Estuve en la Rey Juan Carlos, invitado por mi querido John the Minor. Una mesa redonda variopinta sobre temas de comunicación. Agradable charla con el profesor Calduch, ahora metido en política de nuevo con la UPyD de Rosa Díez. Diagnósticos creo que equivocados pero soluciones correctas. Saludo a Octavio Uña, tan paisano y tan cercano. La mesa. El papel de los medios. La comunicación a estas alturas. Qué queda de aquellos rollos de la teoría de la dependencia, que también infectó a este mundo. Hablo poco, gracias a Dios, y vuelco mi reflexión en intentar que los asistentes, casi todos alumnos, piensen en algunos temas claves. El más importante, en qué medida las televisiones, concesiones administrativas, están contribuyendo a crear ciudadanos y no súbditos o párrocos, por utilizar la nomenclatura de Almond eta Verba. Más en general, en qué medida podemos tener una sociedad civil potente si lo que tenemos en este país no son ciudadanos. Si uno mira a su alrededor y sólo ve personas huidizas, asustadas, deseando llegar a casa o quedarse en el bar al salir de trabajar, personas que no comprenden el valor de imponerse a uno mismo la obligación de dar a la sociedad una parte de su tiempo a cambio, en principio, de nada. Y más en general, qué tipo de gobierno nos espera si no tenemos sociedad civil y no tenemos ciudadanos. Nos espera demagogia, como la del tal Zapatero a cuenta de sus putos muertos en su puta guerra civil, y nos espera caudillismo, ya veremos cuánto tarda un Berlusconi en caer por aquí. Un Berlusconi de izquierda o de derecha, eso da igual. Nos espera fútbol los domingos mientras tú te vas haciendo vieja, los niños crecen, la vida es un domingo monótono por la tarde y yo, como Aresti, escribo poco antes de morir un poema que diga "No quiera Dios que pongan mi nombre a una calle de Bilbao".
A estas alturas, en política, yo ni siquiera sé en qué lado estoy, por eso desconfío del poder, lo ejerza quien lo ejerza. A mí me pasa como le oí contar una vez, en San Sebastián, a Kepa Aulestia, hace ya muchos veranos, hablando del momento en el que su Euskadiko Eskerra llegó por fin al gobierno: “ahora que han ganado los míos, ya no sé si soy de los nuestros”. Y así en todo.
En fin
PD: Volviendo del oeste. Dejándolo correr.
PS: "Y tal vez se sienta hermano de esa miríada de personas que, como él, se vanaglorian de ser almas elegidas dirigidas con sus manías hacia la muerte, y comprende cuán estúpido es, en este común y poblado camino hacia la nada, herirse recíprocamente".
Magris, Claudio: El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2000. Pág. 82