24.10.13

Cines

Estuvimos viendo el último concierto. Una película hermosa. Y dura. Magníficos actores, transmitiendo la idea de un cierto fracaso vital. No hay redención. Está muy bien Mark Ivanir, en un papel hermético. Es grande Walken, y envejece de una manera magnífica. Igual que es bueno Hoffman, aunque para mí se quedó en Capote. El único barrigudo con clase del cine de Hollywood. De fondo, la turbadora Opus 131 de Beethoven.  Sale uno del cine con cierta desesperanza. El tiempo no nos espera y al volver la vista atrás a veces hay pocas cosas de las que sentirse orgulloso. La vida es eso, me lo dijo aquella tarde el mítico Llorenç y yo tardé años en darme cuenta, eso que pasa mientras tú haces otras cosas.


Luego tocó sesión en casa. Qué bello es vivir. Y qué hermoso hacerlo en buena compañía. Es bueno compartir lágrimas, cuando sólo son de emoción. Y ahí sigo, con esa película. Tantos años después. 

A mayores, luego me enfrenté en Scarface a un personaje en su plenitud: Tony Montana. Una película magnífica, estéticamente envejecida, pero que retrata de una manera despiadada el viaje a los infiernos, de la droga, a mayores, de un marielito cubano. Y un soberbio Al Pacino, quizá en la cima de su carrera. 

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