3.7.08

De Polonia y de lo polaco

Dos personajes desconocidos hasta ayer para mí. Y un país sin mapa. Polonia, pero no la República de Polonia, sino la Polonia vieja y antigua.Por un lado la historia, la vida y la muerte de Adam Mickiewicz, una hermosa metáfora de aquella Polonia vieja. Un poeta que hoy los polacos reivindican como un poeta nacional, un padre de la patria. Adam nació en Lituania, en el municipio de Novogródek, que hoy pertenece a Bielorrusia. De hecho, principió su poema Pan Tadeusz, la obra más apreciada de la lengua polaca, con las palabras “Lituania, mi patria…”. El poeta nacional de Polonia, desterrado a los veinticuatro años, no puso el pie en el país que actualmente llamamos Polonia más que durante una breve incursión en los alrededores de Poznan en la Polonia ocupada por Prusia, durante la insurrección de 1830-1831. No vio jamás ni Varsovia ni Cracovia, las dos capitales históricas del país. Viajó y vivió también por el Mar Negro. Allí conoció a Karolina Sobanska, de la que fue amante, pero que era un doble agente en realidad de los rusos. Esas lealtades confusas que aparecen de tanto en tanto en la historia son un clásico de la identidad polaca. Ahí está el poema narrativo Konrad Wallenrod, que Mickiewicz escribió y que narra la vida de un agente doble lituano que se une a los caballeros teutones para destruirlos. La expresión wallenrodismo, pasó a la lengua polaca, como sinónimo de dobles lealtaldes, tan extrañas en este lado de Europa. Y por último, el papel de los judíos. Su papel, durante décadas, como miembros de pleno derecho del imaginario polaco. Y es que cuando el viejo mundo de la confederanción polaco lituana estaba aún en pie, lo polaco se refería más a una lealtad que a una etnia o una religión. Y es que la Polonia actual y moderna es un invento de antes de ayer.
No se fie nunca, lector, de lo que le cuentan las naciones. Suele ser falso. Todo.
Qué libro tan interesante el del mar negro, lector.


PS: “Hasta la segunda mitad del siglo XIX no se puso el nacionalismo moderno de
Roman Dmowski y sus nacionaldemocrátas a predicar que el “polaco de verdad” era el eslavo católico que hablaba polaco, y que las demás comunidades que había habido en la confederación real –la judía sobre todo- eran obstáculos para la consecución del objetivo nacional". Ascherson, N.: El mar negro. Cuna de civilización y barbarie. Barcelona, andanzas, 2001. Página 195.

PD: día riojano, otra vez.

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