Interesante también lo que sacaban en La Lectura sobre Carl Schmitt, el patriarca de la ciencia política moderna, tan adorado por toda la extrema izquierda. Los totalitarios siempre han odiado las sociedades abiertas y plurales, por eso acaban pareciéndose tanto. De ahí que, como sostienen Javier Redondo en el artículo "Está muy vigente porque está muy vigente el periodo de Entreguerras». Aunque rechaza analogías directas entre ese tiempo y el presente -«las características de la política de Entreguerras no son las de hoy»-, reconoce que la polarización actual evoca ciertas dinámicas que Schmitt supo interpretar. «Él entiende que la constitución es una cuestión de voluntad, de aplicación», sostiene Redondo. Es decir, la decisión como expresión de poder: «Más que norma, es una voluntad, y es la voluntad de interpretarla en un sentido u otro». Esta idea resuena hoy en frases como la citada de Donald Trump, pero también en otras de Pedro Sánchez: «Es constitucional lo que diga el Tribunal Constitucional»."
28.4.25
22.12.17
Sociedades destrozadas
2.11.16
Las cosas, en su sitio
18.12.14
Dejemos volar la imaginación
24.8.12
Mihail Sebastian. Vigilar las propias fiebres
5.3.12
Reflexiones al natural...
El libro de Binet desliza algunas reflexiones, pocas, sobre el carácter del nazismo y de sus dirigentes. Después de la obra de Arendt sobre la estancia de Eichmann en Jerusalen, hay poco que añadir. El mal era la esencia del nazismo. Y su banalización, la condición necesaria para su triunfo. Un motivo más para desconfiar de la democracia. Algo que debe vacunarnos contra las tonterías de las mayorías. La esencia del Estado moderno ha de ser el respeto al Estado de derecho y a las minorías. Y ninguna mayoría debe poder cambiar eso. El resto, ¡quia! En cualquier caso, la vida de algunos de estos dirigentes me hace ir más allá. Y es que hay algo siniestro en la historia de todos estos gerifaltes nazis: estibadores de puerto, pajilleros, boxeadores frustrados, pintores resentidos, hay algo siniestro, digo, en cómo pudieron hacerse con el poder en un país como Alemania. Un poco lo que ha pasado en el país vasco desde los años setenta, la gente más bruta, los más borricos del pueblo, asesinando y asegurando que con ello hacían política. Supongo que eran un reflejo de un mundo enfermo. Sociedades enfermas atravesadas por ese estúpido complejo de superioridad que todos los grupos humanos padecen en algún momento y que se agravó por el cientificismo; un poco la misma idiotez que el doctor Robert en Cataluña o Sabino en Vizcaya. En Alemania fue a mayores porque había dinero y poder, pero el esquema es el mismo: soy un superhombre. Aprendido ya desde la cuna: somos mejor que los demás y nos tienen envidia. Es curioso porque de todos ellos el único que daba el arquetipo de ario era Heydrich. Y era tan super hombre que acabó muriendo por las esquirlas de una bomba que ni siquiera lo alcanzó. Menudo payaso.
Ps: “La masa, en sentido moderno, nace con la implantación del servicio militar universal y obligatorio. En agosto de 1793, la Convención decretó la movilización general de los franceses solteros entre 18 y 25 años y a consecuencia de esta leva masiva los efectivos del ejército superaron el millón de hombres, un contingente desconocido hasta entonces”.
Gomá, Javier: Ejemplaridad pública. Taurus, Madrid, 2010. Página 66.
13.12.10
Cine y cómics contra el totalitarismo (o el final de un sábado dejando descansar la muela)
5.6.10
Devorando libros
Acabé Los olvidados, un libro sobre la tragedia de centenares de norteamericanos que viajaron a la Unión Soviética durante los años veinte y treinta pensando que allí se estaba labrando el futuro de la Humanidad. Las inversiones de Henry Ford y sus acuerdos con el gobierno soviético empujaron también a muchos norteamericanos a buscar un futuro mejor para ellos y para sus hijos en las nuevas fábricas que se abrían en Rusia. Cometieron un error mortal en sentido literal: muchos de ellos fueron asesinados, y otros muchos abandonados a su suerte por su gobierno. Un libro bien escrito y bien documentado. Con sus héroes y con sus traidores. Gentuza como Walter Duranty, que se permitió escribir en el New York Times en septiembre de 1933, en pleno Holodomor, un artículo que llevaba por título “Abundancia en el norte del Cáucaso”. Gentuza como Joseph Davies, el clásico liberal americano, rico y casado con Marjorie Merriweather, una auténtica nulidad, la antítesis de Sanz Briz, embajador en la Unión Soviética que cerró los ojos con gusto a cuando sucedía delante de sus ojos. Un tipo capaz de telegrafiar a Roosevelt que las confesiones de los juicios farsa de Moscú “tenían visos de credibilidad”, o Henry Wallace, un estúpido vicepresidente norteamericano que se sumó a la farsa y que visitó los campos de trabajo del infierno siberiano sin sospechar nada de lo que veía frente a él
Pero los verdaderos protagonistas del libros son los centenares de ciudadanos de los que nunca se supo ya nada. Como si se los hubiera tragado la tierra, desaparecían nada más salir del recinto de la embajada norteamericana en Moscú. Arthur Talent, que llegó a Moscú con siete años en los años veinte y que fue fusilado con 21 años en 1938, acusado de espionaje a favor de Letonia (¿?), el pastor Hecker, desaparecido, Lovett Fort-Whiteman, desaparecido.
El libro narra las primeras llegadas a Kolimá y al resto de campos, básicos para mantener una economía, la comunista, que necesitaba de mano de obra esclava para sobrevivir y cómo la ayuda norteamericana hizo posible que la industria soviética se desarrollara en aquellas condiciones tan extremas (envío de camiones y barcos, básicamente). El recorrido por la vida en los campos, y por la infame postura de la Administración norteamericana, de no empañar sus relaciones con la tiranía soviética es estremecedor.
Muy pocos volvieron. Gracias a Dios, algunos como Thomas Sgovio vivieron lo suficiente como para contarlo.
PS: “Mientras el Terror entraba en su fase más sangrienta, Joseph Davies informó a los medios estadounidenses sobre sus recientes observaciones: “un maravilloso y estimulante experimento está teniendo lugar en la Unión Soviética. Es un enorme laboratorio en el que se está realizando uno de los mayores experimentos en el terreno de la Administración estatal. La Unión Soviética está haciendo cosas maravillosas. Los dirigentes del gobierno son un grupo de hombres y mujeres sumamente capaces, serios, trabajadores y poderosos”