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9.8.18

Senderos VIII - de roble

Un último momento de interés en Los senderos del mar. Señala la autora que muchos pueblos antiguos, es decir, en el tránsito al menos entre la estadía de cazadores-recolectores a  sedentarios, consideraban sagrado algún tipo de árbol. No es extraño, por eso, que en la antigua Grecia los arboles se vincularen con los dioses: el laurel con Apolo y el roble, hasta mi entrañable carballo, con Zeus. 

El ser humano siempre has sentido veneración por el roble Ya en la antigüedad fue considerado sagrado por griegos, romanos y celtas: así, el muérdago que crecía en el roble se consideraba el espíritu del árbol. hay que tener en cuenta, además, que el roble además es un ser social que le gusta vivir en comunidad

Con el correr de los tiempos la madera de los templos fue sustituida por el mármol y el recintos sagrados arrodeo con un peristilo o serie de columnas que formaban un pórtico alrededor del santuario. Por eso las columnas son el remedo del antiguo bosque sagrado, el recuerdo de la evocación de los arboles.

Tampoco hemos cambiado tanto. Y nos recuerda Thoreau, señala la autora, que no hay que ir a lugares remotos, que lo más próximo puede ser extraordinario.



6.8.18

Senderos (Sanabreses) VII

Dice de manera literal la autora que "con el correr de los tiempos, la madera de los templos fue sustituida por el mármol y el recinto sagrado o cella fue rodeado por un peristilo o serie de columnas qué formaban un pórtico alrededor del santuario. Estas columnas son el remedo del antiguo bosque sagrado, el recuerdo la evocación de los arboles que rodeaban los templos en los que se acogía y adoraba a la divinidad"

Y yo les presento (foto tomada de Rincones Ibéricos) el Santuario de Nuestra Señora de la Alcobilla, en medio de la zona más mágica de un país mágico:


2.8.18

Senderos (VI) y la bobada del país no romanizada

Señala Belmonte en el libro sobre los senderos del mar que los romanos crearon varias localidades en el territorio que hoy conocemos como País Vasco, ese que el mito nacional-carlista considera no contaminado por la peste latina: ahí están al menos Forua, Portuondo, Lequeito, Bermeo, Plencia, Bilbao e Irun, todo ello dentro de la Vía maris que comunicaba el fin de la tierra con Burdeos a través de la navegación de cabotaje. 

Para no haber sido nunca romanizados y para hablar una lengua que viene de Túbal, no está nada mal, eh?

Paranoias en colores: ni en eusquera existía el verde ni en griego antiguo el azul... qué cosas. 

24.7.18

Senderos (V)

Alguna idea más del libro de los Senderos del mar, de María Belmonte. Casi como memoria: los mamíferos marcan el terreno con señales y los sapiens lo hacemos con piedras desde hace milenios. Con ellas marcábamos además los lugares sagrados y  las columnas a la entrada de los templos rememoran a los árboles que crecían en aquellos espacios.

El abismo del tiempo: gran parte de los procesos geológicos requieren eones de tiempo y nosotros apenas vivimos unas décadas. y apenas tenemos memoria de los últimos cinco mil años.

Los olvidados: aquellos caballeritos de Azcoitia, o gigantes olvidados como Charles Lyell, el creador de la geología moderna.

La caliza, en fin,  como roca poética

Por cierto, le debemos nuestro gusto por los bosques, los desiertos o los mares a los románticos. Antes de ellos, eran lugares a evitar. Y posiblemente vuelvan a serlo en breve...

PS: "La aparente inmovilidad de las montañas y las costas no es más que una ilusión creada por la brevedad de la vida humana"

10.7.18

Senderos (IV)

El libro, ligeramente fallido, de María Belmonte sobre los  senderos del mar. Algunos temas más que me han resultado interesante, y que quiero guardar en esta bitácora: ya no queda memoria, pero desde el siglo XVI la caza de la ballena se convirtió en el negocio más lucrativo de todo occidente. Un negocio que duró siglo, hasta 1901 no se cazó la última ballena en el Cantábrico, por cierto. Otro tema curioso: peregrino viene del latín per agrare, ir por los campos. Pero lo que no me interesa es lo que desayunó la autora un día, o si entró en una Herriko Kaberna o no... 

15.6.18

Senderos (III)

Alguna cosa más de Los senderos del mar. Las playas son un invento del siglo XIX, hasta bien entrada la centuria eran territorios de trabajo, espacios sucios y malolientes frecuentados por pobres pescadores (pobres) recolectores de algas. Para los románticos, aquellos pueblos miserables de las orillas alimentaban su nostalgia de imaginarios habitantes ancestrales. Los buenos salvajes rusonianos frente al horror de la modernidad. Hay mucho de eso en la mitomanía celta de gallegos, sajones, normandos y vascos, por ejemplos. Pueblos del mar que cuadraban bien con el estereotipo en el que los auténticos pobladores quedaban reducidos al papel de simples figurantes. El buen salvaje era el habitante de la orilla que vive de lo que lo naturaleza le proporciona a través del mar, su madre nutricia a la que todos hemos de volver.
Alguna cosa más, en el XIX se pusieron de moda en la monarquía de los Hasburgo, los spa, salutem per aquam. Esa relación del agua con la salud, con la gente tomando baños de olas, 30 eran consideradas suficientes por los médicos, nos dice Belmonte. En realidad, la gente no iba por prácticas acuáticas, sino por la intensa vida social que se desarrollaba con la excusa de la salud.

Por cierto, y para supremacistas, durante el Imperio romano la costa vasca formaba parte de la vía Maris, una ruta marítima que recorría el golfo de Vizcaya desde La Coruña. Esas bobadas de no haber sido romanizados se consolidaron durante el romanticismo sin demasiada base científica. 

13.6.18

Senderos (II)

Rematé Los senderos del mar, un buen tema desarrollado a medias. Algunas ideas interesantes, ahí está lo del surf, un deporte minoritario hasta los años 50 del siglo XX, cuando en la práctica se limitaba a la costa o este de Estados Unidos además de Hawái. El deporte llegó a Europa en 1957, cuenta la autora, a través de un rodaje en Biárriz, Al no encontrar obstáculos que los detengan las olas  que llegan hasta la costa vasca de las Atlántico Norte pueden haber recorrido más de 5000 km, lo que las convierte en ideales para el surf...

Otra reflexión interesante: la visión de la orilla del mar no siempre ha sido algo apreciado, esto ya se lo leí a Juaristi hace tiempo. Hasta bien entrado el XIX, las villas que se construían cerca del mar daban la espalda la océano y cuando se levantaban cerca de la costa, las grandes mansiones se cercaban de arbolado para no ver el (inquietante) mar.

Nuestro amor por el amor es un resto del amor romántico del XIX...

11.6.18

Senderos (I)

Tengo mediado el libro de Los senderos del mar, editado por Acantilado. 

Una idea buena, desarrollada con demasiada prisa o quizá varias imprecisiones por parte de María Belmonte. Nos sigue fallando algo en España a la hora de hacer literatura de viajes, porque no consigo leer ninguno deslumbrante. Aquí hay mucha bobada personal (qué desayunó la autora, lo cansada que llegó) intercalada con reflexiones muy interesantes. Un libro irregular con detalles muy buenos. Lo leo y pienso por ejemplo en mis abuelos, en alguno de mis profesores, o en los viejos amigos: “Es curioso cómo permanecemos unidos a personas durante toda la vida sin siquiera echarlos de menos, personas que en algún momento fueron importantes y a las que ahora ni siquiera reconoceríamos