Volvimos
a cruzar La Raya. Su paisaje lunar. Árido. Inhóspito. A mi país lo marca La
Raya, no hay otra identidad más clara por estas tierras oscuras. Somos una tierra de frontera. Una tierra
para esconderse. Para huir.
Llegamos a Braganza, digo. Siempre que entro en la
legendaria Brigantia,
lo primero que hago es rezar por el doctor Melchor Puig, aquel que nos
escribió, era mediado diciembre de 1640 y unos hombres habían llegado a la
ciudad desde Lisboa, dando vivas a Don Juan IV de
Portugal, y acabó la carta diciendo la frase que resume al hombre
del Barroco: “Dios lo remedie y convierta a la Cristiandad”.
Volvimos
a cruzar La Raya, digo, y esta vez era para encontrarnos con la familia…
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