta, al fondo...
Una exposición recomendable. Y un hermoso paseo por el otoño de esta fascinante ciudad...
Una exposición breve y recoleta, que se complementa luego con la visita a las salas del Museo donde se exhibe la obra de Velázquez. Esa sala 12 con el Conde Duque vigilándonos desde que entramos, y con Don Diego mirándonos mientras nos pinta, al fondo...
Una exposición recomendable. Y un hermoso paseo por el otoño de esta fascinante ciudad...
5.4.09
Bacon
Para estrenar mi flamante condición de amigo del Museo del Prado, Jimena y yo nos acercamos a ver la exposición que sobre Francis Bacon hay organizada en el viejo Museo Real de Pinturas que Fernando VII creó en 1819. Es fantástico lo de ser amigo del Museo. Pudimos entrar por la Puerta de Velázquez sin tener que guardar cola, lo cual es un lujo porque los fines de semana la cola de acceso suele llegar casi al Jardín Botánico.
Atormentado Bacon. Obras desgarradoras. Impresionantes sus obsesiones sobre el Inocencio X de Velázquez. Un autor que se valió, en muchas ocasiones, de las fotografías para realizar sus obras. Obras crueles. Hay también influjo de Lorca al final de su vida. Obras pesimistas. Y de Shakespeare y de Eliot. Una obra inquietante, en la que lo individual es una cárcel solitaria.
Venimos de un siglo, el XX, peligroso, cruel y pesimista. Tal vez la clave de su obra conecte con la sentencia de Primo Levi: tras los campos de concentración, ya no hay sitio para la poesía.
Y quizá la postmodernidad sólo pueda pintarse como lo hacía Bacon.
PS: Mao no sólo desterró la ironía y la sátira (desde la primavera de 1942 de manera oficial), sino que criminalizó el humor. El régimen inventó un nuevo delito: “decir palabras raras”. A partir de entonces, cualquier comentario escéptico, lamentación u ocurrencia de algún ciudadano podía suponerle la etiqueta de espía. Chang, Jung y Halliday, J: Mao. La historia desconocida. Taurus, Madrid, 2006. Página 311.
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