30.6.10

De lecturas y de admoniciones ante la crisis

Acabé El amigo del desierto, de D´Ors. Una hermosa reflexión sobre la necesidad de escucharse a uno mismo en un mundo cada vez más ruidoso, sobre la necesidad de discernir por uno mismo las cosas que uno ve y que uno siente. Empiezo con los lugares donde se calma el dolor, todo un derroche de erudición de César Antonio Molina que me tiene embobado. Qué un tipo como este fuera ministro de la nulidad que tenemos por presidente del gobierno causa no sólo asombro sino, sobre todo, pena por el propio Molina: me lo imagino intentando hablar de algo que no fuera el abuelo muerto de Zapatero y el pobre Molina desesperado viendo que el simplón de León no cambiaba de tema…

Estoy también con el magnífico especial sobre Shanghái que ha sacado este mes la Revista de Occidente. Ahí está el futuro, y no en otras gilipolleces.


PS: Compra de libros por partida triple en el VIPS. Me pierden las ofertas


PD: (Arcadi Espada, en El Mundo, el pasado 23 de junio, a cuenta de la crisis y de la gente que, como los políticos, ganan dinero a mansalva pero ahora están compungidos por la crisis y se muestran súper-solidarios) Pero estos apuntalados para los que la crisis sólo es un confortable relato de terror del telediario, que acaba con él, me provocan una repulsión vivísima. La exhibición estrictamente fisonómica de su solidaridad (porque siguen gastando lo mismo y en lo mismo, aunque ahora les pongan en la escudilla un trozo de ceño a los bien jodidos) me va obligar cualquier noche a un desplante, y a ver cómo acaba. Nunca gasté más de lo que gané; nunca exhibí la episódica felicidad porque se deshace al contarla; nunca hice más que comer, beber y buscar casa, como nuestra madre Lucy. Y me vienen ahora estos cacasenos con los dientes apretados exigiendo compunción. ¡Anda y que los laxen! No me dejaré corromper por el ambiente. Tampoco ahora.

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