23.6.09

La Rusia Imperial (III) -la Edad de hierro-

La Edad de hierro, lo llama Meyer. En 1932, un decreto del gobierno condena con el despido un solo día de ausencia injustificada al trabajo, en un momento y en un mundo en el que ser despedido era ser condenado al ostracismo social. En diciembre de ese mismo año se crea el “pasaporte interior” para limitar los cambios de residencia. En 1940, el Código Penal pasa a castigar con seis meses de trabajos forzados el absentismo; la jornada de trabajo pasa de seis a ocho horas sin aumento salarial. Una primera revolución cultural, antes de la maoísta. El vocabulario también se militariza: se habla de la necesidad de elaborar “un plan quinquenal de la poesía”, de “alcanzar y rebasar a Shakesapeare”. En este ámbito, en fin, uno no deja de fascinarse ante los grandes parecidos de “Tres cantos sobre Lenin” de Vertov con “El triunfo de la voluntad”. Cuando la cultura pasa a ser asunto de Estado, los resultados saltan a la vista: la muerte de Mandeltsman, el horror vivido por Demidov, el fusilamiento de Florenski.

En la Edad de Hierro, la revuelta permanente era la forma de mantener el poder. La lógica del terror, el asesinato de Galiev tras su purga ya en 1923, primero de los comunistas ejecutado por los suyos. Luego llegaron miles, muchos de ellos habían intentado salvar la vida aplaudiendo la muerte de otros compañeros, sin saber que ellos también serían engullidos por la diabólica máquina estatal.
Pero la farsa de la libertad continuaba. En diciembre de 1936 se aprueba la Constitución más progresista del mundo. Los niños cantan en las escuelas al camarada Stalin. Comienza la Yezhovschina. La trituración del ejército, a partir de 1937. El año acaba con las elecciones de diciembre al Soviet Supremo. El mensaje es claro “El mundo nunca ha visto elecciones tan realmente libres”.
La ceguera occidental era sorprendente. La Asociación Jurídica Internacional, entre cuyas filas se contaba Harold Laski, afirmaba sin rubor que en los juicios políticos, “los abogados son independientes del gobierno y los condenados lo habían sido de manera absolutamente legal”. La Liga Internacional de los Derechos del Hombre certificó la legalidad de los procesos. ¿Era sectarismo o simplemente estupidez? Sólo unos pocos protestaron, pero no fueron escuchados.
¿Por qué el terror? Para Meyer, Stalin no fue una contrarrevolución, fue la continuación del leninismo, partidario de reforzar la represión contra los enemigos del poder soviético de manera ejemplar. De Lenin fue la idea de que un régimen basado en el terror no puede ser derribado.
Y llegó el GULAG. Tampoco fue un invento de Stalin. Trotski, ese José Antonio de la extrema izquierda, afirmó pronto que la militarización del trabajo era un método para ejercer la dictadura del proletariado. Ya en 1921 se hablaba de crear “campos de concentración especiales para burgueses, obreros y campesinos”. A la entrada del campo de las islas Solovkí había un cartel “Mostraremos un camino nuevo a la tierra, el trabajo será dueño del universo”. Lo del trabajo os hará libres no fue un invento nazi, como tampoco los campos. Luego llegó Kolymá, explotado por esclavos para obtener oro y uranio. La esclavitud como base del modelo económico comunista, igual que en el caso nazi. Unos diez millones de ciudadanos rusos pasaron por los campos. Diez millones, uno detrás de otro. Ningún gobierno en el mundo moderno, ningún régimen ha inflingido tanto daño a su propio pueblo en condiciones de paz.
Un gobierno totalitario, basado en la identificación entre poder y sociedad, la homogeneización del espacio social y el encierro de la sociedad en sí misma.

PS: "Adolf Hitler dijo en 1934: Son más los lazos que nos unen al bolchevismo que los que nos separan. Sobre todo, hay un verdadero sentimiento revolucionario que se vive en toda Rusia […]. Siempre supe distinguir y he ordenado que los antiguos comunistas sean admitidos en el Partido, sin dilación. El pequeñoburgués socialista y el jefe sindical no serán nunca nacionalsocialistas, pero el militante comunista sí".
Citado por Meyer, Jean: Rusia y sus Imperios (1894-2005). Círculo de Lectores, Barcelona, 2007. Página 323

2 comentarios:

Ruy dijo...

Sólo un asco tremento provoca este afán de control mecanicista de las facultades con que nace el ser
humano.
Que los políticos hagan los caminos que quieran, pero que dejen a las personas elegir.

Unknown dijo...

Aún recuerdo con espanto, en las pasadas elecciones genarales de este pais una frase de la progresía española:
"Socializar la alegría"
O el siempre amenazante PSC:
"No votar tiene consecuencias"
Y pensar que estuvimos en un tris de importar este modelo social con el analfabeto de Largo Caballero y carnicerito Carrillo, se me ponen los pelos de punta.
Enhorabuena perdiu