Sigo con La Vanguardia estos días. Lectura evanescente: su mundo (y sus subvenciones) se hundía y las portadas seguían siendo memorables. Sigo la pista a algunos artículistas desde hace tiempo. A Antoni Puigverd, sin ir más lejos, le leí el otro día una pieza bien escrita y muy reveladora: "Y el pal de paller se pudrió"
El artículo tiene un párrafo memorable a cuenta del primer acto de Josep Rull nada más ser nombrado Secretario General de eso que ha pasado durante años por un partido político y que responde al nombre de Convergencia Democrática de Cataluña. El tal Rull subió a Camprodón, un precioso municipio del prepirineo gerundense a impartir una conferencia. Y relata Puigverd:
"El día después de ser nombrado, Josep Rull subió a Camprodon
a dictar una conferencia. Fui a escucharle pensando: “¡Qué momento tan difícil!
¿Qué dirá?”. Rull interpretó al violín una partitura romántica: el pueblo
catalán, persistiendo en su “voluntad de ser”, está culminando un proceso que
se inició en 1833 con la Oda a la Patria de Aribau. La partitura de Rull es tan
romántica que, tres meses antes del 9-N, todavía construye sus frases en
condicional: “Si logramos convencer a los de la segunda y tercera corona
metropolitanas…”. Pujol acababa de confesar que sus clásicas apelaciones al
trabajo bien hecho y a los valores eran cínicas. Y mientras nos pedía perdón
por ello, Rull, el sucesor, sostenía que las gentes de la Via Catalana son
herederos de Aribau (ignorando que Aribau era un empleado nostálgico del
burgués Gaspar de Remisa, en cuyo nombre hacía negocios en Madrid). A mí, el
violinista me dejó perplejo, pero sus oyentes en Camprodon lo aplaudían con
entusiasmo: la confusión que yo detectaba era para ellos claridad solar.
Regresé a Ronsard: en uno de sus discursos morales afirmaba: “Castigaos a
vosotros mismos, para que Dios no os castigue”.
El fundador de la patria confesando delitos y el tal Rull hablando de la voluntad de ser y remontándose a hace ciento ochenta años.
No da(n) para más...
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