22.3.13

Corolario sobre el poder político en escena...


Acabo ya con el poder político en escena, el ensayo de Luis Arroyo. Se vuelve superficial en su cierre y creo que es uno de los fallos del libro: cae demasiadas veces en lo banal cuando se centra en la comunicación política.  ¿De verdad el liderazgo es genético? No lo creo, pero además, tras leerlo, me da la sensación de que el autor tampoco consigue demostrarlo. Otros aspectos recurrentes en el libro, como lo de las liturgias del poder, o lo de las triadas (marca de la casa, por cierto) son interesantes, pero son sólo el atrezo de fondo. Nada de eso justifica por sí mismo victorias o derrotas. En las elecciones o en la vida. Aún recuerdo el papelón de Gutiérrez Rubí intentando convencernos de que Obama ganó por el uso que hizo del análisis de los datos. Es un defecto fieramente humano: todos pensamos (y el Perdidaco el primero) que lo nuestro es lo más relevante, y eso le acaba pasando al autor. No saco en claro que la comunicación sea esencial. Es importante. E influye. Pero hay muchos factores que ponderar a la hora de intentar interpretar las cosas; algunos de ellos nunca llegaremos a calibrarlos bien; otros, siquiera a conocerlos. Y eso, si es que hay alguna interpretación qué hacer, por cierto.

En cualquier caso, cierra uno el libro, el buen libro, pensando que un mundo político en el que la forma se coma el fondo, en el que el medio sea el mensaje, es lo más parecido a los ochos años de desgobierno zapaterista que ya hemos sufrido….

Reivindiquemos la sustancia, so pena de no despertar nunca de la postmodernidad... 

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