2.10.08

En la playa de Chesil

Acabo Chesil Beach, de McEwan. Los desocupados lectores de esta bitácora conocen mi compleja relación con el autor británico. Me interesó Amsterdam, me gustó Expiación y me aburrió Sábado. Tras esta última lectura, había decidido que él y yo nos tomaríamos un tiempo antes de volver a vernos. El caso es que luego llegó Carles y me regaló Chesil Beach para mi cumple y ahí lo tenía, medio apartado, sin atreverme a ponerme con él. Jimena lo leyó en inglés de camino a Estocolmo hace un par de meses y, con el aval que supone su consejo, me decidí a ponerme manos a la obra. El libro es bueno. McEwan es un magnífico novelista que, además, se divierte jugando, el muy cabrón, con sus personajes. Una historia aparentemente intrascendente, una pareja de novios ante su noche de bodas, en un pueblecito en la costa inglesa, en el verano de 1962. Los miedos, las fobias y las filias de toda una generación, la que creció viendo cómo el Imperio se disolvía y como el mundo antiguo desaparecía antes sus ojos. Interesantes reflexiones sobre lo que pasaba y sobre lo que vino después. Cómo el azar guía nuestras vidas y cómo, a veces, decisiones tomadas sin demasiado rigor condicionan nuestro futuro. No les cuento más, pero sepan que me gustó y sepan que se la recomiendo…

PS: El artículo del gran
Julio Camba describía las investigaciones de un tal Boder, que “después de analizar minuciosamente millares y millares de papeluchos”, había llegado a la conclusión de que los escritores, con la edad, perdían adjetivos como se pierde el pelo. Entre los ejemplos, destaca el de Emerson que, “usaba en su juventud 59 adjetivos por cada cien verbos y, en la vejez, no usaba más de 37”. Espada, Arcadi: Ebro/Orbe. Tentadero, Barcelona, 2007. Página 43.

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