7.2.07

España, 1833 / 1863

La influencia esencial del romanticismo. El prestigio de lo irracional. Las contradicciones de los treinta años que median entre 1833 y 1863. La agitación del sistema político. Las constantes algaradas y conspiraciones. La de los tristes destinos, de Galdós. El Estatuto Real de 1834. La Constitución de 1837. Cada partido en el poder crea su propia constitución. La de 1845. La no promulgada de 1856. La de 1869. En el año 1843 hubo más de cien intentos de sublevación contra el poder. Tres actores básicos: Corona, Ejército y partidos. Los tres unidos ante el carlismo pero separados en todo lo demás. 55 gobiernos entre 1833 y 1868. La primera guerra civil de la historia de España (las de los siglos XVII y XVIII no fueron civiles, fueron dinásticas). Esa guerra marcó unas pautas de odio que tardaron en desaparecer. Reafirmaron la leyenda negra. Fue la primera vez en la historia en la que aparecen corresponsales en una guerra, figura que se terminaría de asentar en Crimea. La década moderada aportó cierta estabilidad. Políticos fascinantes. González Bravo, el condotiero de la política española. La Corte de los milagros, de Valle-Inclán. La tensión entre el poder civil y el militar atraviesa, transversal, estos treinta años. Pero, a diferencia de lo que ocurrirá en el siglo XX, siempre detrás de civiles. Es el pretorianismo; detrás de cada pronunciamiento, había un partido que quería el poder. Costó muchos años llegar a un sistema que garantizara la alternancia. Hasta Cánovas no se ve cómo deseable. Sagasta forma parte de esa izquierda que sabe aprender de sus errores. Rectificó. Incorporó a la izquierda liberal al sistema.

Se consolidó el liberalismo económico y político. Liberalismo, concepto nacido en Cádiz. El liberalismo doctrinario, de Díez del Corral. Como se busca el gobierno de los mejores, se acepta que todos tengan derechos civiles, pero no que todos tengan derechos políticos. El censo debe estar conformado por elementos distinguidos.

Deseo de orden. No se entiende si no se tiene en cuenta el contexto europeo. Las revoluciones de 1848 y de 1870. Desarrollo económico sin precedentes. Tensión entre librecambistas (Espartero, que lo era, se exilia a Londres)y proteccionistas. Aumento constante de la riqueza. Llega el ferrocarril. Las desamortizaciones. Una creciente movilidad económica y social. El crecimiento es, eso sí, desequilibrado. Se construyen puertos. Hay crecimiento demográfico. Fascinación por el maquinismo. El ferrocarril se convierte en un mito. Será el garante de la paz universal. Pero también hay detractores. Manchester es descrita como la babilonia universal. Las ciudades generan la disolución de los valores morales.

El Marqués de Salamanca. Todos juegan en la Bolsa. Se disuelven los gremios. La Ley Moyano de Educación. La educación nacional como principio de igualdad. Mayor analfabetismo a principios del XIX que en el XVIII. En 1800 es del 95%, en 1840 del 80%, en 1870 del 70%. Excesiva politización de la clase culta. Poco científico y mucho político.

Pero nada se explica en la época sin el romanticismo. Desde el trienio liberal, las sociedades secretas. El heroísmo como eje de la vida. Desproporción entre las causas y los efectos. Pero no fue sólo una moda. Impregnó la vida de las personas. La mitificación del perdedor. El surgimiento del nacionalismo. Las pasiones como motor verdadero de la vida humana. La identificación del hombre con la naturaleza. El medievalismo. El misterio. Panteísmo. El intuicionismo como forma de razonamiento. Organicismo biológico. La fusión entre el yo y la naturaleza. La exaltación del yo. Las leyes no salen de los hechos sino del yo. Subjetivismo. El pueblo en sentido místico. Los sueños. Y luego la realidad. Todo es fácil: hacerse rico, construir una nación, conquistar a una dama… pero luego llega el desengaño. 6.000 suicidios al año en España en la época, casi el doble que en la actualidad y con casi la mitad de la población.

Traslademos esto a la política. El demiurgo impone su mano y su voluntad sobre la materia prima. Del poeta-profeta al político-profeta. Apasionados discursos en el parlamento. El romanticismo, en este sentido, cuajó más en España que en otros países. La negación del otro. Ello dificultó el establecimiento de la democracia parlamentaria. La imagen de España, de Francisco Ayala. Larra es un urbano que se ha criado en París. Cuando vuelve a España llega a un mundo que aún no ha dejado de ser del todo rural. Duelos a pistola entre diputados. Aversión violenta entre los partidos. La creencia en la suerte más que en el estudio. En la baraka más que en la reflexión. La negación, sin problemas, de lo evidente.
¿Ha llegado todo esto a nosotros? Una encuesta reciente. El 55% de los españoles ve más problemas que beneficios en la ciencia. En Cataluña la cifra llega al 60%. La irracionalidad es el primer escalón hacia el totalitarismo.

[Notas apresuradas tomadas en la conferencia “La España Liberal. Cultura y política en el siglo XIX”, dictada por Dña. de Carmen Iglesias, de la Real Academia, en la inauguración del ciclo Liberalismo y tradición II. Guerra, moderantismo y revolución 1833-1863, organizado por la Fundación Santander Central Hispano]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante reflexión sr. perdiu, pero con una sola salvedad a tenor de la encuesta que usted cita para indicar la vinculación de Catalunya con lo irracional: según la misma Catalunya es la comunidad con mayor interés por la ciencia, y siguiendo su argumentación, por ese motivo no sería la más supersticiosa, mística y atávica de las regiones, como usted queria indicar con su última coletilla.