No es fácil descubrir que tu padre era un ladrón. Que el hombre que se había inventado la ética calvinista del trabajo en la Cataluña laboriosa frente a la hidalga meseta y la holgazana Andalucía era no más que un delincuente. Hijo de otro delincuente, por cierto. Y padre de varios, aún en grado presunto. Por eso es especialmente recomendable estos días leer La Vanguardia. Para ver cómo se explican a sí mismos que el padre de la patria era en realidad un rufián cualquiera que, visto su modus operandi, parece hasta madrilenyu el tío.
El otro día el tal Marc Alvaro, una de las plumas más felices con la deriva independentista de la élite catalana, se lo explicaba con paciencia a sus lectores. Papá Jordi se sacrificó tanto por Cataluña que descuidó la educación de sus hijos y uno de ellos ha salido rana. Ahora Papá Jordi, siempre en el altar del sacrificio, se ofrece para salvar a su familia de la hoguera de la justicia.
Tal y como lo leen. Y si no se lo creen, lean el artículo De tótem a pararrayos. Por ahí van los tiros. Un gran tipo con algún problemilla personal, viene a ser el relato. Pero de ladrón, nada. Eso es cosa de españoles...
PS: Dice Marc Alvaro que "Para tratar de proteger a su esposa y a sus hijos, el que
fue president de la Generalitat y líder del nacionalismo catalán revienta su
personaje histórico, asume su muerte civil, resquebraja su legado, hiere a su
partido y echa toneladas de desconfianza sobre la sociedad catalana. De tótem
de la nación, Pujol pasa a ser pararrayos de la familia."
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