24.9.09

Para vencer el desánimo

Septiembre pinta depresivo. O quizá sea yo, quien sabe. Por eso alegra y vivifica leer textos como el que le adjunto, lector, escrito hace años ya por Rafael Termes y que aparece en su libro Desde la libertad, ahora que los socialdemócratas dicen una cosa y hacen otra en relación a los impuestos y el gasto público. Disfrútelo

“[…] si un socialista proclamara la necesidad de liberar los mercados y de limitar el gasto público al 20 por ciento del PIB, habría que aceptar que se trata de un liberal, probablemente extremo. Pues no. La piedra de toque para reconocer o distinguir a un socialista de un liberal no está en el porcentaje del déficit público que defienda ni en el grado de libertad del mercado que propugne. Lo que distingue a uno de otro es la manera de percibir la realidad en orden al bien común. El liberal piensa que la cooperación social para el bien común se logra a través de las actuaciones de los individuos, quienes buscando libremente su propio interés, crean el orden espontáneo, resultado de la acción humana pero no de designio, y que este orden conduce a los mejores resultados posibles.

En cambio, el socialista tiene la “fatal arrogancia”, en expresión de Hayek, de pensar que la mente de un solo individuo –o de un conjunto de funcionarios que, por serlo, se les supone inerrantes y bondadosos– es capaz de construir un orden social con mejores resultados que los que se obtienen a través de la actuación de los innumerables agentes que, procesando la información de una manera imposible de explicar y que sólo el mercado sabe hacer, generan, sin proponérselo directamente, riqueza y bienestar para todos".

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