Llueve. Tras los cristales llueve y llueve. Permítanme un poco de melancolía. Una librería está en proceso de liquidación. Se llamaba Fronda y durante los últimos años, desocupado lector, me descubrió libros como el de aquel maestro flamenco que se comió la revolución rusa con patatas, el de aquel niño que descubrió que los tuyos nunca serán los tuyos por mucho que se empeñen, aquella joven de buena familia que nos descubrió que, bajo las bombas, hay tiempo también para preocuparse por el peinado o, más recientemente, que Bizancio fue algo más que una teocracia.
Es difícil hacer dinero con la literatura, pero es verdad que las únicas batallas que de verdad se pierden son las que no se dan. Gracias por estos años y suerte en la vida a mis amigas de Fronda.
En fin, otra nostalgia, hoy acababa un curso por el que nadie, yo el primero, daba un duro al empezar. Y no sólo ha acabado bien, sino que casi todos los alumnos han encontrado trabajo. Las críticas, además, muy positivas. Valió la pena.
Octavio Paz, de quien se cumplen hoy diez años de su muerte, dijo una vez “en mi juventud empecé escribiendo contra el futuro; pasan los años y me sorprendo haciéndolo contra el olvido...”. Sigue lloviendo. Buenas noches.
En fin, otra nostalgia, hoy acababa un curso por el que nadie, yo el primero, daba un duro al empezar. Y no sólo ha acabado bien, sino que casi todos los alumnos han encontrado trabajo. Las críticas, además, muy positivas. Valió la pena.
Octavio Paz, de quien se cumplen hoy diez años de su muerte, dijo una vez “en mi juventud empecé escribiendo contra el futuro; pasan los años y me sorprendo haciéndolo contra el olvido...”. Sigue lloviendo. Buenas noches.
2 comentarios:
No me extraña que días grises como éstos te inspiren entradas melancólicas. A mí, de forma similar, me inspiran fotos en blanco y negro, que es la forma más directa de fotografiar la tristeza.
De todas formas, ya estamos en primavera y los días grises se pasan pronto. ¡Ánimo!
Y al joven alemán que grababa libros en cintas magnetofónicas por compasión y por una especie de triste obligación autoimpuesta.
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